'Breve historia de Cuba: las causas del presente' (segunda parte)
OLGA CONNOR
Especial/El Nuevo Herald
Aun para los versados en la historia de Cuba la Breve historia de Cuba,
de Jaime Suchlicki (Pureplay Press), provee en cada capítulo motivos
para la reflexión, sobre temas en los que uno no había pensado, aunque
hubiese estudiado con los mejores historiadores de la isla, como
Fernando Portuondo del Prado y Leví Marrero. Fueron ellos los que me
enseñaron a apreciar la historia basada en la investigación, para poder
analizar correctamente el conjunto de los sucesos y también los
detalles, los hilos con que se formó el tejido políticosocial.
Desde el comienzo de la colonia, escribe Suchlicki, La Habana se
convirtió en ciudad importante, por las flotas que hacían escala en el
puerto. En el capítulo La nueva colonia se puntualiza que el gobernador
de la isla de Cuba recibió el título de Capitán General para tener rango
similar a los comandantes de esas flotas. También aprendemos que en 1607
Cuba fue dividida en dos provincias, Santiago en la parte oriental y La
Habana en la occidental, con dos gobernadores, y aunque el de La Habana
tenía el mando militar, el de Santiago era independiente. Pienso que
esta división ha sido políticamente determinante: Oriente siempre ha
competido con Occidente.
El azúcar fue otro determinante de la vida en la isla, hasta
recientemente en que ha cesado como industria. En 1523 la Corona dio
instrucciones para construir un central azucarero. Fue una señal, aunque
no tuvo eco profundo hasta los siglos XVIII y XIX cuando el cultivo de
la caña y la producción del azúcar creció en detrimento de otros
cultivos. Y con ello la población de negros esclavos, que en 1544 eran
800 contra una población indígena de 5,000 habitantes y una española de
660, pero en 1817 constituían el 57 por ciento de la población. Muchos
pudieron eventualmente liberarse con el fruto de su trabajo, lo que
creó, según el autor, ''una sociedad única en su género'', que fue
integrándose a la sociedad blanca por la actitud benevolente de los
españoles y de la Iglesia, en contraste con las colonias azucareras
británicas o francesas en el Caribe.
El tabaco fue la otra industria importante, por la demanda en Europa y
la fertilidad del suelo en las vegas occidentales. Pero España impuso un
monopolio gubernamental que limitaba las ganancias de los tabacaleros.
Ya en 1740 la Compañía Real del Comercio entregó el comercio de toda la
isla a unos pocos comerciantes en Cádiz y La Habana. Así fue cómo la
sociedad cubana en la época colonial se formó a base de los
privilegiados propietarios de la ganadería, el tabaco y el azúcar, los
cuales influían grandemente en la política. En segunda categoría social
quedaban los pequeños terratenientes, los artesanos, los mercaderes de
las ciudades, etc. El obrero agrícola y los negros y mulatos libres
ocupaban un nivel inferior, pero por encima de los esclavos.
En 1762, con la toma de La Habana por los ingleses se abrió todo el
comercio, lo que pronto develó un mercado natural: Estados Unidos.
Aunque fueron solamente 11 meses de ocupación, los habitantes de la isla
comprendieron las ventajas de tener este vecino. El siglo XIX se inició
como ''el siglo de oro'' en Cuba, por la prosperidad derivada de la
industria azucarera que había encontrado nuevos mercados.
La Sociedad Económica de Amigos del País, fundada en 1792, fue un avance
en la toma de conciencia de un grupo de criollos. La idea de la
nacionalidad comenzaba a forjarse. José de la Luz y Caballero, Félix
Varela, José Antonio Saco y Francisco de Arango y Parreño, uno de los
fundadores, eran asiduos. Todo esto lo discute y fundamenta Suchlicki de
modo idealmente sucinto. Presenta y define el anexionismo, un concepto
atado a la idea de mantener la esclavitud en Cuba; el reformismo, que
exigía reformas de España y el movimiento independentista, definitiva
solución, porque las anteriores no recibieron el respaldo de Estados
Unidos o de España.
En el capítulo La colonia se rebela se explican las razones del fracaso
de la Guerra de los Diez Años: las divisiones internas de los rebeldes,
la disciplina férrea de los españoles y la frialdad de Estados Unidos,
que ansiaba que España les vendiera la isla. Al sufrir el fracaso en
1878, muchos se volcaron al autonomismo: que significaba seguir bajo el
poder español, pero con autonomía política y económica. Como España
desperdició esa oportunidad, la única salida que tuvieron los criollos
fue buscar la independencia y un líder natural surgió para dirigir la
nueva guerra: José Martí, quien fundó el Partido Revolucionario Cubano
en Nueva York en 1892.•
olconnor@bellsouth.net
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