Entre pillos anda el juego
Si bien a Fidel Castro le convino durante decenios la permanencia de lo
que llaman el Bloqueo, parece obvio que a los herederos al trono les
resulta rentable su eliminación, y no sólo por razones de carácter
económico. También –y quizá sobre todo- como victoria política que dé
luz verde a su nuevo modelo de poder dictatorial
miércoles, noviembre 12, 2014 | José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba. — Nunca he sido un defensor del embargo estadounidense
contra el régimen cubano. Creo sinceramente que lejos de poner en apuros
a la dictadura, ayudó a sustentarla y hasta de cierta forma a
legitimarla, mientras hacía más difícil la situación de nuestra gente de
a pie. Tampoco soy de los que ahora convulsionan ante la sospechosa
acción conciliadora de los editorialistas del New York Times,
convertidos de pronto en paladines del retorno democrático para Cuba y
el de la justicia y el sentido común para la política de los Estados Unidos.
Por más que algunos se sorprendan y otros se encabronen, este affaire
del New York Times, con sus cinco editoriales de pegueta dedicados al
asunto, no nos trae nada nuevo. Es expresión de viejas estrategias que
el poder económico (¿será en este desde las dos orillas?) pone en órbita
para aprovechar la coyuntura en que un tirano fundamentalista y tozudo
es relevado por una camarilla militar, tan déspota y represora como el
tirano, pero más proclive a abrirse de patas ante la perspectiva del
enriquecimiento a costa del gran capital.
Si bien a Fidel Castro le convino durante decenios la permanencia de lo
que llaman el Bloqueo, parece obvio que a los herederos al trono les
resulta rentable su eliminación, y no sólo por razones de carácter
económico. También –y quizá sobre todo- como victoria política que dé
luz verde a su nuevo modelo de poder dictatorial.
Entre pillos anda una vez más el juego, y a nosotros, pobres fichas
sobre el tablero, no nos queda sino encabronarnos o conformarnos, sin
que por ello dejemos de considerar deleznable el papel que están jugando
los del New York Times.
En especial lo digo por el editorial del pasado domingo 9 ("En Cuba,
desventuras al intentar derrocar un régimen") y muy puntualmente en lo
que se refiere a su crítica negativa en torno a los programas
estadounidenses destinados a promover la democracia en nuestro país,
algo que, según ellos, ha sido un imán para charlatanes, ladrones y
buenas pero infructuosas intenciones.
No sé cuántos charlatanes y ladrones se hayan aprovechado de esta
actitud generosa que tantas veces actuó y actúa como salvavidas de
nuestros luchadores pacíficos de la oposición interna. Los ladrones y
charlatanes están en todas partes, como el oxígeno, así que alguno pudo
haber. En todo caso, serán como las manchas del sol que acuñó José
Martí. Pero lo que sí sé es que antes y por encima de clamar por el buen
juicio poniendo en entredicho las justas razones de tales programas
estadounidenses, a los preclaros editorialistas del New York Times les
quedaría más coherente el discurso si hubiesen clamado por la
legalización en Cuba de los grupos opuestos a la dictadura.
Aun cuando reconocieran que la referida ayuda económica provee comida y
alivio a familiares de presos políticos y ha generado una red limitada
de internet satelital, los editorialistas en cuestión se esmeraron en
poner el parche al afirmar que ha estigmatizado, más que fortalecido, a
la comunidad de disidentes. Eso no es verdad, y, según creo yo, tampoco
es una afirmación bien intencionada.
El único estigma de los disidentes y grupos opositores en Cuba radica en
la propaganda infamante del régimen y en el tratamiento calumnioso y
excesivamente represivo que les imponen sus medios oficiales y su
aparato policial.
La dependencia de recursos procedentes del exterior no ha sido una libre
elección para ellos, sino la única disyuntiva que pícara y alevosamente
les ha dejado el régimen. Ni al más atrevido de los defensores de la
"apertura" raulista se le ocurriría pedir jamás que sean enmendadas las
leyes que dictan la criminalidad de la oposición. Sin embargo, ese y no
otro sería el mejor argumento para disuadir a los gobernantes
estadounidenses de que sus ayudas materiales a opositores y disidentes
estigmatizan a éstos más que fortalecerlos.
El verdadero progreso hacia la democracia no se consigue sólo a través
del avance económico, sino en la consustanciación de conquistas
económicas, culturales y políticas. Y eso lo sabe cualquiera, incluidos
los editorialistas del New York Times.
Source: Entre pillos anda el juego | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/entre-pillos-anda-el-juego/
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