SOCIEDAD
Papel del periodismo en los regímenes totalitarios
Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - Los regímenes totalitarios
se caracterizan por un liderazgo único, centralizado y absoluto, y por
el ritualismo, el mesianismo y el seudo utopismo. Se sostienen sobre
cuatro pilares básicos: la exaltación de la figura del líder, el
monopolio ideológico, social y económico, el control de todos los medios
de poder y persuasión y un sistema policial y de campos de concentración.
Berdiaieff definía a la sociedad totalitaria como una sociedad "una",
idéntica en todas sus partes, homogénea. Sus palabras claves son:
construir el orden social, organizar.
El autómata es la expresión gráfica de la desindividualización que
persigue la voluntad totalitaria. Una sociedad de siervos, que por
paradójico que resulte, es voluntaria. Los siervos aman la servidumbre,
no la perciben como tal. Una de las bases del totalitarismo descansa en
el deseo de la masa de subordinarse, de pertenecer. No existe, no hay
dictadura totalitaria sin que el individuo se subordine a la unidad que
encarna el Partido. Surge y se sostiene en el asentimiento de la mayoría.
Hitler y Stalin aprovecharon los medios que la técnica ponía en sus
manos. Ambos descubrieron que en el control de los sentimientos estaba
la clave del éxito, que podían convocar las fuerzas subterráneas que
movilizan a los hombres.
Hitler amaba las concentraciones acompañadas de marchas. Decía que ambas
adormecen la conciencia y facilitan la fusión en la masa. Decía dejarse
llevar por la muchedumbre hasta que la emoción de su auditorio le
sugería las palabras que querían escuchar. Fidel, sin dudas hábil
discípulo, adora las marchas y las concentraciones. Dominar los
sentimientos, controlar la subjetividad de las personas. Esa es la
fórmula esencial de dominio del totalitarismo.
Los regímenes totalitarios han dedicado siempre incontables recursos a
la propaganda. Lenin, Stalin y Hitler se percataron de la importancia
que juega el periodismo para el logro de sus objetivos. Comprendieron
que en la batalla que iniciaban por la implantación del totalitarismo en
todo el mundo la prensa podía brindarles un gran servicio.
El proceso revolucionario cubano fue, desde un principio, un
acontecimiento mediático. Ante las cámaras se anunciaban las nuevas
medidas y las nuevas leyes, se ridiculizaba al enemigo y se exaltaban
las virtudes del nuevo poder. La creación de la iconografía
revolucionaria fue una prioridad, la fotografía, el cine, la televisión,
la prensa escrita, la radio, la gráfica, jugaron y juegan un papel
prioritario en la manipulación y control de la subjetividad, de la
psiquis del cubano. El sátrapa dedicó y dedica cientos de horas a su
presencia mediática. Quién no recuerda aquella marcha desde el Palacio
Presidencial en 1959 hasta Columbia, el kilométrico discurso acompañado
de toda una decorada escenografía, palomas incluidas, una de ellas
posada "casualmente" sobre el hombro del líder.
La lucha por el control de los medios informativos comenzó desde el
inicio. Aquéllos que no cedieron, que no se prestaron al juego, cayeron
uno a uno. El último reducto de libertad informativa se perdió el 13 de
mayo de 1960, con la clausura del Diario de la Marina.
Estaban obligados a hacerlo. Necesitaban suprimir la facultad de
raciocinio que podía socavar las bases del sistema. Más que apelar a la
comprensión del público, más que sugerir por medio de la información,
los regímenes totalitarios la retienen o degradan con ulteriores
propósitos de sugestión y manipulación.
La prensa en el totalitarismo es un vehículo para lanzar sus ideas y
presentar la imagen de un país idílico, superior, inigualable y heroico.
Vender el prototipo de ese súbdito ideal, casi angélico, de valores
infrahumanos, presentar ese conjunto, donde nadie se distingue de la
masa, ocultar el mundo de miserias sin límites, un mundo de sordidez y
desolación.
La función de la prensa totalitaria es crear un Estado virtual donde el
individuo, enajenado de la realidad, vive una situación ficticia. Su
realidad es la de la prensa. El ejemplo más claro es el presentado por
George Orwell en 1984, pero la verdad es mucho más terrible, tan absurda
que resulta inexplicable.
La mentira es esencial para el totalitarismo. Su propaganda se basa en
la distorsión sistemática y permanente de la realidad. Construye los
hechos en función, no de los acontecimientos, sino de las líneas que
establece el Partido.
La manipulación de la información no tiene límites, la falsificación de
lo real alcanza a los periódicos, libros, folletos, es decir, toda clase
de documento o literatura o medio que pueda tener un significado
político o ideológico.
El totalitarismo pretende controlar los movimientos de sus súbditos,
pero sobre todo sus pensamientos y emociones. Cuando el individuo no
sabe ya que es, está listo.
De lo que se trata todo esto es, además, de que todo sea absolutamente
voluntario. No es que te sometas, es que te sometas a voluntad, y
contento. De lo que se trata es de que aplaudas, delates, marches al son
de la voluntad del líder, del Partido.
Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido. La
verdad es sólo una, la verdad proclamada desde arriba. Es lícito alterar
la verdad, reescribir la historia, distorsionar las noticias. La
propaganda sustituye a la información, todo se vale.
El totalitarismo asfixia al individuo, elimina como sujeto, no sólo
físicamente. Lo más terrible es la eliminación simbólica, la entrega del
individuo a una promesa de eterna felicidad en la enajenación de un
"otro" que le anula.
Los recursos, tanto técnicos como artísticos, utilizados en los medios
por los regímenes totalitarios tienden a lograr en el espectador la
regresión psicológica para poder manejarlos a voluntad. De ahí la
relativa abundancia de artificios, necesarios para obtener los efectos
adicionales de los que depende el éxito.
En el cine y la televisión el arte del montaje lo cultivaron a la
perfección. El uso de los tres medios: comentarios, imágenes y sonido,
los dominan magistralmente. Tan pronto como la propaganda totalitaria
entra en acción, se emplea una intensa orquestación para influir en las
masas. Flashbacks históricos, narración de las actividades y
explicaciones de estrategia que realcen los avances logrados o en vía de
realización, los espacios informativos en Cuba son un buen ejemplo de
estas técnicas. Esta estructura está más dirigida a impresionar que a
instruir o informar. Los eslabonamientos entre los testimonios están
reiteradamente encargados de la función propagandística.
Dentro de las representaciones visuales se explota al máximo el hecho de
que las imágenes apelan directamente al subconsciente. Se emplean
cuantiosos recursos con el solo propósito de provocar en el público
emociones específicas. En cualquiera de las llamadas mesas redondas
informativas, si se presta atención, puede apreciarse el eslabonamiento
entre las palabras de los periodistas o conductores y las imágenes
traídas a colación. Las imágenes, cuando tratan el tema de la guerra de
Irak, por ejemplo, siempre se eligen las que presentan al soldado
norteamericano desalentado y a la resistencia triunfal. Las imágenes son
siempre emotivas, de fuerte impacto en la mente de los espectadores.
Cuando se habla de América Latina, nunca vemos en la televisión sus
bellas capitales, el desarrollo alcanzado por países como Chile. No,
siempre se presentan imágenes rurales, de aldeas miserables y niños
escuálidos y hambrientos.
El uso de representaciones simbólicas se convierte en la columna
vertebral de la propaganda, junto a los comentarios inteligentemente
ubicados en la trama.
Otros importantes recursos son la explotación de las cualidades
fisonómicas del enemigo en su contra, la inserción de leit motiv con el
fin de organizar la composición y acentuar ciertas intenciones por medio
de la imagen.
El uso de imágenes en conexión con comentarios, método tan usado en los
medios, se refuerza por el hecho de que muchas ideas sólo pueden
expresarse mediante imágenes. No se reducen a ilustrar el comentario,
tienden a asumir una vida independiente que en lugar de ir paralela
sigue su propio curso.
La propaganda totalitaria logra ingeniárselas para crear un comentario
más bien formal que evite manifestaciones heréticas o súper explícitas.
Saben que las alusiones pueden grabarse más profundamente que las
afirmaciones, y la acción contrapuesta de la imagen con el comentario
aumenta la gravitación de la imagen, tornándola un estímulo emocional
más potente.
Esta habilidad ayuda a confundir al espectador con una borrosa inserción
de cuadros para conectarlo a ciertas sugerencias. Muchas de las
descripciones orales no son más que una pausa vacía entre dos
insinuaciones visuales.
Note usted, en las mesas redondas, que muchas veces parece no haber
relación entre lo que dice el conductor y la imagen presentada a
continuación en la pantalla, o la presentación es débil y mar
argumentada. Eso no es casual, ni es producto en todos los casos de
falta de profesionalidad.
Nada es casual. Esas repeticiones que nos parecen absurdas, esos largos
y tediosos discursos, ese noticiero donde todo es perfecto, ese cine que
no escapa de su "misión histórica", aunque a veces vista ropajes
críticos. No se deje engañar, en los regímenes totalitarios todos los
espacios están ocupados, nada se escapa, a no ser que convenga al
sátrapa o sea necesario en determinada coyuntura. En este tipo de
régimen el control es absoluto y férreo. No hay espacio para errores,
mucho menos para el vuelo libre. La realización de muchas de las
películas más polémicas del cine cubano fue orientada por la
nomenclatura, respondiendo a determinada necesidad, a veces hasta de
catarsis. El cine, la televisión, la radio en los sistemas totalitarios,
amén de sus logros artísticos o técnicos, son recursos utilizados para
la propaganda, no para realizar arte o para informar. Como ellos mismos
anuncian, son un arma al servicio del totalitarismo.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/feb06/21a6.htm
No comments:
Post a Comment