Tuesday, April 19, 2016

La revolución prescindible

La revolución prescindible
NÉSTOR DÍAZ DE VILLEGAS, 19/04/2016

Alguna vez incurrí en el error de pensar que la revolución –hablo de la
cubana– era imprescindible, que su advenimiento había alterado para
siempre el curso de la Historia. Hoy reflexiono sobre cuáles serían los
aportes fundamentales, los (llamémosle así) grundlagen de la revolución,
y compruebo que solo puedo pensar en tres, precisamente aquellos que no
suelen tomar en cuenta los historiadores.

El actual estado de cosas –en lo que concierne al fin de la revolución–
ha provocado las más diversas opiniones, pero creo que la mayor
enseñanza, la lección escandalosa que brinda la etapa terminal del
castrismo, no es necesariamente su mortalidad, sino su dispensabilidad.

He aquí que la revolución castrista resultó ser prescindible.
Consideremos la revolución americana, la revolución inglesa, la
francesa, o aún la fascista, y veremos que la cubana no es un evento de
la misma categoría. Es imposible concebir el mundo sin la revolución
americana, pero la revolución cubana desaparece del mapa sin que nadie
la llore. No deja tras de sí nada esencial, nada permanente. Cae, a la
manera reaganesca, en el basurero de la Historia y en el almacén de
curiosidades ideológicas –tal vez solo caribeñas–, quizás únicamente en
el catálogo de aventuras personales.

Ha resultado tremendamente fácil deshacerse de ella. La CIA tuvo razón:
la muerte de Fidel Castro era necesaria, su eliminación física mediante
el balazo o el habano explosivo, porque la revolución no fue más que su
capricho, un capricho español, la fantasía de la mente de un ingenioso
hidalgo (ingenioso en el sentido de pérfido), o la pesadilla de un
gallego con fiebres de Indias.

De manera que los planes de la CIA quedan finalmente justificados, y
ahora solo resta el reconocimiento de los héroes y heroínas que
entregaron sus vidas en aras de ese argumento ad hominem. La eliminación
de Castro hubiese conseguido el advenimiento de un substituto, un Sancho
Panza, adelantando así en varias décadas lo que hoy se conoce como
"raulismo", lo que es decir, la transformación de Cuba en Barataria.

El intrascendente fin del castrismo no trae muros caídos ni estatuas
decapitadas –¡lo cual sería muy siglo XX!–, por el contrario, se trata
de un funeral privado al que solo está invitada la familia: los Castro,
los Espín, los López-Callejas, los Soto del Valle, los Díaz Balart, y el
muerto aún caliente.

Un papa argentino vinculado a la dictadura y un presidente con ancestros
en Kenia, durante un mitin secreto en la trastienda de la posmodernidad,
decidieron poner fin al castrismo. Raúl Castro no resistió, asintió y
dio su consentimiento. Después de todo, es un gallego viejo que piensa a
la manera de los gringos viejos. Sabe que el castrismo muere en un
pabellón geriátrico sin dejar sucesores confiables. Recayó en Raúl, el
hermano pródigo, encontrar una solución práctica al problema. Los
laureles de la Historia se habían marchitado y ahora solo quedaba
desempolvar helechos en un centro de rehabilitación.

Los efectos visibles del cónclave vaticano son, en orden de importancia:
el "triunfo" de la oposición venezolana en las últimas elecciones
parlamentarias; la demorada aunque inminente salida de Nicolás Maduro;
el affaire Nisman; la defenestración de Cristina Fernández de Kirchner y
el ascenso de Mauricio Macri, sucesos impensables sin la anuencia de La
Habana.

Lo que queda es puro teatro: la retórica imperial del Siglo de Oro –que
fue, después de todo, el siglo pasado–, la represión como guiñol, el
desplante como tic, y las bandas de izquierdistas desempleados a las que
los nuevos gobiernos democráticos deberán ofrecer lecciones gratuitas de
macramé.

En cuanto a las tres creaciones permanentes del castrismo, trataré de
explicarlas en otros tantos párrafos rápidos:

1. Si Latinoamérica buscaba un centro magnético donde implementar sus
fantasías literarias, lo encontró en la Cuba castrista. El castrismo fue
el Aleph, por lo que su final equivale a la demolición de la casa de
Carlos Argentino Daneri (en el cuento de Jorge Luis Borges). Había que
ir a La Habana en peregrinaje para ver el mundo in nuce: Ernesto Guevara
(Carlos Argentino) será el primero en descubrir esa trayectoria, ese
magnetismo. Porque el castrismo fue, durante un brevísimo tiempo, poesía
con capacidad heideggeriana de destinar.
2. El castrismo es, además, el desarrollo universal de la dictadura.
Correspondió a Fidel Castro la reinterpretación de los contenidos
(educacionales, salutíferos, represivos, socialistas, turísticos y
espectaculares) del batistato. La ontogenia castrista no pasa de ser un
mito: el castrismo nació completo de la cabeza de la República. La
bifurcación del 59 conduce a un hiperdesarrollo –o desarrollo
inflacionario– que hubiese ocurrido de cualquier manera, aunque de
distinta forma, con el batistato. En vez de un desarrollo económico
clásico, el castrismo fue un desarrollo antitético arcaico. Lo
batistiano en expansión migra a la literatura, y se resuelve allí,
encuentra en las letras su culminación diferida: en Tres tristes tigres,
de Cabrera Infante; en Paradiso, de Lezama; en las Metamorfosis de Sarduy.
3. El Exilio es una construcción castrista, un enclave penitenciario
donde el sistema productivo clásico fue mantenido con fines de
reabastecimiento. El Exilio no es más que otro elemento de la
diversificación económica revolucionaria: un NEP in partibus. No hay
ninguna diferencia entre exportar una revolución y exportar un exilio.
De hecho, la emigración ha sido el arma secreta del castrismo. Las
migraciones castristas consiguieron la latinización del Imperio, logro
máximo de la política exterior cubana, así como la vandalización de la
unidad nacional lo es de la política interna.
Por último, y como añadido, debo repetir que Reinaldo Arenas, el más
grande pensador cubano del último medio siglo, proyectó en el castrismo
los aspectos sintomatológicos de su enfermedad. Para Reinaldo, el
castrismo fue, en sí mismo, una plaga, el mal du siècle. Es decir, un
asunto intracelular, microscópico e inframundano y, al mismo tiempo, una
creación ciberinmunológica: el virus Fidel Castro. Porque Castro es
todos los medios, Castro es también el mensaje (en el lenguaje cifrado,
encapsulado, del código retroviral). Llevamos a Castro adentro.

Source: La revolución prescindible -
http://www.14ymedio.com/blogs/cajon_de_sastre/revolucion-prescindible_7_1983471634.html

No comments: