La burla del mal vecino
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 25 Abr 2016 - 10:29 am.
La actitud indolente y aun agresiva contra varios países
latinoamericanos, y en general la falta de responsabilidad moral que ha
mostrado el régimen de Cuba a propósito de sus emigrantes varados,
primero, en Costa Rica, y ahora, en Panamá y otros países, es algo que
violenta todas las normas de la buena vecindad.
Sin embargo, resulta notable la condescendencia con que los gobiernos de
estos países reaccionan ante el modo en que nuestros caciques se
desentienden de la crisis migratoria en cuestión. Se diría que, salvo el
de Nicaragua, que es descaradamente su cómplice, todos los otros parecen
resignarse al papel de perjudicados pasivos que se les asignó en la
nueva estrategia de Guerra Fría con que la dictadura cubana intenta
presionar a Estados Unidos.
Creen nuestros caciques —o más bien quieren hacer creer— que la Ley de
Ajuste Cubano es la única causa de la crisis. Y a partir de tan mañoso
sobrentendido, asumen el rol de insensibles espectadores, descargando
una vez más sobre el gobierno estadounidense (y de paso sobre sus
inocentes medianeros de Latinoamérica) la solución de un problema que es
obra intrínsecamente suya y que agravan indolentemente con su conducta
de cada día.
Si alguien necesitaba una prueba (otra más) del talante antipatriótico y
antihumano de estos fantasmones, solo tendría que observar la frialdad
con que intentan manipular el drama de miles de conciudadanos, hombres,
mujeres y niños que escapan de la Isla a como dé lugar, porque sienten
agotadas sus reservas de esperanza y su capacidad para seguir confiando
en plazos traicioneros.
Algunos dirán que aun cuando comparten estos argumentos, no se
encuentran con ánimos para mirar con simpatía la nueva ola migratoria,
sea por las razones que fueren. De acuerdo. Pero sobre todo quienes
hemos logrado ya escapar, no debemos perder de vista que el diablo
todavía impera en la Isla, y que lejos de vislumbrarse el fin, cada vez
parece más cierta su perpetuación, a medio plazo por lo menos. De modo
que resulta bien discutible el derecho que nos asiste para juzgar a los
que deciden huir, por cualquier medio.
Con todo, ese no es el tema que nos ocupa ahora, por más que no deje de
ser fundamental. Hablamos sobre la impunidad con que la dictadura exhibe
desfachatadamente su desinterés ante la situación de crisis que nuestros
paisanos emigrantes han estado creando en varias naciones
latinoamericanas —las que ya de por sí están hasta el pelo de
problemas—, sin que ninguna organización regional se anime a exigirles
que se comprometan responsablemente en la búsqueda de soluciones, y sin
que los gobiernos de los países afectados parezcan darse por enterados
del verdadero meollo del asunto.
Caritas Internationalis, la Organización Internacional de las
Migraciones (OIM), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), y muchas otras organizaciones, sin contar a un grupo de países
latinoamericanos más y menos involucrados directamente, se esfuerzan por
hallar salida humanitaria y eficaz para el desaguisado. En tanto, su
máximo provocador, la dictadura cubana, se toma frescamente las de
Villadiego, como si los emigrantes en cuestión procedieran de otra
galaxia y como si al final no hicieran lo que hacen por escapar de sus
tentáculos, dejando saber (a todo el que desee escucharles) que están
dispuestos a cualquier sacrificio con tal de no volver para Cuba.
Un buen vecino, dice el refrán, es aquel que te conoce y a pesar de ello
te tolera. No está mal. Pero para el caso de estos gobiernos
latinoamericanos y su actitud ante la burla del mal vecino, tal vez
quede más justo lo que dijo Mahama Gandhi, en el sentido de que mejor
que tolerar los defectos, es ayudar a remediarlos.
Source: La burla del mal vecino | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1461576599_21908.html
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