Las revoluciones se debaten entre la seda y el trapo
¿Se vestirán de Chanel los leones del Prado?
jueves, abril 14, 2016 | Jorge Ángel Pérez
LA HABANA, Cuba.- Los cubanos sabemos que este es un país de muchísimos
rumores pero de muy pocas confirmaciones. Quizá esa sea una de las
causas de nuestra desconfianza. ¿Quién podía creerlo? ¡Karl Lagerfeld en
La Habana! Hasta hace muy poco la más breve insinuación de su presencia
habría despertado en la ciudad, en toda la Isla, un montón de
resquemores, y también algún escarnio. Quién daría crédito a esa
posibilidad sabiendo que el futuro visitante hace alabanzas a la
"popelina imperial" de sus batas blancas, esas que le cubren todo el
cuerpo mientras duerme en las noches de París, de cualquier parte, y eso
en Cuba es un pecado, una frivolidad imperdonable. Y peor resulta la
certeza de que Karl tiene un "problema", y ese "fallito" sigue siendo
infame en esta isla. Con esos truenos quién podría imaginar el
aterrizaje en esta tierra de un hombre que supone que el vestir bien es
esencial. Cómo suponerlo desandando las calles de un país donde el
atuendo verde olivo sigue siendo el más significativo, el que cubre a
los más "rudos", a esos que deciden. Nadie dio crédito a la idea de que
podríamos recibir a un hombre que aprecia la belleza en el cuerpo de
otros hombres.
Aunque la prensa oficial no prestó mucha atención a la visita, los
cubanos ya estamos enterados de que en unas semanas llegará a La Habana
el hijo del hombre que hizo que los alemanes conocieran la leche en
polvo, pero que nadie se llame a engaños. El hijo del comerciante alemán
Christian Lagerfeld no viene a traernos leche, aunque nos vendría de
perillas. Karl Lagerfeld, quien de seguro llegará desafiando los olores
de La Habana con una fragancia que combine aromas de mandarina y tabaco,
viene a otra cosa. El Kaiser de la moda escogió a la capital de Cuba
para mostrar, por primera vez en Latinoamérica, sus diseños más
recientes. Lagerfeld convertirá al legendario Paseo del Prado de La
Habana en una pasarela para mostrar su colección "Crucero 2017".
Todavía no se conocen los detalles de la visita, pero las especulaciones
crecen en cada minuto. En muchos sitios de la ciudad se habla de su
llegada, y aunque los cubanos conozcan muy bien la estrechez de sus
bolsillos, saben que algún partido se le puede sacar a esa visita.
Me contó el chofer de un almendrón que la firma rentará un sinfín de
sesentones y lujosos autos descapotables para usarlos en el desfile, y
mencionó unas cifras exorbitantes, mientras una joven universitaria, que
también viajaba en aquel auto, se exaltó hablando de los tejidos que
prefiere el alemán y hasta se preguntó, con cierta nostalgia, qué podría
hacer para comprar alguna pieza que luzca una etiqueta Chanel; le
encantaría vestirla el día que le den el título de licenciada, en el mes
de julio.
En el Parque Central, Yunior, un prostituto holguinero, menciona
obnubilado los más de trescientos iPods que tiene el modisto en su casa
de París, y cuenta con orgullo que su novio de Miami ya tiene comprado
el boleto de avión, y alquilada una "room" en una casa cercana a Prado.
Yunior ruega porque al ruso y al italiano no les dé por venir a ver la
exhibición; tiene la certeza de que el de Miami vendrá con "la paqueta"
(billetera llena), y que de ahí saldrán un montón de "perchas" (ropas).
Muchas son las especulaciones y esperanzas que despierta la llegada del
modisto. Los vecinos de Prado confían en que esa visita les permita
llenar sus despensas, sueñan con poner a prueba la utilidad de sus
congeladores. Resulta que los de Prado se enteraron ya de que los
vecinos de Santa Catalina, los de la parte más cercana a la Ciudad
Deportiva, rentaron balcones y azoteas a muchos extranjeros que
quisieron ver, sentados y bebiendo algún mojito, a los Rolling Stones
durante el concierto en la ciudad. Y como si todo eso fuera poco, existe
también el rumor –por supuesto, no la confirmación– de que ya Karl tiene
oficinas en La Habana, muy cerca del Paseo del Prado, desde donde se
conducirá la invasión de sus diseños a la Isla. El lugar escogido parece
estar en los pisos superiores del edificio que alberga al famoso Bar
Sloppy Joe's.
Eso se comenta, aunque no aparece todavía en la prensa oficial. Yo, como
otras veces, les recomendaría un gran silencio, y sosiego, mucho
sosiego. No sería hospitalario empeñarse en la misma monserga de cada
vez, esa que asegura que la moda no tiene convicciones, ¡como si le
hiciera falta! Y quién dudaría que llamen la atención sobre su ausencia
de ideología; al menos yo tengo la evidencia de que esto último ni ellos
mismos se lo creen. Si la moda no tiene ideología, ¿cómo es posible que
echaran a la calle a tantos estudiantes universitarios en aquellos días
de depuraciones porque tenían un "vestir extranjerizante o amanerado"?
Todavía hoy recuerdo la vergüenza de mi padre cuando mi abuela le
recordaba que antes del 59 calzaba unos cómodos Florsheim, y también
cuando él la desmentía. Resulta que muchos decidieron olvidar lo que
calzaban, para poder sobrevivir. Yo, desgraciadamente, recuerdo que
pertenezco a la generación de los 'kikos' plásticos, ¡y hasta lo insanos
que resultaron!
Me pregunto si le dedicarán a Lagerfeld una Mesa redonda, como a los
Rolling Stones. Desde ahora puedo imaginar el tono de las
intervenciones. Es posible que se acuda a la más lejana memoria, que
mencionen a Maria Antonieta; su guardarropa y el desvelo de las
costureras del Petit Trianón, y hasta al famoso collar que, sin dudas,
se señalará como uno de los gestores de lo que sucedió en 1789, dejando
claro que los revolucionarios están alejados del glamour. Ya veremos si
es cierto cuando decidan qué miembros de la "sociedad civil" asistirán
al desfile.
¿Será esa misma que escuchó el discurso de Obama en el Gran Teatro de La
Habana? ¿Tendrán discursos parecidos cuando la televisión nacional o
Telesur los entreviste? Yo, que también soy dado a la especulación,
estoy sospechando que van a invitar a Miguel Barnet, sobre todo porque
él vistió de Prada en aquel número de la revista que el diseñador dedicó
a Cuba, en tiempos en que todavía no era el presidente de la UNEAC ni
miembro del Comité Central del Partido. Bien recuerdo que Barnet cargaba
a uno de sus chihuahuas en el instante en que el fotógrafo apretó el
obturador. Otro que debe estar entre los invitados es Fidel Castro
Díaz-Balart, quien no puede creer mucho en la tan cacareada austeridad
revolucionaria, porque ya lo vimos retratado junto a Paris Hilton y
Naomi Campbell. ¿Alguien lo miró alguna vez retratado junto a una
sudorosa y ensombrerada mujer del campo? ¡Yo, jamás!
Tendré que hacer alguna cosa para estar en el desfile. Juro que desde el
sitio que me toque haré homenaje a los que quisieron estar pero no lo
consiguieron. El primero será Cándido, el protagonista de una novela que
publiqué hace algunos años. Pensaré en aquel muchacho ingenuo que soñaba
con ser el dueño del Capitolio y también con que Karl Lagerfeld lo
vistiera. El infeliz suspiraba por ver sus fotos en el 703 de la Fifth
Avenue y en el Two Rodeo Drive de Beverly Hills. Cándido creía
ciegamente en la posibilidad de estar junto a Cindy Crawford, pero jamás
lo consiguió, quizá porque era un personaje de ficción. Quizá ahora, con
Karl en la ciudad, alguien consiga conquistarlo. Imaginemos.
Pensemos en un muchacho hermoso y algo hosco, dueño de unos pectorales
prominentes. Podemos llamarlo Yunior. Debe ser un hermoso oriental, y
muy pobre, a quien no le quedó otro remedio que hacerse policía para
venir a La Habana. El infeliz tiene que pasar muchas horas vistiendo el
uniforme, procurando el orden, persiguiendo incluso a algunos
coterráneos que deportará más tarde.
Desde el día antes del desfile, tendrá que apostarse en el Parque de la
Fraternidad. La noticia de que el modisto está en el Hotel Saratoga
movilizará a los curiosos, que serán muchos. Lagerfeld podría ocupar la
misma habitación en la que no hace mucho durmieron Beyonce y Jay Z.
Podría ser la cantante quien le recomiende el hotel, quien le hablé de
lo bella que se ve la ciudad desde aquel balcón…, a fin de cuentas ellos
son amigos.
Así que, balconeando, descubrirá Karl a Yunior. Y el alemán, como el aya
de la francesa, se quitará los espejuelos para fijar en Yunior la
mirada. Karl no podrá resistirse. Invitará al policía, todavía
uniformado, a que lo acompañe. Lo demás será en sonrisas; un desfile
hecho al ritmo de Irakere, y aplausos. Los dos recorren la pasarela
apretándose las manos. Y luego sucederá el viaje del cubano, acompañando
al alemán, hasta París. Y la prensa reseñando cada detalle del idilio.
Hasta es posible que escriban otra vez que acerca del fracaso del
socialismo, que den como razón la falta de frivolidad. Y no escribo más.
Olvidaba decir algo: el título de este texto ha salido de algo que
escribió Balzac. Y no es un exceso de honestidad lo que me lleva a
aclararlo; lo dejo claro porque sé que le creerán más a él que a mí. En
el 'Tratado de la vida elegante', escribió el francés: "Puesto que el
vestido es el símbolo más enérgico, la revolución también fue una
cuestión de moda, un debate entre la seda y el trapo".
Source: Las revoluciones se debaten entre la seda y el trapo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/las-revoluciones-se-debaten-entre-la-seda-y-el-trapo/
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