2007-08-10.
Eduardo Menéndez, Periodista Independiente
Camagüey, 10 de abril, del 2007. "Los pobres y los muertos son una misma
cosa." Escuché esta frase por primera vez cuando era un niño, no la olvidé
nunca. Parece que mi subconsciente infantil me reconoció en la primera
categoría de la muerte. En mi largo trayecto recorrido pobre por la muerte
vivo, la he oído decir de distintas maneras.
"Nadie se parece más a un muerto que un pobre."
"Los muertos y los pobres son familia."
"El pobre es hermano del muerto", etc. etc.
Muchos creen que a la muerte le da lo mismo que lo entierren o se lo echen a
las Auras. No es cierto. Los buenos muertos desean que sus pobres seres
queridos, muertos vivos, queden en la paz de la muerte viva, como ellos
estarán en la paz de la muerte muertos.
Para saber más de lo que piensan y sufren los muertos, esos que ya no
respiran, tendríamos que conversar con ellos.
Los pobres, muertos parecidos al muerto, sufren, pero sólo de privaciones,
incomodidades y esperanzas. Sí, porque la esperanza sin esperanzas… duele.
¿De qué sufren los muertos, muertos?
De nada – diría cualquier indolente materialista.
Sin embargo, sí sufren, sufren del olvido y la indeferencia de los vivos. Y
sufren del sufrimiento de sus familiares que no pueden cuidarles y
atenderles en una última y eterna morada decorosa, frente a la cuál poder
sentarse a conversar un rato con ellos; y luego, dejándoles en el aire un
beso, depositarles flores.
No sé si alguno de los buenos muertos cubanos ignoran que sus queridos
familiares no les pueden conservar bonitas sus tumbas. Y si saben que los
muertos que quedaron vivos cuando él partió, tampoco pueden reparar las
casas, casuchas, cuartos bochinches donde creen que todavía están vivos.
Muchos muertos sí. Muchos se fueron sabiendo en las difíciles condiciones de
hogar y de vida en la que quedaba su familia.
Es posible que alguno se fuera, sin imaginar que ya se iría y sin quererse
ir todavía, pero la impotente mortificación que sufrió cuando le pusieron la
cuantiosa multa, o le tumbaron la cocinita, por aquí y por allá… Esa
mortificación… se lo llevó. Tal vez no sepa aún que ya se fue.
Otros muchos muertos que mueren en precarias casas, en las que muertos
vivían, se marchan seguros de que su "buen gobierno" los entierra gratis. Lo
que no saben es si su último bajareque también se moja, está lleno de
insectos y roedores, o en peligro de derrumbe.
Los muertos no pueden…
Si algún Politicastro extranjero, de esos que vienen a Cuba a besarse con el
gobierno y dicen ser amigos del pueblo…
Si algunos de esos Politicastros, repito, desea ser amigo de los muertos
cubanos… yo lo invito.
Lo llevaré por los barrios de todo el país y les presentaré a los pobres…
Después, si ese amigo gusta, como gustaba el Gran Garrik, famoso y triste
actor de la Inglaterra que hacía reír y él, lloraba de la quietud del Campo
Santo, si gusta de la soledad y la tristeza lo llevaré de visita a un
cementerio...
Estamos en Camagüey, parados frente a la Iglesia del Cristo, en el Parque de
Cristo y detrás de la Iglesia tenemos el Cementerio. A nuestra mano derecha,
como saliendo de un costado de la Iglesia donde exactamente está el Altar de
Cristo, vemos una robusta arcada. Y allí, en lo más alto, a relieve, una
frase nos pide respeto y silencio: "Paz eterna a los que aquí reposan."
Entramos. Inmediatamente doblamos a la izquierda. ¡Cuidado! Esa es la tumba
de Dolores Rendón. Lea su epitafio:
Aquí Dolores Rendón
Finalizó su carrera
Ven mortal y considera
Las grandezas cuáles son
El orgullo y Presunción
La opulencia y el Poder
Todo llega a fenecer
Pues solo se inmortaliza
El mal que se economiza
Y el bien que se puede hacer.
Es la huella del amor que un humilde barbero padeció por una bella Camagüeya
piel canela que, según se cuenta prefería los cuellos con corbata y las
sonrisas con dinero.
Murió Dolores Rendón viejita y sola.
El fiel enamorado conservó su amor intacto y desde la grandeza de ese amor,
solitario y triste, le dio cristiana sepultura.
Y la inmortalizó en sus versos para la inscribirla en la página de las
Leyendas Camagüeyanas.
Sobre el pedestal de la escultórica cruz, manos anónimas del pueblo le
mantienen flores.
No sabemos si por Dolores, por el Barbero, por los dos, o por la Leyenda.
Seguimos ahora a la derecha, solamente unos cuantos pasos miramos a la
izquierda y vemos: la majestuosa y narmólea sepultura del Mayor Ignacio
agramente… no tiene flores. '
Desde donde estamos abrimos la mirada en un recorrido panorámico y ya vemos
capillas y osarios que nos remiten a otros tiempos, otros dueños, otras
familias y apellidos.
Un poco más allá, mirando en abanico, se nos ensucia la mirada con el
naranja oscuro, claro y desgastado del ladrillo desnudo.
Si no le teme a las cucarachas, avanzamos. No se asuste… De esa tumba rota,
no salen muertos… y si cae en ella nada le sucede, no es profunda… está
llena de escombros.
¡No se acerque a esa estructura! No ve la advertencia: peligro de derrumbe.
Mire esta otra… Las cucarachas saben mucho… vio como se esconden.
Sí, haga algunas fotos, pero con discreción… le pueden acusar de
Peligrosidad Social… Propaganda Enemiga o la más de moda… Mercenarios del
Imperialismo.
Ahora cuando salgamos recorreremos el famoso Casco Histórico del Viejo
Puerto Príncipe.
Se irá Ud. feliz de haber conocido a El Camagüey y de llevar en su cámara
fotográfica cientos de letreros:
Camagüey, Cada Día una Obra Mejor
Llegue a su país y publique que conoció un pueblo Digno, Heroico,
Resistente, Anti Imperialista. Pero no deje afuera esta coletilla. Diga que
es mía: "No reparan ni pintan sus casas. Ni siquiera las tumbas de sus
muertos, alegan que ni lo muertos ya son suyos".
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=11130
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