Recordando la creación de un mito
Fidel Castro aprovechó el paso del huracán Flora por Cuba, en 1963, para
presentarse en una dimensión mítica semejante a los personajes bíblicos
Redacción CE, Madrid | 08/10/2016 11:57 am
Con el título Fidel, un cazador de huracanes, el periódico Juventud
Rebelde dedica un artículo —no recordatorio sino apoteósico— sobre el
recorrido de Fidel Castro por la zona oriental de Cuba tras el paso del
huracán Flora, durante los primeros días de octubre de 1963.
"'¡Llegó Fidel, ahora sí estamos salvados!'. Eran los gritos alegres y
entre llantos de quienes, con las manos alzadas desde techos o
caballetes de casas ahogadas, veían sobrevolar un helicóptero por Cauto
del Paso, Granma".
Con ese párrafo se inicia un texto donde cada palabra solo intenta
destacar a Fidel Castro como figura mítica en todo sentido: desde
fortaleza física hasta bondad indetenible. Fidel nada mejor que nadie,
duerme menos que nadie, guía mejor que nadie; entrega a las víctimas del
huracán hasta las botas que lleva puestas, y resuelve todos los
problemas al instante.
"Fidel ha seguido el paso del huracán con cuantos medios encontraba por
el camino, pues las grandes inundaciones lo obligaban a ir cambiando.
Primero en auto, después en yipi, en camión, más tarde en anfibio, y por
último a nado, ayudando a algunos compañeros que con él se hallaron en
situaciones críticas, casi a punto de ahogarse, luchando en el agua con
alambres del tendido eléctrico, unas cámaras y un bote", escribió el ya
fallecido comandante Juan Almeida y cita ahora el texto de Juventud Rebelde.
El ciclón Flora brindó una oportunidad única a Castro. No solo en lo
personal —tenía 37 años y ninguna necesidad de demostrar, como Mao
Zedong a los 73 años, su salud, fortaleza física y capacidad de nadador—
sino sobre todo en el intento de alcanzar una dimensión que busca la
comparación bíblica. Había salido victorioso de una guerra civil y
participado en mil conspiraciones; sobrevivido nacional e
internacionalmente, aprovechando las condiciones de la guerra fría;
conquistado la popularidad y la atención mediática mundial; embelesado a
los intelectuales más diversos. Pero faltaba aún la dimensión mítica que
en el Caribe proporciona un huracán.
Flora pasó entonces, de una calamidad a una conquista, y Fidel se
convirtió en el conquistador de la naturaleza. Por supuesto nada de ello
fue así, y mientras el ciclón azotaba la parte oriental del país él
estaba a buen resguardo en La Habana. Sin embargo, lo ocurrido se
convirtió en un esquema repetido una y otra vez, y que luego se acuñaría
en una frase: "convertir el revés en victoria". La destrucción
inevitable, causada por un fenómeno natural, transformada entonces en
decenas de proyectos disparatados para "doblegar la naturaleza", que con
los años resultaron más perjudiciales que beneficiosos: desde presas mal
colocadas y peor construidas hasta proyectos de siembra de "cortinas
rompevientos" que nunca germinaron.
A la vez, el recorrido de Castro por las zonas afectadas tras el paso de
Flora convirtió a los futuros ciclones, que afectaron, o simplemente
amenazaron la Isla, no solo en enemigos —en términos bélicos—, sino en
adversarios que el Comandante en Jefe se dedicaba a analizar minuto a
minuto, como si dirigiera un combate. Y entonces dejaron de ser
fenómenos atmosféricos.
La retórica militar —repetida una y otra vez para encasillar el paso de
la tormenta— evidenciaba un afán de enfrentamiento. Para Castro el
ciclón era un enemigo que si bien no podía dominar y guiar, al menos
tenía que impedir que se convierta en el protagonista de la historia. El
gobernante permanecía en el puesto de mando, e interrumpía, contradecía
o rectificaba lo que hablaba el jefe del Centro de Pronósticos del
Instituto de Meteorología.
Al tocar tierra cubana, un ciclón pasaba a ser un hecho político: una
irrupción momentánea que al final se resumía en una reafirmación del
poder central. Había que esperar entonces que la ocasión no fuera pasada
por alto, que se produjera un comunicado del mandatario. Se trataba de
un hecho demasiado significativo, y lo que ocurriera o no, y la forma en
que lo reflejaba la prensa oficial, daba lugar a las más diversas
especulaciones
Por fin, a finales de agosto de 2006, los cubanos se enfrentaron al
hecho —para ellos "insólito" hasta entonces— de que un ciclón era… un
ciclón.
Gracias a la enfermedad que alejó del poder cotidiano a Fidel Castro, la
atención de los residentes de la Isla pudo concentrarse libremente en el
último pronóstico meteorológico y la opinión de los expertos.
Ahora finalmente la leyenda de un "Fidel, cazador de huracanes" se
limita a las páginas del segundo diario en importancia del país.
Recuerdo de hoy, olvido de mañana.
Source: Recordando la creación de un mito - Noticias - Cuba - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/recordando-la-creacion-de-un-mito-327059
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