La debilidad de los ``fuertes''
By CARLOS DUGUECH
Si el que es fuerte, o el que se cree fuerte y además espera que los
demás le vean fuerte no se muestra ``invulnerable'' en esa su fortaleza,
equivoca la estrategia. Y tratándose de un régimen de gobierno de un
país al que se rige con una estructura casi invariable por medio siglo,
es hora de que sus responsables máximos elaboren una imagen de sí mismos
que más alejen las críticas y más acerquen, aunque esporádicas, ciertas
complacencias.
La Cuba del ``bicastrismo'' (¿hay que aclararlo?: Fidel y Raúl) pierde
torpemente esas que son oportunidades valiosas para morigerar las
calificaciones adversas que reciben, desde variados sectores, por tanto
tiempo como ejercen el poder. Y esa oportunidad era la del premio
Sajarov 2010, que la Eurocámara decidió otorgarle a Guillermo Fariñas,
disidente no violento. Al mejor estilo gandhiano creyó que su propia
humanidad en el sacrificio del ayuno serviría a la causa de la libertad.
La insistencia del presidente del Parlamento Europeo (PE), Jerzy Buzek,
en una nota a Castro (Raúl) para que dejara viajar a Fariñas a
Estrasburgo (Francia) para recibir la distinción obtuvo silencios,
solamente, hasta ahora.
Cuánto hubiera ganado el ``bicastrismo'' cubano permitiéndole la
libertad de viajar allende las costas isleñas. Al no hacerlo no sólo no
permite el ejercicio de un derecho humano como el de circular por su
propio país entero y salir de él a voluntad sino que consolida un
sistema muy parecido al secuestro: Fariñas, no importa lo que piense o
diga o haga (ayunos) está secuestrado en su propio país. Esta actitud
del gobierno cubano pone al descubierto que no es fuerte. Es un gobierno
temeroso de la pérdida de su fortaleza de ficción, a fuerza de imponerla
a los demás.
Cuánto hubiera ganado si de cara a la realidad actuara con sentido
humanitario. Ese que no se tuvo cuando se dejó morir a Orlando Zapata.
En su momento este columnista escribió Dejar morir, un crimen en este
mismo espacio el pasado marzo: ``En cualquier lugar del mundo
civilizado, esto es, en el que las sociedades se rigen por normas
positivas que se dictan desde el estado al que pertenecen, dejar morir a
alguien, a sabiendas de que se puede evitar, es un crimen. Anunciado y
casi con fecha cierta y certificado de defunción preimpreso: ``muerto
por ayuno voluntario prolongado''. Salvarle la vida fue otra de las
oportunidades perdidas de los que se creen fuertes. ¡Vaya fortaleza!
Analista de política internacional en Radio Universidad (Tucumán,
Argentina).
http://www.elnuevoherald.com/2010/12/14/853412/carlos-duguech-la-debilidad-de.html
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