La ideología del subdesarrollo
ADOLFO RIVERO CARO
No voy a escribir sobre la presunta agonía de Fidel Castro. Desde hace
tiempo creo que lo más conveniente es presumir que es inmortal. A mí,
por lo menos, hasta ahora, esto me ha ahorrado muchas especulaciones
inútiles. Por otra parte, me parece que la ansiedad sobre su salud,
aunque legítima en términos noticiosos, es vagamente humillante y
pudiera reflejar un grave error político: suponer que el régimen depende
de su presencia. Eso supondría esperar algún tipo de colapso tras su
desaparición. Creo que es hacerse ilusiones. Es cierto que la dictadura
es sumamente impopular y políticamente débil, pero esa debilidad tiene
que ser puesta a prueba. De no serlo, puede mantenerse mandando
indefinidamente.
Sabemos que Cuba tiene una pléyade de luchadores extraordinarios desde
Payá y Antúnez hasta Antonio Alonso y sus compañeros. Escasean, sin
embargo, los que han encabezado protestas contra los problemas
económicos. En Cuba, exigir respeto por los derechos humanos es, sin
duda, heroico. Sin embargo, es evidente que los efectos movilizadores de
esta demanda son mínimos. Lo único que moviliza a la gente son sus
problemas concretos. A los ojos de la gente, la lucha por resolver esos
problemas siempre es importante y legítima. No importa la escasez. La
gente sabe que el gobierno siempre tiene recursos para resolver lo que
le parece importante. De aquí que, en términos políticos, sea mucho más
difícil reprimir a los que reclamen solución a problemas humildes,
cotidianos y concretos, como tuberías rotas, edificios en peligro de
derrumbe o falta de materiales de construcción, que a los que enarbolan
demandas legítimas, pero abstractas, como los derechos humanos. Si
pensamos en lo desesperado de la situación en la isla, sorprende la
escasez de protestas sociales contra el gobierno. Desde este punto de
vista, tenemos que llegar a la conclusión de que, paradójicamente, en
Cuba hay pocos presos políticos.
No hay otro camino que la lucha. La dictadura cubana no está sometida
(no lo ha estado nunca) a una presión internacional como la que terminó
con el régimen del apartheid en Africa del Sur. La razón es muy
sencilla. El apartheid, la bandera del gobierno de Africa del Sur, era
profundamente impopular. La principal bandera que ha enarbolado Fidel
Castro durante 50 años, la bandera del antiamericanismo, ha sido y sigue
siendo popular en América Latina. Eso ha presionado a los gobiernos de
EEUU a mantener una política ambigua ante el que probablemente haya sido
y siga siendo el principal reducto del terrorismo en el mundo. Es por
estas razones que, a mi juicio, el centro de la lucha contra la
dictadura de Fidel Castro y contra las pretensiones dictatoriales de
Hugo Chávez debe estar en la guerra cultural.
Las fuerzas realmente progresistas de América Latina tienen que
concentrar sus esfuerzos en combatir la influencia marxista en nuestro
continente, desarrollada desde hace casi un siglo. Esa influencia es la
que hace, por ejemplo, que tantos intelectuales venezolanos enemigos de
Chávez... ¡compartan sus ideas! Todos quieren regresar a la Venezuela de
antes de Chávez, sin reflexionar que esa Venezuela necesariamente
tendría a un Chávez por delante. Nuestro continente está dominado
intelectualmente por la ideología del marxismo, del anticapitalismo y,
por consiguiente, por la ideología del subdesarrollo. Mientras esa
situación no cambie, y estamos hablando de una tarea a largo plazo,
América Latina no va poder salir de su terrible atraso.
Es en este contexto en el que quisiera subrayar la importancia de la
aparición del Indice de la Libertad Económica del 2008 (ver
www.neoliberalismo.com), la publicación anual de The Wall Street Journal
y la Heritage Foundation. Todos los intelectuales de nuestro continente
deberían tener este libro (está en español) y reflexionar sobre su
contenido. El Indice tiene estudios sobre 179 países, donde se analizan
10 índices diferentes de libertad económica, desde la financiera y
comercial hasta la laboral. Según muestra el Indice, los países más
libres son los más prósperos. Los menos libres, los más pobres. Entre
los más libres están Hong Kong, Singapur, Australia, Irlanda, Nueva
Zelanda, EEUU y Canadá. Entre los menos libres están Corea del Norte,
Eritrea, Birmania, Cuba, Zimbabwe y Corea del Norte. De 179 países,
Venezuela es el número 174, Cuba el 177.
Estamos atravesando una recesión mundial. En EEUU los subsidios del
gobierno federal a las hipotecas, con el objetivo de combatir una
supuesta ''discriminación'' contra prestatarios de alto riesgo, llevaron
a una burbuja en los precios de las casas y las hipotecas. Cuando la
burbuja explotó, el pánico del crédito se extendió a toda la economía y,
posteriormente, a todo el mundo. Ahora muchos analistas pretenden
echarle la culpa a la ''desregulación''. En realidad, las instituciones
financieras que cometieron los principales errores están entre las más
reguladas del mundo. El problema está en la mala regulación, no en su
falta. Esto, sin embargo, le está dando pretextos a los enemigos de la
libertad en todo el mundo. Seguir sus recomendaciones sólo prolongaría
innecesariamente la recesión.
Los venezolanos deberían promover una reunión internacional en Caracas
para discutir la temática del Indice. Sería una discusión teórica, no
política, que pudiera ayudar a vincular a destacados intelectuales
norteamericanos con la problemática latinoamericana. La lucha política
por sí sola es insuficiente. En América Latina, la lucha fundamental es
la lucha de las ideas.
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/359634.html
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