Simplemente Plaza
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 3 de Julio de 2016 - 09:03 CEST.
El Vedado constituye el núcleo histórico donde se asienta el municipio
Plaza. Su nombre surgió de una prohibición colonial por la cual, debido
a los ataques de piratas y corsarios. Estos atravesaban un monte poblado
de árboles y uvas caletas existente entre la Caleta de San Lázaro, donde
en 1546 se había erigido un torreón como punto de vigilancia, y La
Chorrera, para atacar la incipiente Villa. Y por ello quedó vedado
residir, abrir caminos y establecer cultivos o potreros en el mismo, por
un acuerdo del Cabildo del 10 de diciembre de 1565.
Posteriormente se atenuaron las prohibiciones, y se realizó la primera
merced de un lote para criar ganado a Alonso de Rojas, miembro de la más
poderosa familia de vecinos de la Villa.
A finales del siglo XVI ya existían otras estancias dedicadas a la cría
de ganado y, a principios del siglo XVII, el lugar comenzó a ganar fama
de ser muy saludable, por haberle devuelto la salud al obispo
Almendáriz, quien diera nombre después al río que por allí corría:
Almendares.
En 1646 se construyó en su desembocadura el pequeño castillo de La
Chorrera, que aún existe, y se establecieron varios ingenios azucareros
cerca del río. También se realizaba la extracción de madera de sus
espesos bosques y, más tarde, en el siglo XVIII, comenzó la explotación
de las canteras de Medina, que suministraban la piedra de sillería para
las edificaciones en la ciudad.
En ese momento se construyeron en su cercanía 30 chozas de embarrado
para que pudieran guarecerse quienes trabajaban en las canteras. Más
tarde, la firma Fernández, Dupierris y Co. trajo chinos contratados para
estos trabajos y los alojó en barracas que construyó en los alrededores.
La fundación del barrio comenzó realmente en 1836, cuando las familias
Sigles y Espinosa recibieron cinco caballerías de tierra en el lugar,
como indemnización por los terrenos que les habían sido expropiados con
objeto de construir la muralla de la ciudad.
Sin embargo, la creación de El Vedado como tal comenzó en 1858, al
aprobar el Ayuntamiento la parcelación de la estancia El Carmelo, que
comprendía desde el río, las actuales calles 21 y Paseo y la línea de la
costa, en un total de 105 manzanas, adquiriendo mayor impulso cuando, en
1859, el famoso economista y publicista Conde de Pozos Dulces y sus
hermanas obtuvieron la parcelación de la finca El Vedado, originalmente
en 29 manzanas, entre las actuales calles G y 9 y los antiguos terrenos
de El Carmelo. El Vedado pronto sustituyó a El Cerro, como asentamiento
de las familias pudientes.
El Vedado, a diferencia de otros asentamientos de crecimiento espontáneo
(El Cerro y Jesús del Monte), fue el primer barrio habanero (aún no se
le denominó reparto) que se creó y desarrolló según normas
reglamentarias y de planificación, con manzanas de 100 metros por cada
costado y el uso de números y letras para denominar sus calles. La
calle Línea fue la primera en trazarse, y por ella comenzaron a circular
tranvías tirados por caballos.
En El Vedado, desde 1868, se comenzó a jugar el béisbol, y se estableció
un terreno con glorieta para los espectadores en la manzana de las
calles Línea, Calzada, G y H. También se establecieron en la costa los
baños de mar El Progreso, frente al comienzo de la calle F y, hacia
finales de la dominación española, los de Las Playas, frente a la calle
D, y los de Carneado frente a Paseo. En 1883 se edificó el lujoso Hotel
Trotcha en Calzada entre Paseo y calle 2.
Con la instauración de la República, El Vedado adquirió aún más fama,
pues muchos de los jefes libertadores, al recibir su paga por los años
de servicio durante la guerra de independencia, compraron terrenos y
levantaron sus casas en él. Después se llenó de chalets, palacetes y
residencias y, posteriormente, de edificios, establecimientos de todo
tipo, escuelas, centros culturales, clubes, cabarets y muchos otros,
llegando a convertirse, en la década de los años 50, en el centro de
diversión más concurrido de la ciudad, acaparando la mayor parte de su
vida nocturna.
Como extensión de El Vedado se desarrollaron Príncipe, los denominados
ensanches, el Nuevo Vedado y La Dionisia, un asentamiento de familias
pobres entre el cementerio de Colón y el cementerio Bautista, utilizando
los terrenos de las fincas allí existentes al ser parceladas.
El municipio Plaza incluye los repartos Plaza, Príncipe, Vedado,
Aldecoa, Ayestarán (parcialmente), Ensanche de La Habana, Ensanche del
Vedado, Hidalgo, La Dionisia, Nuevo Vedado y Puentes Grandes. Se
encuentra enclavado entre Malecón y calle 23, La Puntilla, río
Almendares, Calzadas de Puentes Grandes, Ayestarán e Infanta. Sus
calles, calzadas y avenidas principales son 23, 17, 12, L, M, N, O,
Calzada, Línea, Malecón, Paseo, G (Avenida de los Presidentes), Zapata,
Carlos III (parte), 26 y otras.
Dentro del municipio existen edificaciones de la época colonial como el
Fuerte de Santa Dorotea de Luna de La Chorrera (1646); el Castillo de El
Príncipe, edificado entre 1767 y 1779 en la llamada Loma de Aróstegui;
la Quinta de los Molinos; las casas de los marqueses de Avilés, de
Nicolás Alfonso, de Cosme Blanco Herrera, de Antonio González Curquejo,
de Juan Bautista Docio, de la familia Loynaz del Castillo (en ruinas); y
las iglesias de El Carmelo y de la Santísima Virgen del Carmen (en ruinas).
Estas construcciones se deben a los arquitectos, ingenieros y maestros
de obras Juan Bautista Antonelli, Agustín Crame, Silvestre Abarca, Luis
Huet, Manuel Pastor, Félix Lemau, Mariano Carrillo de Albornos y otros
no recogidos por la historia.
Durante la República se edificaron, entre otras, las casas de Fausto G.
Menocal, Orestes Ferrara, Luis N. Menocal, Juan Gelats, Condesa de
Loreto, José Manuel Cortina, Fernando Ortiz, José Gómez Mena (después de
la Condesa de Revilla de Camargo), Juan Pedro Baró y Catalina Lasa,
Pablo González de Mendoza y Paulino Ingelmo. Se construyeron la iglesia
de San Juan de Letrán y la Parroquia de El Vedado; la Universidad de La
Habana; el Instituto de Segunda Enseñanza de El Vedado; el colegio De La
Salle de El Vedado y la Universidad Social Católica San Juan Bautista y
Academia Comercial De La Salle en el Nuevo Vedado; los colegios de los
Hermanos Maristas (Avenida de Boyeros), Baldor, Trelles, Arturo
Montori, Teresiano, St. George´s, Saint Joseph, La Luz y del Apostolado
y la Havana Business Academy.
También se construyeron en los años republicanos los hoteles Nacional,
Presidente, Habana Hilton, Habana Riviera, Capri, Colina, Vedado,
Saint's John y Victoria. Así como los edificios Alaska (demolido ya),
López Serrano, Radiocentro, Ambar Motors, Retiro Médico, Retiro
Odontológico, FOCSA, Naroca, Olimpic, Someillán 1 y 2, las torres de
Línea, los edificios de la Plaza Cívica y otros.
Fueron construidos también durante la República los hospitales General
Calixto García, Pedro Borrás Astorga (demolido ya), América Arias,
Oncológico, Nefrológico, Reina Mercedes, Joaquín Albarrán y El Sagrado
Corazón, el Instituto de Cirugía Ortopédica, las clínicas Antonetti,
Fundación Marfán y el Centro Médico Quirúrgico.
Igualmente, los cines y teatros Auditorium, Nacional, Trianón, Warner
(Radiocentro), Riviera, Rodi, 12 y 23, Arte y Cinema La Rampa, Acapulco
y otros. Y entre clubes y embajadas: la Casa de la Comunidad Hebrea y el
Centro Sefardista, la Embajada de los Estados Unidos, los clubes Vedado
Tennis Club, Maxim, Tikoa, Turf, Atelier, Club 21, La Zorra y El Cuervo,
Imágenes, La Red y Monseñor, el cabaret Montmartre (en ruinas).
El Vedado republicano estuvo lleno de restaurantes: Pekín, Centro Vasco,
El Jardín, Mandarín, La Roca, La Torre, Emperador, Polinesio, Potín,
Hong Kong, Rancho Luna y Castillo de Jagua.
El municipio Plaza contiene tres cementerios: el de Colón, el chino y el
bautista.
Es zona de jardines y parques: los Jardines de La Tropical, los parques
del Maine, Medina, Gonzalo de Quesada (antiguo Villalón), Víctor Hugo,
Mariana Grajales, Zoológico de La Habana, José Martí, Acapulco, de la
Universidad y otros.
Debe señalarse también, por su importancia, la existencia de dos túneles
bajo el río Almendares.
Plaza no se caracterizó nunca por poseer instalaciones industriales.
Entre las pocas que existieron en su territorio actual, pueden señalarse
Aceites Vegetales S.A., fabricantes del aceite El Cocinero, hoy
convertida la instalación en un centro cultural, bar y restaurante; la
Papelera Moderna S.A. (desactivada y convertida en un almacén de
medicamentos); y los astilleros junto al río Almendares, convertidos
después en los Astilleros Chullima.
Todas sus edificaciones se deben a decenas de arquitectos, ingenieros y
maestros de obras. Entre ellos, Pedro Martínez Inclán, Leonardo y Luis
Morales Pedroso, José F. Mata, Joaquín Emilio Weiss, Aquiles Capablanca,
Francisco Centurión, Víctor Manuel Morales de Cárdenas, Herminio
Lauderman, Ernesto Gómez Sampera, Enrique Govantes Pemberton, Ricardo
Porro, Manuel de Tapia Ruano, Frank Martínez, José Pérez Benitoa, Rafael
de Cárdenas, Antonio Boada, Lorenzo Gómez Fantoli, Eugenio Rayneri,
Emilio Cosculluela y Juan Tosca. Así como los profesionales agrupados
en firmas como Morales y Mata (después Morales y Cía), Moenck y
Quintana, Govantes y Cabarrocas, Arroyo y Menéndez, Max Borges e Hijos,
Mira y Rosich, Arellano y Batista, Ratecas y Tonarely, Harrison y
Abramovitz , Welton Becket & Associates, McKim Mead and White,
Cristofól y Hernández Dupuy, Junco, Gastón y Domínguez y Rubio y Pérez
Beato entre otras.
Deben señalarse, por su importancia, los maestros de obra Ramón Magriñá
y Jaime Cruanyos, autores de los hermosos Jardines de La Tropical, hoy
en estado ruinoso.
También en el municipio existen obras artísticas de los escultores y
pintores Giovanni Nicolini, Elbert Peets, Fritz Weigel, Mario Joseph
Korbel, Moisés A. de Huerta, Teodoro Blanco Ramos, Sergio López Mesa,
Alfredo Lozano Peruga, Jilma Lidia Madera, Sergio Calixto Martínez
Sopeña, Rita Longa, Domingo Ravenet, Tomás Oliva González, Aurelio
Melero, Hipólito Hidalgo de Caviedes, Mariano Rodríguez, René
Portocarrero, Wifredo Lam, Juan José Sicre, Amelia Peláez, Tony López y
Florencio Gelabert entre otros.
A pesar del visible deterioro de algunas de sus edificaciones, de la
conversión de muchas residencias en ciudadelas, de la pérdida de algunos
importantes inmuebles y del estado caótico en que se encuentran muchos
de sus edificios altos por falta de mantenimientos, el municipio Plaza
no es de los más afectados por los años de indolencia y abandono
gubernamental.
Todavía en muchos de sus repartos se respira el aire de bonanza que lo
caracterizó durante los años de la República que, sin dudas, fueron los
más esplendorosos. Hoy han aparecido en su rescate numerosos negocios
privados, principalmente en el giro gastronómico, que lo han hecho
renacer, dándole algo de vida a sus noches.
Source: Simplemente Plaza | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1467491843_23554.html
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