Thursday, April 21, 2016

Sociedad civil en Cuba: hacia el empoderamiento

Sociedad civil en Cuba: hacia el empoderamiento
L. CORRALES / J. E. RODRÍGUEZ | La Habana | 21 Abr 2016 - 2:40 am.

El 17 de diciembre representa día de milagros y de promesas para los
devotos de San Lázaro, el santo más venerado entre los cubanos después
de la Virgen de la Caridad del Cobre. Su liturgia comienza, en la
víspera, con una peregrinación que culmina en el poblado habanero El
Rincón, donde está ubicado su santuario.

Hacia esta misma fecha, pero de 2014 —que todos abrevian como 17-D—, un
acontecimiento añadía otro motivo de celebración, aunque no solo para
devotos, sino para los cubanos todos, dentro y fuera de la Isla: los
discursos de Barack Obama y Raúl Castro que anunciaron el inminente
restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

Un sorprendente anuncio —las conversaciones previas se llevaron a cabo
en el más estricto secreto— que fue acompañado de la excarcelación, por
parte del Gobierno cubano, de 53 presos políticos —entre ellos Sonia
Garro— y, por parte de la Administración estadounidense, de los últimos
tres espías cubanos del llamado grupo "Los Cinco".

Sin embargo, en medio de este proceso, tanto Barack Obama como Raúl
Castro han concentrado esfuerzos, salvando por supuesto todas las
distancias, para demarcar la "sociedad civil" en Cuba entre los límites
y en las limitaciones del sector privado cubano, que todos conocen como
cuentapropismo. En términos diplomáticos y políticos, tal efectismo
implica el trazado de una estructura vedada —que predetermina quiénes
son jugadores y quiénes espectadores—, a la vez que suscribe una
fragmentación, en al menos tres piezas, hacia el interior de la sociedad
civil.

Una de las claves para comprender la traducción de este restablecimiento
en las relaciones diplomáticas —que ha servido como mejor aliado a Raúl
Castro— se puede hallar en "La pelea por la sociedad civil", un examen
de Antonio José Ponte en referencia al intercambio de Cuba Posible y el
Cuba Research Center con políticos, diplomáticos, periodistas,
empresarios y académicos estadounidenses y cubanoamericanos, celebrado
en Washington DC.

En su texto, del 22 de febrero de 2015, Ponte afirma: "Antes del 17 de
diciembre de 2014, la mayoría de las presiones por una nueva política
estadounidense hacia Cuba hacían hincapié, no tanto en la sociedad
civil, como en el cuentapropismo. O bien hacían coincidir cuentapropismo
y sociedad civil. La Cumbre de las Américas, el llamado del presidente
estadounidense a contar allí con miembros de la sociedad civil cubana,
ha conseguido politizar de un modo muy saludable la discusión sobre este
tema. Sin embargo, muchos parecen interesados en volver a ceñirla a lo
económico [...]. Visto de esta manera, el mejor interlocutor dentro de
la sociedad civil sería aquel que conserve mayor capacidad de
comunicación con las instancias estatales. En el juego de los seis
grados de separación, ganaría quien gaste menos oportunidades en
alcanzar a Raúl Castro [...]"

La vigencia de esta percepción, que a la postre se convirtiera en la más
exacta descripción del suspense que todavía dura, también se puede
verificar en el texto "17-D: ¿Empoderar al ciudadano o al Estado?",
publicado por Juan Antonio Blanco el 18 de septiembre de 2015, donde
ratificaba que: "El bloqueo del Estado cubano a la iniciativa privada
nacional continúa inalterable. Nadie toma nota de que este sector, en lo
esencial, no está ya sometido a las sanciones estadounidenses, pero
continúa bloqueado por el Estado cubano […]. Desde una perspectiva
económica, el emprendedor (no 'empresario') nacional está acotado en un
corralito de actividades secundarias […] y sus negocios no gozan de los
privilegios fiscales que se extienden al capital extranjero. Por otro
lado, mientras se multiplican los encuentros con corporaciones
extranjeras, se le sigue negando hasta ahora cualquier espacio
significativo a la diáspora en el desarrollo futuro del país".

Apenas siete meses separaban una reflexión de la otra sin que se
percibiera cambio alguno, ni siquiera en lo ceñido al capítulo económico
que señalara Antonio José Ponte, en el retrovisor de la Administración
estadounidense, o en el de aquellos otros que apostaron, a lo grueso,
por el fin de Raúl Castro bajo la presión de quedarse sin enemigos.

¿Existen indicios reales que permitan afirmar la emergencia, a cualquier
plazo, de un empoderamiento —económico, político, social, jurídico,
cultural, religioso— en la sociedad civil cubana?

La premisa de este dossier, que de antemano señala su carácter episódico
—en tanto existe de un modo u otro a expensas de los cambios—, es
ensayar sobre qué es y quiénes conforman la sociedad civil en Cuba, más
allá del "florecimiento" del sector privado. Más allá de la puesta en
escena de un régimen que persiste en la inamovilidad de un aparato
jurídico que no avizora implementar —o al menos reordenar— leyes
vinculantes que conduzcan a la autonomía de sus ciudadanos, los
sindicatos laborales y las asociaciones civiles.

Intentaremos compilar en este dossier ese relato de la otra Cuba que nos
devele cuáles son las fiscalizaciones que coartan la posibilidad del
ciudadano cubano para alcanzar el empoderamiento, como sujeto y autor en
organizaciones autónomas, que le propicie generar y ejecutar decisiones
en acuerdo a sus intereses.

Insistirá este dossier en la advertencia de que, solo mediante la
eficacia de la prensa independiente cubana en acompañar y narrar el
activismo de la oposición política y de las organizaciones
independientes, será posible una mayor visibilidad de la sociedad civil
y los problemas de la Cuba de hoy. Una Cuba que, si bien dispersa, carga
en la mochila de los cubanos de la Isla, y de la diáspora, necesidades y
propósitos comunes.

Sin embargo, ninguna temática que aborde los diversos tejidos, que
presupone toda discusión en torno a la sociedad civil, podrá ser
abarcada de una sola vez. Es por ello que este dossier lamenta
ausencias, de temas particulares, como la presencia del negro, de la
mujer y del campesino, dentro del proceso de empoderar al ciudadano
cubano. También aristas puntuales como la legislación electoral, el
envejecimiento poblacional, la reestructuración de las estadísticas y el
acceso a las encuestas populares.

¿Quiénes integramos la sociedad civil?

Este editorial considera necesario apresurar los conceptos básicos de
sociedad civil, consensuados como punto de partida hacia cualquier
discusión al respecto. Así estimamos que sociedad civil, como concepto
de las Ciencias Sociales, designa a la diversidad de personas que, fuera
de las estructuras gubernamentales, con categoría de ciudadanos y
generalmente de manera colectiva, actúan para tomar decisiones en el
ámbito público. La sociedad civil se concibe como el espacio de vida
social organizada que es voluntariamente autogenerada, independiente,
autónoma del Estado y limitada por un orden legal o juego de reglas
compartidas. Involucra a ciudadanos actúando colectivamente en una
esfera pública para expresar sus intereses, pasiones e ideas,
intercambiar información alcanzando objetivos comunes.

Para entender un poco las variaciones y las apropiaciones indebidas que
gran parte de los exponentes de las Ciencias Políticas en Cuba han
interpretado sobre sociedad civil, habría que recurrir al siempre
arriesgado juego de las comparaciones a destiempo.

En las teorías de Alexis de Tocqueville, considerado el primer autor que
analizara la relación entre la sociedad civil y la democracia, "sociedad
civil es el conjunto de organizaciones e instituciones cívicas
voluntarias y sociales, no lucrativas o no gubernamentales, que fungen
como mediadores entre los individuos y el Estado […]. Ya sea política,
social, comunitaria, religiosa, o incluso artística, estas asociaciones
u organizaciones, resultan favorables para la democracia en tanto
constituyen una especie de escuela para la participación, así como un
dique que impide que el Estado invada los espacios sociales […]".

Por otro lado la definición que formula Jürgen Habermas, entre las más
consultadas, resume que "la sociedad civil tiene dos componentes
principales: por un lado, el conjunto de instituciones que definen y
defienden los derechos individuales, políticos y sociales de los
ciudadanos y que propician su libre asociación, la posibilidad de
defenderse de la acción estratégica del poder y del mercado y la
viabilidad de la intervención ciudadana en la operación misma del
sistema; por otra parte estaría el conjunto de movimientos sociales que
continuamente plantean nuevos principios y valores, nuevas demandas
sociales, así como vigilar la aplicación efectiva de los derechos ya
otorgados. Así, la sociedad civil contiene un elemento institucional
definido básicamente por la estructura de derechos de los Estados de
bienestar contemporáneo, y un elemento activo, transformador,
constituido por los nuevos movimientos sociales".

Por último, las interpretaciones recogidas por la Enciclopedia Cubana en
la Red (EcuRed) delinean cuáles son los requisitos y condiciones
imprescindibles para integrar, o no, en lo que el régimen ha
interpretado por sociedad civil: "La sociedad civil en Cuba está
integrada por más de 2.200 organizaciones, entre las que destacan las
organizaciones sociales y de masas y las organizaciones o asociaciones
científicas o técnicas, culturales y artísticas, deportivas, de amistad
y solidaridad y cualesquiera otras que funcionan en virtud de la Ley de
Asociaciones (Ley 54). Las organizaciones de masas y sociales son
reconocidas en el artículo 7 de la Constitución cubana. Por su amplia
membresía, representatividad y capacidad de movilización, el sistema
político cubano garantiza a estas organizaciones no gubernamentales
amplios poderes y capacidad prepositiva, de consulta, opinión, y
decisión, en el ejercicio de la democracia participativa instituida por
el orden constitucional vigente. Entre las organizaciones sociales y de
masas aparecen algunas de larga trayectoria, y otras surgieron al calor
del triunfo revolucionario y por la necesidad de brindar a amplios
sectores de la población la posibilidad de convertirse en actores
directos del proceso de cambios […]".

Aquí los escoliastas del régimen —que a través de esta interpretación
manipulada lo legitiman y lo representan— no solo expresan un carácter
simplificador del término, intentando confundir las organizaciones de
masas con organizaciones anteriores al triunfo de la revolución, a
partir de mezclarlas con las organizaciones sociales.

Habría además que agregar que, en su práctica, esta lectura de la
sociedad civil obvia o se distancia de aquellos antecedentes y
experiencias que mejor funcionaron en las actuales sociedades democráticas.

Las organizaciones de masas no conforman la sociedad civil ni existían
antes del triunfo de la revolución antibatistiana, pues fueron
organizadas por el Estado con los más diversos propósitos que el mismo
Estado le otorga. Por otro lado, estas organizaciones han tenido un
triste historial de colaboración con las instituciones militares y
paramilitares, encargadas de la represión política a los activistas de
organizaciones civiles opositoras.

Quizá se cumple en estas interpretaciones revolucionarias la sentencia
histórica que a su vez describe, con exactitud de vértigo, la debacle
del socialismo: "el subdesarrollo no es otra cosa que la incapacidad de
acumular experiencias".

Sin embargo, resulta lógica esta lectura del régimen, en tanto su praxis
de amordazar los espacios de opinión pública ha comulgado, durante más
de medio siglo, con la idea marxista —que nos recordaba Marisa Rodríguez
en "¿Qué entendemos por sociedad civil?"— de que "la sociedad civil es
equivalente a una 'sociedad burguesa', en la que interaccionan agentes
movidos por la defensa de sus intereses económicos [y junto a Hegel
concluía] que el orden social solo podría mantenerse a través de la
acción de un agente colectivo: el Partido y el Estado socialista".

Resulta por ello interesante agregar otra percepción actualizada del
asunto que nos ocupa, y es la suscrita por Dimas Castellanos en "El
restablecimiento de la sociedad civil, necesidad insoslayable": "Si por
sociedad civil se entiende un conjunto de asociaciones autónomas,
espacios públicos, derechos y libertades mediante las cuales los
ciudadanos intercambian opiniones, toman decisiones y participan en los
asuntos políticos, económicos y sociales de su interés, sin más
autorización que las que emanan de las leyes, entonces tenemos que
convenir que esa institución existió en Cuba desde la época colonial, se
desarrolló durante la República, desapareció después de 1959 y está en
proceso de resurgimiento […]".

¿Qué cambios reales se han experimentado para los cubanos después del 17-D?

Es conveniente acotar que, si bien es cierto que a partir del 17-D toda
discusión respecto a los derechos humanos y las libertades civiles y
colectivas en la Isla experimentaría una focalización en las agendas de
Washington y de la Unión Europea (UE), también sería sano recordar que
la plataforma programática de activistas y grupos civiles opositores al
régimen sobre estos asuntos, es anterior a esa fecha.

En condiciones difíciles, en las que aún permanece, la oposición cubana
ha cargado con el peso y el riesgo consecuente de denunciar que "en Cuba
no se aprecian signos reales de una verdadera transición hacia la
democracia que haga posible la reconciliación de todos los cubanos con
tolerancia total para cualquier tipo de ideología democrática".

El carácter episódico de este dossier, expresado anteriormente, no obvia
la importancia y utilidad que esta focalización le ha imprimido al tema
en cuestión. Pero tampoco se despista con el equívoco, en tanto
comprende que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas —y todo
lo que llegase a implicar en ese orden— entre el Gobierno de Washington
y el régimen de La Habana es una cosa, y el tránsito hacia un Estado de
derecho y empoderamiento de la sociedad civil cubana es otra.

Como expresara Jorge A. Sanguinetty, en "Capital social, sociedad civil
y democracia en Cuba", en una sociedad libre "el conjunto de relaciones
entre ciudadanos es enorme. Actualmente, el modo de vida del cubano en
la Isla se caracteriza por la pobreza de sus relaciones con otros cubanos".

Las continuas represiones y campañas de desacreditación del régimen
contra grupos civiles, activistas, artistas y periodistas independientes
—que experimentaron una escalada, precisamente a partir del 17-D—, y los
actos violentos protagonizados por la delegación oficialista del régimen
durante la VII Cumbre de las Américas, tiene una sola traducción: no
existe, en lo absoluto, garantía alguna de que bajo el mandato de un
partido único sea posible llegar a un Estado de derecho en la Isla, con
o sin la compañía del Gobierno de EEUU, a la cual no pocos se adhieren
como solución automática.

Aun cuando algunas reformas iniciadas por Fidel Castro y reactivadas por
su hermano en el año 2008 conllevaron a oxigenar en algo la
sobrevivencia de los cubanos, la sociedad civil no ha visto cambios
definitivos en su situación económica, social y política, ni en otras
aristas que también resultan claves para la calidad de vida ciudadana e
imprescindibles para la transición hacia la democracia.

A Washington le quedan varias asignaturas pendientes al respecto,
incluso a cualquier otro gobierno que quiera entrar, como afirmaba
Antonio José Ponte, al juego de los seis grados de separación para
alcanzar a Raúl Castro. Queda claro que tanto Obama como Raúl necesitan
vender, más que una ilusión, una resignación. Y esa resignación tiene un
precio demasiado alto: negarle a los cubanos la reconfiguración de un
proyecto de nación que fue truncado por los desvaríos cometidos a partir
de enero de 1959.

Una pista que devela la inmovilidad del régimen cubano es la que ofrece
un informe del Grupo del Banco Mundial sobre el crecimiento de la
sociedad civil internacionalmente: "El tamaño, el alcance y la capacidad
de la sociedad civil en todo el mundo crecieron de manera espectacular
durante el pasado decenio, gracias al proceso de globalización y el
florecimiento de la democracia, las telecomunicaciones y la integración
económica. Según el Anuario de Organizaciones Internacionales, el número
de organizaciones no gubernamentales (ONG) aumentó de 6.000 en 1990 a
más de 50.000 en 2006. Las organizaciones de la sociedad civil (OSC)
también han ganado protagonismo como actores de la asistencia para el
desarrollo mundial: la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE) informó que, desde 2006, las OSC contribuyeron con
aproximadamente US$15.000 millones en asistencia internacional".

La realidad cubana contrasta, por mucho, con lo acontecido en el mundo y
su aporte a este "crecimiento" es absolutamente nulo: desde 1997 el
registro de asociaciones del Ministerio de Justicia no ha permitido la
inscripción de nuevas organizaciones.

El 17-D podrá inscribirse como una pauta en la historiografía de la
nación cubana dentro de ese período nombrado "la Revolución", respecto a
sus relaciones con las naciones capitalistas y democráticas. Sin
embargo, tanto la supervivencia de la sociedad civil cubana, como los
beneficios que resulten de esa inscripción, están por verse mientras el
régimen continúe negándose a construir una sociedad de ciudadanos.

Pero también sería sano replantearnos como tarea y ejercicio ciudadano
—seamos opositores al régimen o no; estemos dentro de la Isla o allende
sus fronteras— aquellas interrogantes que Meysis Carmenati deslizaba en
su ensayo "La opinión pública: una condición antihegemónica": "¿Cómo
queremos pensar y construir la opinión pública? ¿Qué se necesitaría para
que pueda conformarse como una instancia verdaderamente crítica? ¿Podrán
los pueblos decidir democráticamente sus destinos? ¿Cuáles serían las
condiciones de posibilidad necesarias para potenciar auténticos procesos
públicos de debate y deliberación, de participación y empoderamiento?"

Editor: Jorge Enrique Rodríguez

Subeditores: Ana Paula Díaz, Boris González Arenas y Lucía Corrales

Source: Sociedad civil en Cuba: hacia el empoderamiento | Diario de Cuba
- http://www.diariodecuba.com/cuba/1459983869_21499.html

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