Este tipo de régimen no es salvable: hay que echarlo abajo
abril 1, 2015 2:31 am·
Cuba actualidad, El Vedado, La Habana, (PD) El colectivismo forzado,
dado que es contrario a la naturaleza humana, suele fracasar dondequiera
que se impone.
Cuba es un ejemplo notorio: el país se deshace en retazos por la
espeluznante improductividad del sistema y la incapacidad de sus
administradores.
La historia del fracaso de Fidel Castro en lograr el desarrollo de Cuba
comenzó cuando quiso que los cubanos fueran meros esclavos e hicieran
suyas las supuestas ventajas morales de la pobreza, mientras los
miembros de su clan mafioso, apegados como piojos al poder, gozan de
privilegios y viven sin preocupaciones en las fastuosas residencias que
el gobierno comunista les robó a los ricos, conducen buenos autos,
viajan al exterior, se alojan en hoteles de lujo, los atienden en
clínicas especializadas y están rodeados de tantas prebendas que se
podría escribir un libraco sobre el tema.
El castrismo proclamó a bombo y platillo clichés como la cantidad de
analfabetos que dejaron de serlo gracias a la revolución, los avances
logrados en la salud pública y la educación, desconociendo que Cuba en
1953 ocupaba el lugar 24 en cuanto a desarrollo, entre todas las
naciones del planeta.
Tras el derribo del Muro de Berlín, la caída de los regímenes
marxistas-leninistas de Europa del Este y la desaparición de la Unión
Soviética, los objetivos históricos de la revolución cubana se vendrían
abajo, pero de la misma manera que los Castro y su camarilla en los años
60 cambiaron sus objetivos económicos, a partir de los 90 modificaron su
programa político para justificarse en el poder omnímodo y eterno.
Bajo el pretexto de evitar un zarpazo del imperialismo yanqui, se
modificó la constitución de 1976 y se desempolvó a José Martí, quien
había sido sustituido por Marx y Lenin. El nacionalismo martiano y las
luchas de los mambises se asumieron como fuente de inspiración
revolucionaria, dando paso a otro maquillaje de la dictadura.
El Periodo Especial obligó a los Castro a inventar una nueva variante
económica del comunismo: el capitalismo mixto de Estado, que les ha
permitido asociarse a empresarios extranjeros para explotar la mano de
obra cubana en empresas público-privadas.
Con el mismo espíritu de un estado esclavista, el régimen de los dos
Adolfitos caribeños arrienda grandes cantidades de trabajadores cubanos
–en especial, profesionales de la salud y entrenadores deportivos- a los
países que los puedan pagar.
El eje Cuba-Venezuela, fraguado por Fidel Castro y Hugo Chávez, fue la
tabla de salvación a la que se aferró el Comandante hasta su
inhabilitación por enfermedad.
Raúl Castro, que heredó una economía en ruinas, promete un proyecto que
no hunda más rápidamente al país en el lodo.
El General-Presidente, sin apartarse mucho del guión de su hermano, puso
en práctica su propia Perestroika, que no llega a ser ni la troika de Pérez.
El reformismo impulsado por Raúl Castro, bajo los Lineamientos del VI
Congreso del Partido Comunista, aferrado al unipartidismo, la
planificación económica y el rol hegemónica de la clase dirigente, nada
tiene que ver con la Perestroika llevada a cabo por Mijaíl Gorbachov,
que contempló la renovación de los cuadros del Partido, la
descentralización de la toma de decisiones, el aumento del alcance de
las actividades económicas privadas, la introducción de la tecnología
del mundo capitalista y el combate a la corrupción y los privilegios de
la Nomenclatura.
En la práctica se ha demostrado que el programa de gobierno raulista
jamás devolverá el vigor a la agonizante economía cubana.
Sin respeto a los derechos humanos, sin libertades civiles, económicas y
políticas, no podrá haber prosperidad.
Está claro que la creación de empresas rentables, generadoras de
desarrollo, no está en las intenciones del General-Presidente. Todo lo
contrario: su afán económico no va más allá de la autorización del
timbirichismo, que no hace avanzar la economía, sino que solo absorbe
una parte de la mano de obra improductiva existente en el país.
¿Fracasarán las reformas de Raúl Castro? Claramente que sí.
Raúl Castro, fiel seguidor de las políticas de su hermano, no permite
libertades económicas para invertir, innovar o asociarse. Tampoco
promulga reglas claras que faciliten la creación de empresas, no elabora
una estrategia que obstaculice y permita denunciar la corrupción
generalizada y que premie el ahorro y la inversión. Esa es la única
manera de generar sistemáticamente la acumulación de capital y riquezas,
siempre y cuando exista un ordenamiento jurídico, un poder judicial
eficaz, equitativo e independiente que castigue a los culpables, proteja
los derechos de los ciudadanos y otorgue seguridad.
Sin transparencia, ni rendición de cuentas de los actos del gobierno,
sin que los funcionarios estén bajo la autoridad de la ley, legitimados
en elecciones periódicas, entre diferentes opciones, no se alcanzan
cuotas decentes de desarrollo.
¿Qué tendría que hacer Raúl Castro? Ponerle fin a la penosa realidad del
socialismo cubano, adoptar como suyo lo que han declarado importantes
políticos de la Europa del Este: Que ese tipo de régimen no es salvable,
hay que echarlo abajo y sustituirlo por un modelo que funcione. Y el más
acreditado que se conoce es la democracia.
Para Cuba actualidad: leonpadron16@gmail.com
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