Monday, November 02, 2015

Cuba, escritores de espaldas al mercado

Cuba, escritores de espaldas al mercado
Las subvenciones han enfocado los libros al gremio y no al público. Pero
hay señales de cambio
RONALDO MENÉNDEZ 2 NOV 2015 - 10:42 CET

A Cuba no le gusta el mercado editorial —tal como se entiende la oferta
a destajo por parte de los empresarios del libro— y al mercado editorial
yo no le gusto. Los escritores que negamos tres veces el mercado tenemos
un secreto motivo para hacerlo: no vendemos mucho. Y nuestro más
elegante consuelo es la esperanza de llegar a convertirnos en escritor
de culto. Un libro es un objeto raro, que puede legitimarse sin su
componente comercial porque muchos sabemos que el valor de una obra es
independiente de su relación directa con el mercado. Pero eso no tiene
nada que ver con otro fenómeno de estirpe humanista: la cultura
pertenece a todos y debe estar a su alcance. Malentendido esto con muy
buenas intenciones, el Estado cubano decide subvencionar el libro, pilar
fundamental de la ciudad letrada.

La primera consecuencia de la ausencia de mercado es algo que podríamos
llamar síndrome del escritor de espaldas al lector manso. Cortázar
hablaba —en tiempos donde aún no estaba de moda el feminismo— del lector
macho, o sea, de ese lector activo capaz de desentrañar todos los
sentidos de un texto. Por contraste, el lector manso sería ese otro que
lee de una manera más ligera y azarosa. Un escritor que trabaja con la
conciencia plena (y vacía) de que al otro lado de su libro no hay nadie,
sino, como mucho, gente especializada del gremio que lo leerán y
juzgarán porque deben hacerlo, se arriesga a observarse el ombligo más
de la cuenta.

En una de mis visitas de hace unos años recorrí la isla en busca de
libros publicados y de la venia de sus autores para intentar colocarlos
en España. El primer problema al que tuve que enfrentarme fue la
delgadez extrema de los libros, casi no se trataba de volúmenes. No
podía tocar a la puerta de editores españoles con novelas de 70 páginas
y libros de relatos de 50. ¿Y por qué esta gimnástica profusión de
libros flacos? Sin mercado, y como da igual el precio y la venta, lo
mejor es adelgazar los libros en un país con crisis económica: así se
puede publicar mucho más, cumplir estadísticas y difundir a gran número
de jóvenes autores.

No quiero parecer juez porque soy parte: yo también escribí en Cuba de
espaldas al mercado, teniendo como lectores a intelectuales y amigos del
gremio. Sigo pregonando que un escritor debe escribir como y lo que le
venga en gana, pero el mercado del libro es algo más que el precio en
librerías y la engañosa publicidad para venderle bodrios al personal.
Lleva asociado un sistema de divulgación, un marco de reseñas y una
crítica que le sirven al escritor para autoeducarse. Para tomarle el
pulso al campo literario, e ir construyendo de manera realista ese
lector modelo del que hablaba Umberto Eco. Cuando en el punto de partida
está descartada la posibilidad de ese lector común, manso y anónimo, el
escritor se enfrenta a una peligrosa libertad absoluta. Por eso me
encontré que mucho de lo que se escribía en Cuba era endógeno,
hermético, gratuitamente experimental y hasta cierto punto ilegible. De
pronto me vi sumergido en un reino donde los posestructuralistas
franceses inspiraban relatos, se inventaban microgéneros que hace tiempo
estaban inventados, los temas eran muy locales, el neobarroco seguía
siendo una estética de vanguardia, o una idea enrevesada de Foucault
explicaba el meollo de una novela.

Como suele suceder, no todo cabe en el mismo saco. Magníficos —y
desconocidos en España— son los libros de Sergio Cevedo Sosa, Daniel
Díaz Mantilla, Raúl Aguiar, Alberto Guerra, Jorge Enrique Lage o Ahmel
Echevarría, entre otros. No obstante a su cualidad de obras exigentes,
puedo imaginar que el lector manso consiga paladear a cualquiera de
estos autores, y por tanto funcionarían en un mercado más abierto. Pero
el sistema de librerías en Cuba se sostiene de espaldas al lector,
subvencionado por el Estado, sin que importe promocionar y vender a
ninguno de estos autores para un público más allá del gremio.

Si se quiere conocer el libro cubano actual, está la librería de la sede
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), nutrida con lo más
selecto que se publica en la isla, y donde jamás pone un pie el simple
mortal, sino solo gente del gremio. Lo mismo ocurre con la librería
Fayad Jamís, ubicada frente al Instituto Cubano del Libro (ICL),
mayormente visitada por los propios escritores cubanos, algún que otro
estudiante universitario y los turistas despistados que entran a ver si
hay mojitos. La Moderna Poesía, emblemática librería situada en la
cabecera de la calle del Obispo, va quedando como reducto aislado. Y
hace poco la editorial Verbum, con sede en Madrid y fundada hace 25 años
por el exiliado cubano Pío Serrano, acaba de abrir sedes simultáneas en
Miami y en la calle Maloja, 567, de Centro Habana, cosa impensable hasta
hace un par de años y pequeño síntoma de que el cambio no se limita a
Obama y Raúl Castro hablando de las relaciones por venir.

El resto del sistema de librerías, y auténtico síntoma de esa
alternativa privada que el Gobierno ha ido permitiendo, son los libreros
de segunda mano. Su meca es la propia plaza de Armas, y luego en
portales, ventanas, recodos, salas y nichos de viviendas con puertas a
la calle. Hay zonas donde la ciudad parece una trajinada biblioteca que
se vende. Un cajón de sastre ofertando libros viejos donde conviven
portadas de biografías del Che con El reino de este mundo, de
Carpentier, junto a los clásicos rusos que se publicaron por miles en
entusiastas ediciones de tiempos del comunismo. Es como si, a pesar de
la ausencia de mercado del libro, la ciudad quisiera hacerse leer.
Convirtiendo en vitrina cualquier espacio, para decir que si hay oferta
es porque hay demanda: el cubano nunca ha querido vivir de espaldas a
sus escritores.

Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970) es autor de libros como Rojo aceituna
(Páginas de Espuma) y Contar las huellas (Alba).

Source: Cuba, escritores de espaldas al mercado | Babelia | EL PAÍS -
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/29/babelia/1446136118_448429.html

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