SOCIEDAD
Corrección y curiosidades ideológicas
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - Uno de los rasgos más
característicos de la vida en Cuba es el divorcio entre los intereses
populares y los del estado-partido. Este desencuentro histórico es una
de las principales singularidades del rejuego social cubano en las
últimas cuatro décadas.
Pocos recuerdan que en los años 70, del siglo pasado, no estaba
autorizado poner en el sistema de audio de las unidades de las Fuerzas
Armadas y del Ministerio del Interior la música de Silvio Rodríguez y la
de Pablo Milanés.
Por aquella misma época se prohibió radiar música de José Feliciano y de
Julio Iglesias. Bueno es recordar que casi desde 1959 se eliminó la
música en inglés. Desde el rock and roll hasta el jazz, pasando por el
blue y hasta las baladas de Nat King Cole. Esto incluyó a los Beatles,
los Rolling Stones y a todas las bandas de rock inglés y norteamericano
en los sesenta y los setenta.
Todo esto, claro está, se sumaba a los artistas cubanos vetados por
haberse marchado del país. Blanca Rosa Gil, Rolando Laserie, Orlando
Vallejo, Orlando Contreras, la orquesta Fajardo y sus estrellas, Celia
Cruz y un honrosísimo etcétera.
La corrección ideológica -corrección al fin- debió ser y efectivamente
fue, punitiva y expedita. Cuando algo irritaba al "más alto nivel",
simplemente desaparecía en un plazo inferior a las 24 horas de ser
anatematizado. No importa si en público o en privado. Así de sencillo.
En esta cuerda, recordemos al fallecido "Pello el afrocán" y su ritmo
"Mozambique". Pello disfrutó de una popularidad sin precedentes durante
su momento en los 60. Tenía una orquesta en que predominaba la percusión
cubana y los metales. Como elemento novedoso en su tiempo, incorporó a
varias bailarinas a la orquesta. Estas también alcanzaron una amplia
popularidad.
Un buen día, nadie sabe a ciencia cierta por qué, Pello desapareció de
los escenarios y pequeñas pantallas, junto con su orquesta y sus
bailarinas. No hubo información a la población, sólo rumores y
especulaciones. El negro era demasiado popular.
Por aquella misma época causaban furor Los Zafiros. Se trataba de un
cuarteto con la estructura y el timbre típico de agrupaciones de ese
tipo, originarias de los Estados Unidos. Los Zafiros consiguieron una
original síntesis de las influencias foráneas con el acervo popular
autóctono y simplemente triunfaron.
Luego de algunas exitosas giras internacionales y alguna que otra
declaración de alguno del grupo, con un carácter más o menos
controversial, cayeron. Fue una caída dramática que implicó el
aniquilamiento social e incluso físico de alguno de sus integrantes. El
caso incluyó además un exilio y un regusto amargo que continúa flotando
en el recuerdo de sus melodías.
Algunos actores e incluso actrices han sentido en carne propia el
inmenso costo de la popularidad. Este fue el caso de Manolo Gómez,
Salvador Blanco y Sergio Corrieri.
Allá por los 70, una telenovela cautivó al público. "Doña Bárbara", de
Rómulo Gallegos fue adaptada para la pequeña pantalla. Los roles
protagónicos fueron encomendados a la veterana Raquel Revueltas, como la
Doña y a un galán poco conocido, Manolo Gómez, como Santos Luzardo.
Está de más decir que Gómez salió en un plazo muy breve de su anonimato.
Con esta novela, bebió la miel de una indiscutida popularidad. Poco
después lo perdió todo. En el caso intervino el finado ex ministro del
Interior, José Abrantes Fernández. Dicen que se trató de un oscuro
asunto de faldas.
Manolo Gómez acabó trabajando como peón caminero hasta que logró
abandonar el país. Su lamentable experiencia, al igual que la película
del sábado, tuvo sexo, lenguaje de adultos y escenas de violencia.
Otro ejemplo de lo mismo, lo tuvimos en Salvador Blanco. Salvador
conoció el laurel del favor popular allá por los 80. Integró un equipo
de jóvenes actores, encargados de la animación de un programa de
participación con un alto rating. Para Bailar fue el programa que lo
consagró.
Según declaró años más tarde desde su exilio en Miami, tuvo un pequeño
altercado. Blanco hizo un mal cálculo sobre el peso del favor popular
que disfrutaba. Afirmó en el lugar, momento y en presencia de quien no
debía, ser tan popular como la primer figura política del país. Esto le
costó su exitosa carrera y una temporada en prisión. ¡Cosas de mi país!
Sergio Corrieri alcanzó su climax a finales de los 70. Una serie
dirigida a promover la imagen de la policía de Seguridad, le lanzó a la
más delirante popularidad. Era el mimado de todas las damas. El macho
por antonomasia. Interpretó a "David" el paradigma del seguroso.
Las cuatro partes de la serie "En silencio ha tenido que ser" le
promovieron y a la vez promovieron al Ministerio del Interior y su
Seguridad del Estado. Cuando el actor disfrutaba de esta inusual
popularidad, fue "promovido". Salió de la escena hacia la burocracia. No
actuó más y se convirtió en funcionario. Tuvo suerte, dirán algunos. Hoy
es otro anciano atado a su rutina y temeroso de su futuro.
En Cuba, desde siempre fue tabú ser antipático o pesado como solemos
decir por acá. Desde 1959, se incorporó -como riesgo adicional- ser
demasiado popular.
Este trabajo no pretende explicar las razones de las muchas sinrazones.
Eso le corresponde a los explicadores y justificadores oficiales. Sólo
hacemos una pequeña relación de algunos de los objetos de corrección
ideológica más significativos.
Ser demasiado popular trajo -y aín trae- aciagas consecuencias. Desde
Dios -fue muy popular- hasta el último oricha. Desde las melenas hasta
la minifalda. Todo les molestó y les molesta, en mayor o menor
proporción. Que lo digan Jorgito Martínez y Gloria Torres, Pedro Luis
Ferrer o el rockero Gorki. No cambian ni lo harán nunca. De esto, doy fe.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/feb06/22a6.htm
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