Lunes, Diciembre 20, 2010 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – La opinión pública ha
sido conmocionada por el nuevo acto de repudio contra las dignas Damas
de Blanco, que demandan la libertad de los cautivos de conciencia que
continúan entre rejas un mes después del cumplido el plazo de su
excarcelación, anunciado por el propio Presidente. Recordemos el refrán:
"¿No quieres caldo? ¡Tres tazas!". Porque precisamente fueron tres los
grupos de esas mujeres que se presentaron al día siguiente en los
principales penales capitalinos, y gritaron allí, ante los uniformados,
su justo reclamo: "¡Libertad para los presos políticos!".
Como jurista, debo decir que el acto de repudio en vísperas del Día
Internacional de los Derechos Humanos, tuvo una característica que me
resulta particularmente chocante: Para integrar una de las turbas, el
régimen escogió nada menos que a los alumnos de leyes. ¿Es esa la
educación que se les da a los jóvenes estudiantes en esa institución?
¿De qué modo aprenderán a respetar los principios de la legalidad, a
amar la justicia y la equidad, si desde sus años de formación los
enseñan a atropellar, insultar y coaccionar?
Parecida vergüenza ocasionan las informaciones sobre jóvenes estudiantes
de la enseñanza media, a quienes sus profesores convocaron a otro acto
de repudio. En este caso, al hecho en sí se suma la actuación
hamponesca, pues los mismos educadores, para asegurar el anonimato,
indicaron a sus alumnos que no vistieran sus uniformes.
Tienen razón las colegas Yoani Sánchez y Claudia Cadelo cuando claman
desesperadas: "¡Nadie va a usar a los frutos nacidos de mi vientre para
esta barbarie! ¿Son esos los abogados que nos defenderán mañana; esos
que hoy pasan la tarde vilipendiando a mujeres cuyos familiares están y
estuvieron condenados por delitos de opinión?".
Mientras tanto, el Presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón,
incursionó también en el campo del derecho para referirse al contratista
Alan Gross. "Él violó leyes cubanas, la soberanía nacional; cometió
delitos que en Estados Unidos son muy, muy castigados", expresó.
Como señalamos recientemente, Guillermo Fariñas, Félix Bonne y este
redactor, en el documento Cuba es lo primero, el crimen de este
activista judío norteamericano consistió en distribuir entre sus
correligionarios algunas computadoras y teléfonos. Es cierto que estos
últimos eran satelitales, pero ese acto solo es un delito para
totalitarios como los de La Habana, que aspiran a controlar las
conversaciones y las vidas de sus súbditos.
Para colmo, esos materiales los introdujo el contratista estadounidense
por el aeropuerto; o sea, no clandestinamente. Si la policía política
considera que esos equipos son inadmisibles en nuestro país, ¿por qué no
los interceptó en la aduana?
Una acusación por espionaje en la que se narraran esos actos y
apareciera Gross como único acusado, parecería bastante ridícula. Por
eso no debe asombrarnos que la Fiscalía no le haya formulado una
imputación concreta, a pesar de haber decursado con exceso los plazos
previstos en la legislación procesal. Mientras tanto, ya cumplió un año
de prisión.
Pero su caso no es una excepción. También estuve encarcelado por más de
año y medio sin acusación formal, por un supuesto vínculo con una
manifestación señalada para otro barrio, a la misma hora en que fui
detenido en mi casa.
Basándonos en el caso Gross y en los recientes actos de repudio, es
fundada la prevención que expresamos los autores de Cuba es lo primero:
"Decididamente, dentro del gobierno de La Habana hay grandes fuerzas que
hacen todo lo posible por impedir una distensión con el estadounidense".
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