Saturday, April 16, 2016

Palabras nuevas en el corazón

Palabras nuevas en el corazón
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 16 Abr 2016 - 5:36 am.

La renuncia de Orlando Márquez a la dirección de la revista católica
Palabra Nueva movió las redes sociales y las publicaciones electrónicas
fuera de la Isla. Para quienes conocen la interioridad de la Iglesia
cubana, y al exdirector, no fue una sorpresa. Orlando había manifestado
hace varios años, en público y en privado, su deseo de ceder la
conducción de la revista del Arzobispado de la Habana. Por otro lado,
fuentes desde La Habana informan que el cardenal Jaime Ortega y Alamino,
a la edad de 80 años —a jubilación es a los 75—, está por ser sustituido.

Aunque Palabra Nueva funcionaba con cierta independencia, de alguna
manera era la voz del arzobispo, y su director, quien la hacía visible
en la sociedad. La jubilación del cardenal habanero traerá cambios de
estilo en el liderazgo de la Archidiócesis; pudiera ser el momento
indicado para renovar y atemperar las publicaciones a estos tiempos.

Estas líneas no intentan hacer una defensa del exdirector y del cardenal
Ortega, luego de leer en las redes sociales ataques de todo tipo. La
experiencia nos enseña que quienes así lo hacen, casi siempre se
esconden bajo el disfraz del anonimato, cuando la libertad de opinar
sobre Orlando Márquez, el Cardenal y cualquier otro rostro vinculado al
catolicismo insular podría ser más efectiva bajo la responsabilidad
pública de dejarlas bajo sus nombres propios.

Importante, ciertamente, es rescatar ahora y para la memoria, más de 20
años de brega, contra viento y marea, de la revista católica Palabra
Nueva. Para quienes no la conocieron, o para quienes la disfrutaron, la
revista de la Archidiócesis de La Habana fue un oasis en medio de la
desinformación, la frustración y el oscurantismo del mal llamado Periodo
Especial. Lo que comenzó siendo apenas un manojo de hojas sueltas en
blanco y negro, fue tomando cuerpo en la medida que crecía el interés de
católicos y no católicos por leer algo "nuevo" y "distinto". De los
talleres casi artesanales donde siempre se hizo, Palabra Nueva llegó a
la cifra de más de 12.000 ejemplares debidamente encuadernados, con
portada y contraportada a color. Hace años puede leerse en versión
digital.

Si no hubo más ejemplares en las calles y los estanquillos se debe a una
razón fácil de inferir. En Palabra Nueva se publicó por primera vez en
1993 la carta pastoral "El amor todo lo espera", el documento eclesial
que movió el piso ideológico del régimen tras decenas de años de
silencio, y le recordó a muchos cubanos que siempre habría lugar para la
esperanza y el amor en medio de aquellos años duros. A partir de
entonces, todos los documentos de la iglesia universal y nacional serían
publicados y comentados allí por sacerdotes, laicos y personalidades del
mundo secular. En los concursos anuales de la revista participaron
cientos de personas de todo credo. Los trabajos premiados tienen una
excelente calidad literaria y una profunda visión humanista.

Palabra Nueva impulsó el auge de publicaciones católicas en toda la
Isla. Cada revista tenía su estilo, personalidad propia inconfundible.
Vitral, pensada y dirigida por Dagoberto Valdés en Pinar del Rio, voz de
su centro de formación, hizo cátedra de la educación cívica y la defensa
de los derechos humanos. Vitral puede haber sido la revista católica más
buscada y leída dentro y fuera de Cuba en toda su historia. Amanecer, la
revista católica de Santa Clara, dirigida por Laura María Fernández,
priorizó la educación, el mundo de la familia y la historia de esa
diócesis. En Camagüey, y bajo la inspiración y guía de monseñor Adolfo
Rodríguez, la revista de ese territorio divulgó episodios desconocidos
de la historia patria, de la Iglesia cubana, y sobresalió en el ámbito
de la cultura gracias a sus excelentes colaboradores. Su exdirector, el
padre Wilfredo Pino —hoy obispo de Guantánamo-Baracoa— es un organizador
nato quien en varias ocasiones acogió en los predios de su parroquia, la
Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, encuentros nacionales de la
prensa católica. Y en la "frontera" con el mundo secular se colocó la
Revista de Bioética, dirigida por el Dr. Rene Zamora. Aún hoy sigue
siendo obligada consulta en los temas de la ética médica y la
deontología.

La revista Palabra Nueva incluso se desbordó para crear a otras. Eduardo
Mesa, miembro del consejo de redacción, recibió permiso del cardenal
Ortega para crear Espacios, el antecedente de la actual Espacio Laical.
El estilo de la nueva revista era novedoso dentro de las publicaciones
católicas; su rasgo más distintivo fue la diversidad de temas dirigidos
al mundo del trabajo y a la vida diaria de los cubanos. Reunidos en un
espacio de libertad y fraternidad propiciado por el Consejo Diocesano de
Laicos, estuvieron en el lanzamiento de cada número de Espacios muchos
de los que hoy lideran la oposición en Cuba.

La revista de la Archidiócesis de la Habana rescató un periodismo
incluyente, sanador, de inspiración cristiana, sin olvidar que una buena
parte de sus lectores eran creyentes de otras religiones, agnósticos o
se autonombraban ateos. Por eso en cada consejo de redacción los
trabajos eran cuidadosamente revisados; cualquier frase o palabra
altisonante u ofensiva que pudiera molestar más allá de lo necesario, de
lo éticamente permisible —palabras de su asesor principal, Carlos
Manuel de Céspedes—, era suprimida o cambiada.

Muchos hubieran deseado un estilo profético más en la denuncia que en el
anuncio, más en la oposición y menos en la reconciliación. Quienes
vivieron esos días podrían dar testimonio de lo que es caminar sobre el
filo de la navaja extremista. En las publicaciones católicas, ¿cuántos
"compañeros" tenían la misión de reventarlas desde su interior? ¿Cuántas
veces el Departamento Ideológico del Comité Central discutió con la
Oficina de Asuntos Religiosos un artículo, un número, un nombre
"peligroso", incluso un obispo "problemático"? Tolerarlas, ¿fue
necesidad estratégica o mal menor, fácilmente controlable? Para quienes
opinan que Palabra Nueva pudo ser más "combativa", un criterio muy
válido, se pudiera argumentar que en aquellos años severos de los 90 y
principios del siglo XXI, bastaba ser una alternativa al discurso
suicida y generalizador para ganarse la etiqueta de "disidente", con las
sabidas consecuencias. Un artículo sobre historia, derechos humanos,
deporte o crítica cinematográfica que solo desempolvara la Republica, la
Iglesia, o los éxitos de la ciencia y el deporte profesional extranjero
—norteamericano— bastaba para ser considerado contestatario.

En las páginas de Palabra Nueva y otras publicaciones católicas, los
cubanos por primera vez conocieron partes oscuras de su propia historia,
los éxitos en el deporte de compatriotas fuera de la Isla, los avances
de la ciencia y la técnica de otros países, poco publicitadas en la
prensa oficial. En parte gracias al apoyo del consejo de redacción de la
revista, y del Arzobispo de la Habana, en Cuba se dieron por primera
vez, y después de la Revolución, los llamados "encuentros de frontera",
con la participación de intelectuales católicos, protestantes y
marxistas. Las memorias de esos eventos, de una altísima calidad
científica y humana, fueron parcialmente publicadas en la revista. Es
una pena que la mayoría de los cubanos lo desconozcan.

"El cementerio de París está lleno de imprescindibles", dicen que
contestó el general Charles de Gaulle —frase atribuida originalmente al
médico y político francés Georges Benjamín Clemenceau— ante tanta
adulonería cuando llegó la hora de retirarse del deber público. Es
cierto. Ningún ser humano es indispensable pues la vida continua, con él
o sin él. Pero la huella de Palabra Nueva y de otras tantas
publicaciones católicas que sobrevivieron trasmitiendo esperanza, fe y
caridad en los años más difíciles de la llamada Revolución cubana,
merecen, eso sí, el calificativo de imprescindibles.

Source: Palabras nuevas en el corazón | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1460740127_21714.html

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