Tuesday, February 21, 2006

Elocuente Carta de Periodista Independiente a su Esposa

Elocuente Carta de Periodista Independiente a su Esposa
2006-02-21

20 de febrero de 2006.- La Habana – www.PayoLibre.com – La señora Mirta
Wong, esposa del periodista independiente Oscar Mario González Pérez,
hizo llegar a este reportero la siguiente carta enviada a ella por el
comunicador desde la prisión 1580, ubicada en el municipio capitalino de
San Miguel del Padrón.

En la misiva González muestra gran optimismo, dice tener convicción de
lo injustificado de su encierro, denuncia las condiciones de vida
carcelarias que ha tenido que sufrir en 6 meses de encierro y envía un
mensaje de amor que patentiza que a pesar de todo no ha perdido la
ternura y sencillez que siempre le han caracterizado como ser humano.

A continuación el texto íntegro de la carta:

Lunes, 6 de febrero de 2006.
Prisión 1580, La Habana.

Vida mía:

Parece que ha pasado mucho tiempo desde que se inició esta larga
ausencia que ya sobrepasa los seis meses. Entonces ninguno de los dos
pensábamos que pudiera ser tan angustiosa y prolongada. El tiempo tiene
una enorme relatividad cuando pasa en la subjetividad humana; y así,
veinte años pueden no ser nada mientras que seis meses nos pueden
resultar largos y agobiantes.

Yo no era ajeno al inminente peligro que se cernía sobre mí y esperaba
cualquier represalia por parte de las autoridades policíacas de mi país.
Así me lo había hecho saber la seguridad del estado cuando en múltiples
ocasiones me habían conminado a abandonar el periodismo independiente.
Yo en cambio persistía en mis propósitos, tal y como lo han venido
haciendo mis colegas periodistas durante largos años, haciendo propio
aquello de que los derechos se ejercen pese a todo y por sobre todo.

Más, nunca pensé que la crueldad del régimen se ensañara de tal modo en
mi persona como para confinarme en los principales calabozos de la
capital del país durante 180 días; sumiéndome con ello en el terrible
mundo de las mazmorras inhóspitas, saturadas de humedad y en medio de
letrinas desbordadas donde se incuban moscas y cucarachas. Porque la
prisión donde ahora me encuentro tiene la precaria ventaja de algún
movimiento corporal, permitiendo además ver el sol y contemplar con
todos sus tonos de azul.

El calabozo sin embargo encadena el cuerpo como preludio de un
estrangulamiento espiritual que quiebra la voluntad y anula las
esperanzas hasta convertir al hombre en un objeto inanimado. Por todo
ello y por otras mil razones, tan ciertas como inefables, no pensé que
el régimen pudiera confinarme en las fétidas mazmorras durante seis
meses, teniendo en cuenta mi edad y mi frágil salud. Pero lo hizo,
convenciéndome una vez más de que en lo tocante a crueldad el
totalitarismo sobrepasa toda expectativa y todo pronóstico.
Pero aún en los peores momentos, desde lo profundo y oscuro de la celda;
cuando la noche parecía eternizarse y en los escasos minutos de la
visita semanal, siempre conté con tu presencia. Tu figura ocultaba la
acritud de una existencia calamitosa y al contemplarte se disipaba mi
angustia.

Entonces supe del valor del tiempo. Conocí de su fugacidad y de lo
inútil que resulta para el hombre retenerlo o retardarlo cuando se erige
en portador de dicha y felicidad. Frente a ti se extinguían las cadenas
del sufrimiento y parecía como si el solo goce de tu encuentro
justificara la agonía del cautiverio.

Nunca me faltó la luz de tu mirada como faro conductor de puerto seguro;
siempre me sentí cobijado bajo el cielo amoroso de tus ojos. Tu amor, la
convicción de mi inocencia, la bondad de mis ideas y el decisivo favor
de Dios hicieron inútil las intenciones evidentes de doblegarme y
reducirme a un adefesio desprovisto de voluntad. Los adversarios no
pudieron danzar jubilosos sobre mis despojos. En ello tuvo que ver tu
perseverancia y tu resolución.

Hoy la realidad que envuelve mi existencia tiene un acento menos
dramático. Mis nuevos carceleros son tan déspotas como los de siempre,
las rejas que me atan tienen igual rigidez e indiferencia. Convivo con
los mismos microbios e insectos como inseparables compañeros en este
triste bregar. Pero hoy el espacio en que me muevo no se reduce a dos
metros cuadrados de una celda y sobre mi cuerpo bate la brisa mañanera y
resplandece el brillo dorado de los crepúsculos. Ello ensancha el aroma
de tu recuerdo potenciado en cada uno de nuestros breves encuentros. Tu
imagen permanece en mí sin necesidad de evocación. Como fragancia de
esas flores del campo en cuya humildad y sencillez se esconde el secreto
de la dicha.

No sé cuando volveremos a estar juntos, pero ninguna separación hará
menos real tu presencia en mi espíritu. Algún día nos encontraremos con
la mutua alegría ensanchada por esta triste ausencia. Mientras tanto
sigamos queriéndonos con la añoranza de la distancia que Dios siempre
tiene reservado un lugar especial en su corazón para los seres que se
aman de verdad.

Tuyo por siempre: Mario.

Oscar Mario González, de 61 años, pertenece al Grupo de Trabajo Decoro.
Fue detenido el 22 de julio de 2005 por fuerzas policiales mientras
compraba el pan en un establecimiento al efecto en el municipio
capitalino de Playa, donde reside. Aún se encuentra en una especie de
limbo penal pues no se le han formulado cargos ni se le ha celebrado
juicio. Se ha distinguido en sus varios años de trabajo en la prensa
independiente cubana por escribir interesantes crónicas que reflejan la
realidad de lo que sucede a diario en Cuba.

http://www.presslingua.com/web/article.asp?artID=4578

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