Friday, October 07, 2016

El arte de la alarma, de nuevo

El arte de la alarma, de nuevo
Entre el espectáculo y presagios siniestros, el paso o la amenaza de un
huracán en Florida se ha convertido en un negocio anual para bodegueros,
ferreteros y políticos
Redacción CE, Madrid | 07/10/2016 2:53 pm

Una vez más, la prensa y los políticos de Miami se lanzaron a tratar de
sacar el mayor provecho posible ante la amenaza de la llegada de un
huracán. Difícil precisar si era más risa que espanto lo que provocaban
las imágenes del alcalde del Condado Miami-Dade, con rostro preocupado,
rodeado de policías —¿pensaron en algún momento en detener al ciclón?— y
una traductora de lenguaje de signos al frente, advirtiendo a todos y
paralizando por completo a la ciudad por un día. Lo mejor es que siempre
estuvo acompañado —en un segundo plano, pero conspicuo— por un
comisionado condal que no hace tanto fue arrestado por conducir ebrio su
motocicleta en Cayo Hueso, y luego en el juicio salió absuelto.
La cara seria del comisionado seguro habría irritado a Hemingway, quien
consideraba que la mejor manera de pasar un ciclón era con una botella
de ron a mano. O quizá no. Pero el hombre daba la impresión de estar a
punto de ingresar en "cicloneros anónimos".
Aunque el récord en eso de buscar visibilidad y hacerse importante,
aprovechando un huracán, lo sigue ostentando el gobernador de Florida,
Rick Scott. Su frase del día fue: "This storm will kill you", y había
algo siniestro en el tono. Con su gorra con el letrero de "Navy", Scott
parecía a punto de embarcarse en el portaviones para dirigir la flota
del Caribe contra la tormenta.
Aunque no fue solo una actitud local, condal y estatal. En todo el país
la televisión parecía desesperada por buscar una visión aterradora en el
oleaje de las playas. Lo curioso es que nunca se detenían en un mapa del
tiempo, que mostrara con exactitud el lugar donde se encontraba el
huracán y el alcance de los vientos. Ninguna imagen estática que
permitiera por un minuto percatarse de la situación. Siempre la
apariencia de vértigo, el presagio imponiéndose a la predicción.
Ese énfasis en presentar la tormenta de la peor forma posible, de
convertir una ráfaga de aire en viento huracanado; de tornar una lluvia
ocasional en peligrosa inundación, dominó a la televisión en inglés y en
español de Miami. Transmitiéndose sin cesar, luego de que en días
anteriores todos los canales se dedicaran al objetivo de alterar lo más
posible la vida de los ciudadanos, al punto de que estos se vieran
compulsados a acudir a los supermercados, las gasolineras y las
ferreterías, a gastar el sueldo de la semana, la quincena o el mes.
No se trata de un viejo refrán: "hay que prevenir para luego no tener
que lamentar". Tampoco de pasar por alto las cambiantes condiciones
atmosféricas que afectan el curso, las dimensiones y el poder
destructivo de un ciclón.
La disyuntiva —tanto en este como en otros casos en que existe una
situación de peligro— no se presenta entre informar o no informar a la
ciudadanía. Tampoco se trata de restringir la divulgación de noticias.
Lo cuestionable es la utilización repetitiva de una sola noticia —la
cercanía o lejanía del huracán— para conseguir un elevado nivel de
audiencia.
Más allá de la necesidad de estar bien informado, los ciclones en
Florida —o su amenaza— se han convertido en un negocio redondo para
constructores, ferreteros y bodegueros. Un evento que seguro ya calculan
anualmente, al igual que las ventas navideñas o el regreso a la escuela.
Las graves consecuencias del paso por Florida de cualquier tormenta
tropical obedecen fundamentalmente a dos factores: la pésima calidad de
la construcción de viviendas y el costo excesivo de los seguros de
propiedad.
En vez de enfrentar ambas cuestiones, la prensa y los gobiernos
estatales y locales se dedican a difundir el temor, a fin de mantener a
la ciudadanía entretenida clavando tablas y comprando agua y gasolina, y
que así olviden el exigir responsabilidades.
Cada vez más, la técnica del miedo se está imponiendo peligrosamente en
la sociedad norteamericana. En momentos en que —gracias al desarrollo
tecnológico y económico del país— se pudiera pensar que, como
consecuencia lógica, viviríamos una vida más segura, ocurre todo lo
contrario. Poco falta para que regresemos a la época de realizar
sacrificios e invocar a los dioses ante cualquier tormenta.
Al aparecer un ciclón en las pantallas floridanas, durante días
asistimos al penoso espectáculo de contemplar locutores mostrando cara
de susto; meteorólogos repitiendo una y otra vez los mismos datos; y
gráficos en la pantalla que en lugar de esclarecer parecen destinados a
imponer la presencia de un monstruo incontenible. Un espectáculo
diseñado para anular la capacidad de razonamiento durante semanas.
En toda ocasión que un huracán amenaza Florida, la televisión se ocupa
de alimentar esa ya vieja superstición denunciada por Borges: creer que
en cada momento ocurre algo que debemos conocer. Nos lanza a la calle a
gastar dinero y nos integra en una espera tensa —alargada gracias a la
multiplicación de recursos— en que dependemos y confiamos de cálculos
que son imprecisos por su propia naturaleza.
No hay canal de televisión local que no presente a sus periodistas
realizando su informe bajo una lluvia pertinaz; ofreciendo una ilusión
de peligro por la cercanía de la costa y enfrentando estoicamente el
viento. Mientras el pobre reportero o reportera soporta los embates de
una lluvia más o menos fuerte, los minutos de transmisión se alargan
inmisericordes —durante un huracán, es cuando único se pierde el sentido
de la síntesis y prontitud que caracterizan a las noticias por
televisión— y los presentadores en el estudio insisten con preguntas que
solo tienen como fin el mantenerlo bajo las condiciones más inclementes.
La cámara solo se desvía del rostro, ultrajado por el clima, para
enfocar las ramas de los árboles azotadas por la furia de los elementos.
Todo hecho con el fin único de satisfacer el ansia novelesca de los
espectadores, que en sus hogares observan a buen recaudo.

Source: El arte de la alarma, de nuevo - Noticias - Internacional - Cuba
Encuentro -
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