Friday, June 23, 2006

Falsas huellas

SOCIEDAD
Falsas huellas
Luis Cino

LA HABANA, Cuba - Junio (www.cubanet.org) - Un atraco a punta de pistola
a una casa de cambio en la céntrica calle 12 del Vedado. Una
espeluznante masacre de ancianas y su perro pastor en una casona de la
calle Patrocinio, en La Víbora…

Un súper equipo de súper policías resuelve los casos con la celeridad
que dicta los plazos perentorios que da la jefatura. Disponen para ello
de la más novedosa y sofisticada supertécnica policial.

Actúan de modo profesional, imperturbables, sin excesos ni errores. Como
corresponde a "la mejor policía del mundo". La que impone el orden en
los dominios del Comandante.

Al menos, es así en "Tras la huella", la serie policial de las noches de
domingo en Cubavisión. Le tocó su turno en un momento especial: el
aniversario número 45 del Ministerio del Interior. Este año se celebró
con bombos y platillos, discursos y homenajes dobles, recuento de bajas…
y otro policial en la tele pantalla.

La responsabilidad cayó sobre el director Jesús Cabrera. Después de 27
años de "En silencio ha tenido que ser", Cabrera fue el encargado de
fabricar un sucedáneo nacional para "CSI: En la escena del crimen". Lo
que logró fue una mala caricatura.

"Tras la huella" aprovecha casos reales para tratar de entretener con
moraleja. Por el camino, confunde las huellas, desvía el rumbo, se
atasca en un trillo. No consigue moralizar, menos aún entretener.

En 1979, Cabrera al menos logró que las cubanas suspiraran por el súper
agente David, el James Bond en versión cubana que encarnaba Sergio Corrieri.

Las sucesivas reposiciones del serial han ido decepcionando a los
cubanos que un día siguieron las peripecias de David de La Habana a
Centro América pasando por el siniestro Miami. A fines de los 70,
teníamos poco para comparar y menos para entretenernos.

"En silencio ha tenido que ser" envejeció con más penas que glorias.
Igual sucedió a su protagonista. De galán pasó a ajado funcionario de un
régimen senil. Hoy tenemos la vista aguzada y vemos las costuras chapuceras.

"Tras la huella" no provoca suspiros ni desvelos, sólo bostezos.

De nada ha servido a Jesús Cabrera el paso de los años. No parece haber
ganado experiencia ni destreza en el oficio. Tampoco lo han favorecido
las nuevas tecnologías ni su aparente conocimiento del mundo del MININT.

Nada logra ayudarlo. Ni siquiera los buenos actores con que contó.
Blanca Rosa Blanco, Alberto Pujols y Jorge Alí son buenos actores, pero
no magos. Con semejante guión y tal director no pueden salvar el
programa. Dustin Hoffman y Robert Redford tampoco lo lograrían.

Alguna vez en los 90, el excelente desempeño actoral de Alberto Pujols
logró un milagro. Hacer que un chivato fuera simpático a los cubanos.
Tavo era un soplón infiltrado entre los duros del hampa habanera. Dicen
que era un compendio de las historias de varios confidentes que se
remontaba a los tiempos de Felo, un tipo duro en La Habana.

Tavo tenía una historia y conflictos familiares que lo hacían creíble.
En "Tras la huella", Alberto Pujols y sus colegas son impotentes ante el
desastre.

El súper equipo policial de "Tras la Huella" brotó de la nada, prístina
e impoluta. Un policía revolucionario no puede tener problemas
personales. En todo caso, los debe dejar a un lado de la puerta de la
unidad.

A una sugerencia de la atractiva mayor al coronel sobre la posibilidad
de rehacer su vida personal, éste responde con evasivas que recuerdan
los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola o las sumas
teológicas de San Agustín. Cabrera hace un guiño a la humanidad del
personaje: el coronel guarda en una gaveta un pomito con "alcoholifán"
para aliviar las presiones. Qué audacia la del director.

Desde los años 60, además de intentar meternos un policía en el alma,
nos lo colaron en la tele pantalla. Su función es recordarnos
permanentemente su infalibilidad en la aplicación de la ley del Comandante.

Con mayor o menor suerte, Sector 40, Móvil 8, Julito El Pescador, Día y
Noche y muchos más han desfilado por la TV cubana. En todos ellos, los
asépticos guardianes de la Revolución, secundados por legiones de
entusiastas chivatones, combaten a delincuentes y
contrarrevolucionarios. Da igual lo que sean. Todos son absolutamente
perversos.

La visión de los malos para Jesús Cabrera no cambió desde los 70. No es
casual que los delincuentes de "Tras la huella" sean generalmente
negros, usen trenzas y pelo largo y vistan ropas made in USA.

Tampoco cambió su visión de "los buenos". La gran imposibilidad de
Cabrera en "Tras la huella" es lograr insuflar vida a sus maniquíes
uniformados. Parece que de tanto bregar con los agentes del MININT,
Jesús Cabrera olvidó cómo son los seres humanos.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/jun06/23a8.htm

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