Posted on Sun, Feb. 26, 2006
Cuando Castro da base por bolas
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Las autoridades deportivas cubanas optaron por interrumpir este mes el
programa de la 45ta. Serie Nacional de Béisbol para asegurar la
preparación de los 60 peloteros preseleccionados con vistas al Primer
Clásico Mundial (WBC), que arranca en Tokio la semana entrante.
La parábola no podría ser más ilustrativa sobre los reposicionamientos
inevitables en el deporte cubano: un torneo de béisbol profesional
determinando el curso de las acciones en el noble y desinteresado
béisbol revolucionario. A ningún espectador que en 1961 asistió a la
despedida de la poderosa Liga Cubana y del béisbol profesional de los
predios nacionales, se le hubiera ocurrido semejante viraje futuro en
menoscabo del torneo amateur que el propio gobernante Fidel Castro se
esmeraba en presentar como ``el tipo de pelota sana de verdad''.
Cuba participará en el certamen élite con un equipo que, según el
presidente de la Federación Cubana de Béisbol, Carlos Rodríguez, ''será
el mejor preparado de todos''. El grupo clasificatorio que corresponde a
Cuba se jugará en Puerto Rico a partir del 7 de marzo, junto con la
selección anfitriona, Panamá y Holanda.
La prensa oficial cubana ya ha comenzado a mencionar el Clásico y -- por
primera vez en cuatro décadas -- los nombres de peloteros profesionales
como Roger Clemens, Derek Jeter, Andruw Jones y Carlos Delgado. La
preselección cubana ha organizado incluso juegos de preparación con un
equipo de Nicaragua que por estos días visita La Habana. Para el mánager
Higinio Vélez los cubanos aspiran a realizar ''un papel digno y competir
en buena lid'' frente a los demás contrincantes.
Los aficionados cubanos no pueden estar más entusiasmados: tras largos
años de espera, el béisbol cubano, titular olímpico y mundial, tendrá su
verdadera prueba de fuego ante luminarias de Grandes Ligas. Será la
primera ocasión en 45 años en que los fanáticos de la isla podrán ver un
campeonato con estrellas profesionales en un canal de televisión
nacional, puesto que la censura gubernamental ha impedido transmitir y
mencionar los juegos de Grandes Ligas y, por supuesto, los nombres de
figuras cubanas que triunfan en la mejor pelota del mundo. (Curiosa
estrategia contra el pasatiempo nacional, pues en Cuba se televisan los
campeonatos mundiales de fútbol y los juegos de la Liga Mundial de
Voleibol, que más profesionales no pueden ser).
El régimen de Castro tampoco se puede quejar: ante los amenazantes
reclamos de la Federación Internacional de Béisbol (FIB), las Grandes
Ligas y los organizadores de la eliminatoria en Puerto Rico, el
Departamento del Tesoro accedió a autorizar la participación de Cuba
bajo el acuerdo de que su equipo no sacaría ganancias del Clásico y sus
integrantes apenas podrían recibir un estipendio de $100 diarios.
Al filo de estas incitantes novedades, valdría la pena recordar algunos
pasajes que apuntan a la ''excepcionalidad'' de la participación cubana
en este evento.
La creación del Instituto Nacional de Deportes y Recreación Física
(INDER) en febrero de 1961 decretó la abolición del deporte profesional
en la isla y cimentó las bases para institucionalizar una serie nacional
amateur. No existía aún el embargo estadounidense cuando el gobierno
castrista prohibió que los peloteros cubanos se trasladaran legalmente a
Estados Unidos para participar en las Grandes Ligas.
Desde entonces, la pelota cubana transcurrió al margen del
profesionalismo, que era considerado una lacra de la sociedad
capitalista. Los enfrentamientos con equipos estadounidenses no
profesionales en eventos regionales y campeonatos mundiales se
convertían en batallas políticas y triunfos de la ideología revolucionaria.
Castro consideró que el profesionalismo era expresión de ''la
explotación del hombre por el hombre'' y se negó a que existiera un
mercado donde se vendiera el talento de los peloteros.
Al ponderar la victoria de Cuba frente a Estados Unidos en los Juegos
Panamericanos de Sao Paulo, Brasil, en 1963: Castro afirmó: ``Los
tenemos derrotados. Están derrotados en todo. No pueden competir con
nosotros. Los hemos derrotado en el bloqueo. . . Además esto es un tipo
de pelota sana de verdad, amateur, como un deporte. Esto sí es un
deporte, lo otro era un mercado''.
Como ha apuntado agudamente el profesor Roberto González Echevarría en
su insuperable estudio del béisbol en Cuba (The Pride of Havana, 1999),
``no existe en la historia un jefe de Estado que haya intervenido de
modo tan conspicuo y prolongado en el deporte nacional de su país como
Fidel Castro lo ha hecho con el béisbol en Cuba''.
No deberían pasarse por alto los esfuerzos de comentaristas oficiales
para presentar al Gran Líder como un efectivo lanzador de curvas, capaz
de enfrentar con éxito a equipos de la serie nacional. Repasando la Guía
Oficial de Béisbol de 1965 pueden hallarse observaciones como ésta: ``Y
el Comandante en Jefe se enfrascó en sensacional duelo con los
Henequeneros contando esta vez con el respaldo de los Granjeros. Fidel
no permitió carrera limpia y lanzó cinco entradas tolerando cinco hits y
mostrando un control extraordinario al otorgar una sola transferencia
mientras ponchaba a cinco''.
Con semejantes referencias se comprenderá que el béisbol ha figurado
como factor estratégico de conducción política y ''prueba'' de
superioridad ética. De ahí que la expansión de las series nacionales y
el robustecimiento de la práctica amateur vinieran acompañados por el
más férreo silencio sobre el universo del béisbol profesional y el
desempeño de los cubanos en Grandes Ligas, justamente en años en que las
hazañas de Tony Oliva, Camilo Pascual, Bert Campaneris, Miguel Cuéllar,
Zoilo Versalles, Luis Tiant y Tany Pérez superaban ampliamente todo lo
realizado por sus compatriotas antes de 1959.
La pelota, por tanto, ha estado en el centro de la polémica con Estados
Unidos. Pero también en el juego de la alta política entre La
Habana-Washington.
Como la diplomacia del ping-pong asimilada por la China de Mao Zedong,
en abril de 1971, el gobierno cubano se abrió desde finales de los años
70 a los topes bilaterales de boxeo y béisbol con escuadras amateurs de
Estados Unidos y, posteriormente, acordó realizar sendos partidos entre
la selección cubana y los Orioles de Baltimore en 1999.
Por eso, resulta una ironía colosal que el mismo régimen otrora enemigo
del ''vicio del profesionalismo'' y que aún destierra del panorama
público nacional a todo aquella ''oveja descarriada'' que decida
hurtarle el cuerpo a la alineación oficial para probar su suerte en
Grandes Ligas, puje ahora por mostrarse en un ámbito que, por esencia,
le resulta éticamente ajeno.
No vale la pena responder al argumento de que el deporte no tiene nada
que ver con la política en un país donde los nombres de Bárbaro Garbey,
René Arocha, Orlando El Duque Hernández, Liván Hernández, Yunieski
Betancourt o José Ariel Contreras (a quien Castro calificó de titán y
patriota tras su victoria en Baltimore) son tabúes, sepultados por la
historia oficial.
Que Cuba tiene derecho a ser incluida en el Clásico no se pone en dudas.
Lo que resulta realmente inadmisible es que las mismas instituciones que
protestaron enérgicamente cuando Washington anunció que no otorgaría
permiso a Cuba, no hayan tenido siquiera la iniciativa negociadora para
reclamar a La Habana que permita la integración de un equipo plural y
abierto a la participación de los peloteros que viven y juegan fuera de
la isla.
A diferencia de los restantes 15 conjuntos en competencia, la
representanción de Cuba será la única donde no habrá cabida para sus
talentos de Grandes Ligas, por no mencionar el derecho que también le
asistiría a otros peloteros activos nacidos en Cuba como Rafael Palmeiro
o Alex Sánchez.
Pero las ''exclusiones cubanas'' suelen admitirse en estos tiempos sin
alarmar al mundo. Mucho menos cuando se trata del juego de Cuba.
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/magazine/13963005.htm
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