La felicidad de no tener nada
[13-02-2014]
Tuixpadre
Pseudónimo
(www.miscelaneasdecuba.net).- Otro aspecto característico de la
idiosincrasia del cubano es precisamente la tranquilidad de no poseer
nada, felicidad para algunos. Esta característica de la existencia si no
se ha experimentado, como el amor, entonces es muy difícil de atrapar su
esencia, pues tienen que existir condiciones objetivas necesarias.
La subjetividad influye, pero no es importante. Es que en parte del
planeta, tal vez un tercio de éste, se han desarrollado desde los
albores de la humanidad y a lo largo de más de siete mil años,
corrientes filosóficas que han tratado de entender la psiquis humana y
explicar con lo que tenían a mano, todos los procesos del comportamiento
de las personas y por supuesto, también todo lo que les rodeaba. En el
territorio que actualmente conforma Asia surgieron doctrinas como el
Budismo, desprendimiento del Hinduismo, el Taoísmo, Confucianismo, etc.
Inicialmente estas no tenían nada que ver con dioses únicos y
todopoderosos, sino con simples mortales, quienes se fueron mitificando
como Gautama Siddhartha, alias Buda (el Iluminado). Nacido en Lumbiní,
Región de Kapilavasta, actual Nepal.
Estas iniciales doctrinas filosóficas fueron derivando hacia religiones
multiteístas para beneficio de las clases que las manipulaban. No hay en
ellas un ente omnisciente que todo lo sabe y casi nada resuelve, se
acercan más a personas quienes demostraron en algún momento, o durante
todas sus vidas, una inteligencia extraordinaria y un actuar consecuentes.
Después, con el paso de las generaciones, se fueron mitificando, como
sucede comúnmente durante el traspaso de conocimientos por tradición
oral. Llega el momento cuando estos ahora muy remotos individuos,
despojados ya de sus miserias cotidianas y convertidos en almas casi
perfectas, son adorados por sus seguidores a quienes solo han llegado
las buenas historias, y quienes han sido cautivados por uno u otro
sistema de ideas y conceptos que necesitamos para estructurar nuestras
existencias, organizarlas para poder llegar hasta donde lo hemos hecho
en la actualidad. De lo contrario seguiríamos tan felices como los
hombres de las cavernas, quien realmente tenía muy poco de qué preocuparse.
Los millonarios más encumbrados laboran dieciséis horas al día siete
días a la semana. Se tornan ermitaños y antisociales mientras se aíslan
en sus cómodas conchas. Al final viven aterrorizados de perder sus
fortunas. No obstante, todos queremos llegar allí, a ese demandante
infierno de los muy ricos. Sin embargo los religiosos llevan más de dos
mil años enfatizando que el Cielo es perfecto, pero casi nadie quiere
morirse. Incomprensible ser humano. En nuestro país hemos llegado al
ascetismo hindú. Somos budistas, confucianistas y taoístas, sin
percatarnos de que esto es religión para más de un tercio de la
población del planeta. Sin siquiera saber que lo somos.
Actualmente vivimos muy austeramente y en paz con nosotros mismos,
aunque no sepamos quienes fueron estos muchachos, cuyos descendientes
han llegado hasta los actuales monjes tibetanos, quienes solo visten una
sencilla túnica sin costuras color naranja, se rapan la cabeza como los
Skinheads, y predican la no violencia, aunque la policía china la aplica
sobre ellos cuando reclaman una autonomía que habían conservado por más
de quinientos años. Su estilo teocrático medieval les parece bien, así
como poseer la menor cantidad de bienes terrenales posibles. Su Dalai
Lama, o jefe máximo, viste igual que todos ellos y vive en las mismas
condiciones. Pues ya vemos como estas personas especiales no poseen
objetos de alto valor monetario, no portan dinero. Algunos grupos no
trabajan, viven de limosnas o de lo que se puede rapiñar, pero se
dedican a tiempo completo a la meditación y al cultivo del espíritu.
Estas son algunas de las normas fundamentales de vida para estas
creencias filosóficas.
En Cuba no tenemos nada que ver con ellas, sin embargo vivimos como sus
mejores seguidores. Un ejemplo clarísimo de taoísta es Fidel Castro Ruz,
quien aunque tiene aspecto de talibán debido a su eterna barba y la
túnica holgada que viste durante su vida privada, alega que no ostenta
posesiones terrenales, y que sus necesidades son muy pocas. (Libro 100
Horas con Fidel. 2006.) Asimismo rechaza o regala más adelante los
objetos de gran valor que de una forma u otra le llegan. No necesita
dinero, vive de limosnas internacionales, aunque sí trabaja
endemoniadamente por preservar su sistema ya moribundo.
La mayoría de los cubanos de a pie bien conocemos lo que es una comida
frugal al día, vivir casi sin dinero y sin posesiones terrenales de
valor alguno, muchas veces ni siquiera una casa donde vivir.
Muchos tampoco trabajan. Somos budistas, taoístas o confucianistas
aunque nunca hayamos puesto un pie en un templo asiático y solo
conozcamos de China los Yutong y que tienen los ojos rasgados. A este
estado de cosas actuales nos ha llevado el Confucionismo (Lea bien esta
palabra que no es igual a las anteriores) de los últimos cincuenta años
cuando Confucio, perdón Fidel Castro, nos ha llevado forzosamente por
senderos de teorías foráneas mal aplicadas o poco desarrolladas para
nuestro entorno, las cuales han conducido a este rebaño de conejillos de
indias de fracaso en fracaso, hasta el desastre total donde nos
encontramos ya a principios de este milenio.
Avanzamos a toda velocidad hacia el abismo, aún cuando ya vemos el borde
y comprobamos que no tenemos frenos. No conocemos la altura o qué hay
debajo. Los cubanos vivimos así, como una vez lo hizo el Confucio de
verdad, tratando de perfeccionar nuestro Karma; sacrificando ésta para
cuando llegue nuestra próxima encarnación, vengamos como seres
superiores "iluminados." Así tal vez nos toque un puesto en el gobierno
donde no pasamos hambre y las dádivas son verdaderamente grandes. Por
eso no tenemos dinero, ni posesiones de valor aunque algunos laboramos
como burros toda nuestra vida, en tanto otra gran parte de la población
se ha afiliado fanáticamente al Quietismo Asiático y no hacen
absolutamente nada... para poder dedicarse a los placeres espirituales
de la vida.
A pesar de todo deseamos ser buenos, nos sacrificamos hasta el fanatismo
por nuestras ideas, e increíblemente muchos aún sienten amor por nuestro
Dalai Lama tropical caribeño, mientras no conocemos que podríamos
raparnos la cabeza al cero, vestirnos la túnica naranja sin costuras,
para predicar en los templos cederistas nuestra buena voluntad, mientras
luchamos denodadamente por el perfeccionamiento de nuestro karma
comunista, predicamos la no violencia y organizamos enormes conciertos
por la Paz bajos los auspicios de Juanes y el Instituto Cubano de la
Música. (20-9-09). Intentamos redimir nuestro accionar guerrero en medio
planeta durante tres décadas del siglo 20. Los cubanos hemos hecho un
gran aporte a la filosofía universal creando el Confucionismo al mejor
estilo asiático, sin saber exactamente a dónde vamos, o cómo llegar al
huidizo hombre nuevo con karma revolucionario perfecto y los atributos
necesarios.
El cambio de la a por la o no es accidental, pues confusión y no
Confucio es lo que ha sobrado enormemente en los últimos cincuenta años
con nuestro Dalai Lama talibán al frente de las tropas. Entendemos
entonces por qué terminamos felices aquí sin poseer nada, sin
responsabilidades, sin trabajo, sin apenas comida, sin zapatos o ropa
adecuada, sin transporte, sin dinero, sin servicios y hasta sin
vergüenza. Llegamos entonces a la comprensión de un estado de quietud
espiritual donde no poseemos nada, pero tampoco nos preocupamos por
nada. Aprendimos que el trance permanente de la no responsabilidad es a
fin de cuentas agradable, y así llegamos al estatus supremo donde no nos
importa nada o "iluminados", como le llaman los hindúes.
La juventud y los viejos se sientan en sus respectivas esquinas templos,
nunca mezclados, para meditar en contra del gobierno, o para hablar
sobre sus pequeñas miserias personales, como si estuvieran en una
reunión de la doble A, donde todos escuchan benévolos. El problema de
esta tranquilidad de no tener nada hasta donde hemos progresado los
cubanos, este supremo desarrollo espiritual que nos acerca a la
realización perfecta, nos ha llevado hasta un ritmo de natalidad más
bajo del planeta y a una velocidad de envejecimiento apabullante.
A este ritmo actual y unido a una emigración permanente de unos treinta
a cuarenta mil cubanos al año, no quedará a quien visitar dentro de
poco. Vamos pasando todos a un más allá donde nos quedamos y no atinamos
a regresar, cualquier más allá, da igual. Espiritualidad, Cielo, o
Paraíso donde parece estar tan bueno que nadie retorna para contarlo. O
sí retornan, pero cargados de trivialidades materiales que oficialmente
no nos interesan, taoístas marxistas inconscientes, consumistas aquellos
quienes no conocen la felicidad de no tener nada.
Source: La felicidad de no tener nada - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/52fc999e3a682e1308d95ba1#.UvyxC_ldWaI
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