Monday, February 20, 2006

Castro y el Pueblo: Relaciones Dificiles

Castro y el Pueblo: Relaciones Difíciles
2006-02-20
Misceláneas de Cuba, No. 1, Enero-Febrero 2006.

La sociedad cubana ha entrado en una etapa crucial de su parálisis. La
monotonía generada por la elite de poder total ha convertido a Cuba y al
cubano en una entelequia solitaria. Kafka, hubiera revisado su obra sino
hubiera desaparecido de tuberculosis el 3 de julio de 1924. Cierto. El
surrealismo criollo es una invención brutal Made in Castro.

El propio Sigmund Freud, posiblemente, descartaría parte de su tesis
acerca de la forma más conveniente para el estudio de la personalidad y
el psicoanálisis hubiera tomado otro derrotero si este genio habría
conocido al comandante. Acaso, coincidiría con la doctora Beato, cuando
escribe "que un macho verde olivo normal al bajar de las lomas lo
primero que hubiera hecho era darse una ducha y cortarse la barba. Por
cierto un niño creería que después de tantos años escondidos cuando se
llega a la luz se busca un espejo y se mejora el rostro".

Esa obsesión de mantenerse con la barba hace la diferencia. Aumentar el
mito y el carisma. Parecer diferente y autoritario. Genio y capataz de
la cuadrilla. Guardián del tesoro que manada a robar. Esa distinciones,
todas son de locos, deciden a veces la suerte de nuestro país. Si. Los
simbolismos están implícitos en el comandante y tiene que ver con una
relación amor-odio entre el gobernante y los gobernados. Y esa relación,
enfermiza por cierto, ha ido feneciendo al pueblo cubano.

Resulta curioso escuchar el discurso de la revolución y la reacción de
los revolucionarios. Ambas se complementan en una dicotomía total y
aburrida. Esa virtualidad emana de un pragmatismo lógico de ambas
partes. Esa necesidad, necedad diría Montaner, se improvisa en la
mentalidad disfuncional del comandante al lanzar, campaña tras campaña,
una cruzada
contra el mal exterior para negar el suyo.

Claro. El mal concebido por un malhechor habitual, capaz de gobernar y
ser aplaudido no tiene su origen, únicamente, en la disfunción donde se
sustentan sus trastornos evidentes de personalidad. También, pueden ser
generados por la propia sociedad creada por él. Cuando se pierde el
control moral de un sistema y los valores sociales tienen como
referencia el criterio de normalidad que deriva de la autoridad de un
personaje fragoso y desalmado, se cae en el fanatismo de vivir
destacando el valor artificial de una sociedad colapsada por el
despeñadero de la aprensión y el crimen.

Pongamos un ejemplo. Las ollas arroceras son las mejores pruebas para
demostrar el nivel primario y artificial de la relación Castro-pueblo ¿A
que presidente, aclaro, Castro no lo es, del mundo le interesaría
distribuir ollas para elaborar alimentos? A ninguno. Es la respuesta. ¿Y
por qué Castro? Muy fácil. Es una forma de establecer una relación
cercana y divina con la gente. Del mismo, modo desnuda su perversidad al
posicionar su odio a la libertad y de hecho al pueblo cuando no permite
adquirir una cazuela sin que antes no medie su autoridad. A su vez, el
propio comandante se denuncia y anuncia que su poder total es tan
totalitario que cada gobernado debe esperar para elaborar su alimento
por la olla "entregada" por él.

Otro factor importante de esa relación patriarcal son las
simplificaciones. Estas evidentemente logran centrar la atención de la
gente en lo secundario y trivial. Así, se permite despreciar el valor de
las libertades y el significado del derecho cuando todo debe ser
recibido de la forma concebida por el magnánimo comandante.

Nota: El artículo anterior fue publicado en la sección Exclusiva del No.
1, Enero-Febrero 2006, de Misceláneas de Cuba, Revista de Asignaturas
Cubanas.

http://www.presslingua.com/web/article.asp?artID=4570

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