ECONOMÍA
Cuba y el libre comercio
ORLANDO FREIRE SANTANA | La Habana | 13 Feb 2014 - 7:29 am.
Los acuerdos de libre comercio firmados por países de la región han
impulsado sus economías.
Durante la segunda mitad del pasado siglo, muchos economistas e
historiadores latinoamericanos, casi todos muy apegados a las ideas
marxistas, sostenían que el proteccionismo era la solución para los
problemas que padecían las economías de la región. Había que limitar las
relaciones comerciales con los países industrializados, pues ello
propiciaba el denominado "intercambio desigual". Es decir, que América
Latina ofertaba a bajos precios sus materias primas, y recibía productos
manufacturados de mayor valor.
La práctica económica, sin embargo, se encargaría de ir modificando
semejante concepción hacia los años noventa. La creciente demanda de
nuestros productos primarios por parte de las economías desarrolladas
provocó un alza en los precios de las materias primas, y así asistimos
al boom de las exportaciones latinoamericanas, con la consiguiente
obtención de altos índices de crecimiento económico para buena parte de
las naciones del área.
En ese contexto se inscriben los tratados de libre comercio que muchos
países latinoamericanos han firmado —o se hallan en vías de concreción—
con Estados Unidos y la Unión Europea. Las poderosas economías del Norte
acceden a recibir preferencialmente determinados rubros exportables del
Sur latinoamericano, y estos últimos abren también sus economías para
que penetren las manufacturas y bienes de consumo de su contraparte.
El beneficio que tal relación reporta a las naciones latinoamericanas
resulta obvio: además del ya mencionado despegue de las exportaciones,
podrían deshacerse de aquellas industrias ineficientes o poco
competitivas, al tiempo que los consumidores estarían en condiciones de
acceder a productos de mayor calidad y más bajo precio. Todo en sintonía
con el principio de las ventajas comparativas enunciado por el
economista inglés David Ricardo en el siglo XIX.
Claro, el hecho de que ese tipo de intercambio comercial se estableciera
con Estados Unidos y la Unión Europea le posibilitó a la más
intransigente izquierda política —por supuesto, incluidos la cubana—
articular un discurso anticapitalista y de rechazo a las "políticas
neoliberales". Mas, la aparición de China —en teoría un país socialista
y solidario con la causa de las naciones tercermundistas— en el
escenario económico mundial obliga a otras consideraciones.
Precisamente, el acuerdo de establecer un Foro de Cooperación
China-CELAC, emanado de la recién finalizada II Cumbre de esta última
organización, muestra el interés de Latinoamérica por impulsar aún más
su relación con el gigante asiático.
Según datos de la CEPAL, desde el año 2001 el comercio latinoamericano
con China ha conocido un incremento anual superior al 30%. Y aunque los
teóricos de la izquierda insisten en que se trata de un ejemplo de
relación Sur-Sur, lo cierto es que no se diferencia mucho del que
América Latina sostiene con las referidas potencias occidentales. En
ambos casos nuestros países exportan materias primas y recursos
naturales, e importan productos industriales y bienes de consumo.
Entonces el éxito de este tipo de intercambio comercial no depende del
signo ideológico de los participantes, sino de la complementariedad de
sus economías; complementariedad que existe entre América Latina y los
otros actores mencionados.
A pesar de estas evidencias, los gobernantes cubanos persisten en llevar
a cabo una política diferente. Porque más allá de consideraciones
coyunturales relacionadas con la escasez de moneda dura o el diferendo
con Estados Unidos, la consigna castrista de "sustituir importaciones"
parece ser la opción estratégica de un Gobierno que intenta desconocer
los beneficios del libre comercio.
Aun a mediano o largo plazo, Cuba debería basar su actividad económica
en tratados de libre comercio, parecidos a los que hoy mantienen otras
naciones de la región. Nuestro país podría cifrar sus esperanzas de
ingresos en un no muy amplio abanico de renglones exportables, entre
ellos el turismo, el níquel, el azúcar —si se recuperara— y los
productos farmacéuticos. Esos ingresos coadyuvarían a abrir la economía
para importar todo aquello que no somos capaces de producir con
eficiencia. De esa forma, además, se aliviaría la crónica escasez de
bienes de consumo que ha sufrido la población del país.
Por supuesto, lo anterior requiere de voluntad para implementar
auténticos cambios económicos y hasta políticos. Porque, por ejemplo, no
se trataría solo de reducir las plantillas infladas en las entidades
estatales, sino de desmantelar gradualmente las empresas y sectores no
competitivos. Ello demandaría el posible traslado de mano de obra hacia
los sectores que generan las exportaciones, pero principalmente hacia
las actividades privadas. Y esto último solo es posible si las
autoridades eliminan sus inconsecuencias en lo referido al trabajo por
cuenta propia. Resulta improcedente hablar de flexibilización hacia ese
sector emergente de la economía, si tenemos en cuenta que una cifra
similar a los cuentapropistas en activo ha solicitado la baja debido a
trabas institucionales y leoninas políticas impositivas.
Source: Cuba y el libre comercio | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1392272990_7130.html
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