SOCIEDAD
Las ferias de mi país
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba - Junio (www.cubanet) - Las ferias son la expresión más
simple del comercio. Las ferias se remontan a los tiempos en que las más
incipientes transacciones se realizaban en los cruces de caminos entre
vendedores y clientes ansiosos de poseer algún nuevo y necesario bien.
En una revista, hace años, leí en una página dedicada a la publicidad un
texto que pidieron prestado a Voltaire: "Todo lo superfluo también es
bello".
Así santificado el deseo de consumo, qué más se puede decir. Sólo pedir.
Empujados por ese deseo de satisfacción, los cubanos van también a las
ferias. En nuestro medio, donde el consumo es casi equivalente a un
pecado y la insatisfacción material perenne es igual a purgar el pecado
de haber nacido en Cuba, a la voz de la instalación de una feria muchos
corren, como quienes un día confiaron en hallar el Santo Grial.
Las ferias en Cuba tienen un sabor surreal muy al gusto desbordado del
trópico. Hay ferias agropecuarias, artesanales, de libros, de artes
plásticas, de música y discos, etc. Pero las más curiosas son aquéllas
donde se reúnen varios géneros, desde pomadas chinas hasta libros viejos.
En ellas usted encuentra avecindados sobre el mismo desde cordones de
zapatos negros, imágenes de indios pieles rojas en yeso y pintura de
aceite, perritos con hocico levantado, bailarinas gitanas, cintos de
piel, sombreros plásticos, jarras de barro, pomada de bálsamo
analgésico, agujas de coser, botellas de líquido aromatizante, pares de
zapatos, collares de santería, y un largo etcétera de cuanto pudiera
hacer falta para remediar las ganas de comprar cualquier cosa.
Las ferias tienen un sabor a patakín yoruba, por el bullicio y el olor a
frituras en aceite hirviendo. También por la coincidencia entre lo
reglamentado y la emergencia en un mismo espacio. Se compra lo expuesto
sobre las tarimas y lo que se esconde debajo de ellas.
Las ferias van quedando como una de las pocas actividades de comercio
permitidas por las autoridades cubanas. Aunque vale aclarar que en todas
se ejerce el control estatal.
El público de las ferias es el más heterogéneo, porque allí se cruzan
ancianos, adultos jóvenes, adolescentes, pues no son exclusivas para
nadie en particular. Y queda en el recuerdo la famosa feria de la
Catedral de La Habana de los años 80, que llegó a convertirse en el
mercado más preciado del país, y también cómo terminó aquella aventura
en una operación policial.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/jun06/26a6.htm
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