Friday, May 01, 2015

"La mezcla entre comunismo y fascismo que creó Castro ha terminado con el ser cubano" - Zoé Valdés

Zoé Valdés: "La mezcla entre comunismo y fascismo que creó Castro ha
terminado con el ser cubano"
Nuria Val
viernes, 01/05/15 - 12:47

'La Habana, mon amour' es el último libro de la escritora Zoé Valdés. Un
retrato íntimo donde refleja sus vivencias y recuerdos más personales
como su primer amor o su exilio a París.
Enamorada de su tierra recuerda la Cuba sin Castro y los 'pequeños
cambios' que desde los ojos de una niña contempló cuando las cosas
cambiaron. "Les robó la sonrisa a todos los cubanos".

TemasArtes (general) Cine Corea del Norte Cuba Curiosidades España
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Organización de las Naciones Unidas París Religión y credos
"La Habana son sus playas deslumbrantes, los cuerpos ondulantes de sus
mujeres, las melenas al viento. La Habana es el recuerdo de sus
cantantes, de los músicos que la adoraron, idos al exilio, las
cinturitas y los ombligos en movimiento de las vedettes, los chistes de
sus cómicos, también fugados.

Pero también sus calles destruidas, abiertas, como las venas de una
anciana moribunda. Ruinas y más ruinas. Y en medio de las ruinas,
anuncios publicitarios o slogans de resistencia a un enemigo
imperialista que al parecer nos olvidó rotundamente. Es prostitución,
soledad, borracheras, crímenes, asaltos. Pero La Habana es también la
resistencia de los disidentes, intransigencia hasta la muerte como
fueron los casos de Laura Pollán, Orlando Zapata, Oswaldo Payá y Harold
Cepedo", escribe Zoé Valdés en su último libro 'La Habana, mon amour'.

Silenciosa, fuerte y, sobre todo, valiente. Zoé Valdés lleva veinte años
sin pisar su tierra, La Habana. Un embajador del Gobierno cubano le
comunicó hace unos años en París que estaba en la lista negra de Castro
y que no podría volver nunca más. ¿Qué hizo? Denunciar a los medios
franceses, mediante una novela, el régimen que cambió la sonrisa a los
cubanos.

La Habana que refleja es la de sus vivencias. Cuando vivió en un
albergue y en un cine durante dos años tras el derrumbe de su casa o sus
primeros amores y también, las primeras decepciones en este aspecto. Un
libro intimista que ni ella misma pensó que podría escribir tras vivir
una crisis personal. Ahora luce sonriente, sentada en una céntrica
cafetería de Madrid:

La Habana Mon Amour, como la película de Alain Resnais Hiroshima Mon
Amour. ¿Cómo surge este libro?

Son los sueños que he tenido de La Habana en estos 20 años de exilio. El
recuerdo, la memoria. Hay películas como la que citaste (Hiroshima, mon
amour) que no tienen que ver con La Habana, pero los diálogos o
situaciones me han llevado de pronto a revivir momentos que viví ahí de
joven. Por ejemplo, cuando me enamoré por primera vez o cuando leí un
determinado libro… es La Habana que yo quería contar, de las
palpitaciones que me ha acompañado y que ha quedado intacta en mi memoria.

¿Qué ha aprendido con este libro?

Todo lo que cuento en el libro es verdad y lo que he aprendido es que
estoy todavía viva. Antes de este libro tuve una crisis muy profunda de
creatividad y creía que no iba a volver a escribir más. Así que me ha
dado la fuerza para volver a la escritura. Quizá lo que más me ha
costado ha sido hablar de mi madre, porque se murió en 2001 en París y
quería morirse en La Habana. El hecho de que no haya podido llevar sus
cenizas me tiene algo perturbada, pero un día volveré. Es mi ciudad y
eso nadie me lo puede quitar. Llevo la ciudad en la memoria y en mi corazón.

Descríbame ¿cómo son los habaneros?

(Risas) Es tan difícil describir a los habaneros… como decía Guillermo
Carrera Infante, los habaneros son muy 'hablaneros'. Hablan su propia
jerga, tienen una cadencia al caminar especial, una desazón y dulzura al
hablar. No los idealizo son realmente así, tienen una vivacidad enorme
para las respuestas. Son muy rápidos.

('Fambeco' es culo en habanero; mientras que 'fletera' significa
prostituta) ¿Alguna palabra graciosa que le sonó mal cuando llegó a España?

Lo que me chocó al venir a España fue que nosotros llamamos 'portañuela'
a la bragueta. Cuando oí bragueta me pregunté qué sentido tenía esa
palabra tan dura. Portañuela es mucho más dulce, pero ya me he ido
acostumbrando (risas).

Cuenta que para no meterse en problemas había que ir a la iglesia a
escondidas porque era contrarevolucionario y que en una ocasión a su
madre y a usted les tiraron piedras a la salida de la Iglesia de las
Mercedes. ¿Me puede contar qué fue lo que pasó y cómo se ve la religión
en Cuba?

La iglesia ha tenido que plegarse al castrismo, pero en otra época la
Iglesia resistía y estaba muy mal visto entrar en ella. En los primeros
años en que tantas monjas fueron acusadas y los sacerdotes tuvieron que
irse del país, salía con mi madre de la iglesia y había gente esperando
a que salieran personas para apedrearles.

¿Ciudadanos?

Sí, lo que ahora se llama brigadas de respuesta rápida. Nos tiraron
piedras y fue una sensación de desamparo tremenda. Al mismo tiempo
también fue un aprendizaje. Uno aprende mucho de los países
totalitarios, sobre todo de los peligros con la no aceptación del otro.
De alguna manera fue una escuela para mí. Aprender de un espectáculo
deprimente, lo que nosotros creíamos que era la vida y la vida no es la
intolerancia.

¿Ha vuelto a entrar a una iglesia?

Siempre que puedo porque me calma mucho y además me encantan los
retablos. Por ejemplo, en la iglesia de Saint Sulpice (París, donde vive
en la actualidad) hay dos retablos de Delacroix que me gustan mucho.

Cuenta que se le derrumbo la casa y vivió dos años en un albergue y en
un cine, ¿cómo fue la experiencia?

Nuestra casa estaba en muy mal estado y no llegaron a tiempo para
ayudarnos. No había otra posibilidad donde vivir y fuimos a ese
albergue. Había dos pisos, uno para mujeres y niños y otro para hombres,
pero por la noche todo cambiaba. Había mujeres que subían donde los
hombres, hombres que se iban al piso de las mujeres… había espectáculos
muy fuertes. Al mismo tiempo no había agua en ese lugar, entonces mi
abuela tuvo que hablar con la taquillera de un cine que había cerca para
que nos permitiera lavarnos en los lavabos.

También fue una experiencia enriquecedora porque vi mucho cine,
soviético y de Corea del Norte, bueno por lo menos veíamos algo… -dice
sonriendo-. Aunque también veíamos cine francés, eso nos salvaba…. (risas).

¿Qué recuerdo se lleva de esos años?

Tristes. Veía el dolor y la angustia, pero desde los ojos de una niña
era vivir también una aventura. En la escuela estábamos mal vistos
porque éramos los que no teníamos casa. De alguna manera ese tiempo me
formó también literariamente. Me dio una sensibilidad para descubrir que
en todas partes siempre hay alguien que te puede tender la mano y
ayudarte -cuenta sin perder la sonrisa-.

En tu nueva vida de París, ¿has podido encontrar personajes como los de
La Habana?

Sí, París es una ciudad de locos deliciosos. (risas) Son locos muy
literarios que aportan a la vida poesía y una visión de la realidad
completamente diferente de lo que vemos a diario. Hay gente diferente
que lo puede pasar bien, incluso cuando está viviendo mal.

Escribe en su libro: "Vivir en la Habana es también huir de refilón de
la muerte"

Cuando vives en La Habana estás todo el tiempo al filo de la muerte,
cualquier cosa te puede matar. Se puede derrumbar tu casa y te puede
matar, por ejemplo. Antes del castrismo también era una ciudad de
peligros, pero mucho más aterradora ahora, sobre todo para los niños que
viven mucho en la calle.

Vieja superstición habanera: "Si colocas un espejo a las 12 y cuentas
300 estrellas, descubrirás cómo serás dentro de varios años y surgirá la
calle por donde vas a llegar indeteniblemente". ¿Esto es verdad?

Es verdad, la gente dice que funciona. Yo nunca he llegado a las 300
estrellas. Me he puesto a contarlas y nunca he terminado. Creo más bien
que es un cuento para quedarse dormido. (Risas)

'Los sábados de la plaza', explica que son una serie de artesanos que
vendían todos los sábados en la Plaza de la Catedral, pero vino Castro y
los quitó.

Se crearon en los años 80 con Castro, lo que pasa es que vio que la
gente ganaba dinero y lo prohibió. No puede permitir que la gente gane
dinero. Eso da independencia y a Castro no le gusta. Para Castro es un
peligro que la gente se enriquezca. Por eso desaparecieron. Se cargó
muchas cosas más, sobre todo la alegría del habanero.

También escribe, 'sin pelos en la lengua': "Tanto el comunismo como el
castrismo resultan pura envidia y mero fracaso. La mezcla de los dos era
la peor de las plagas".

La frase es un referente a lo que ha pasado en Cuba. La mezcla entre
comunismo y fascismo que creó Castro ha terminado con el ser cubano.

¿Qué solución hay?

Que se vayan los Castro del poder. Si tuvieran la lucidez de irse y
entregaran el poder de manera generosa.... lo que hace falta es
pluripartidismo. Ellos no lo harán y a la ONU tampoco está muy por la
labor de exigírselo. Creo que hay muchos intereses económicos como
estamos viendo en los últimos tiempos.

¿Por qué se exilió a París?

Por un problema político. Cuando se publicó uno de mis libros comencé a
realizar declaraciones a la prensa y vino un señor de la embajada
castrista en París para decirme que no podía seguir haciendo esas
declaraciones. Me amenazó con no dejarme entrar de nuevo en Cuba. Yo
seguí haciéndolas e inmediatamente me llegó la información de que estaba
en una lista negra y que ya no me iban a dejar entrar más en Cuba. Dejé
a mi mamá y a mi tía allí. Finalmente, seis años más tarde conseguí
sacar a mi madre, pero fue muy difícil.

Se lo pregunta en el libro y me gustaría que respondiera: ¿Cómo sería
posible un capitalismo normal en una isla donde hay más cárceles que playas?

Sería posible porque existió, pero habría que eliminar todas esas
cárceles y convertirlas en escuelas, hospitales y en beneficio de la gente.

Source: Zoé Valdés: "La mezcla entre comunismo y fascismo que creó
Castro ha terminado con el ser cubano" – Literatura – Noticias, última
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