Monday, December 16, 2013

Techos minados

Techos minados
PABLO PASCUAL MÉNDEZ PIÑA | La Habana | 16 Dic 2013 - 8:42 am.

La Habana se derrumba cada día. La incompetencia del Gobierno y las
soluciones parciales de expertos sin poder político dejan indenfensa a
la población.

Era el atardecer del pasado 29 de noviembre, aún llovía en La Habana y
Agustín Rebollar, un jubilado de 71 años, residente en el Vedado,
permanecía cabizbajo cubriéndose el rostro con las manos para que no lo
vieran llorar.

Se le mojó el colchón, los electrodomésticos, la ropa, los muebles y
para empeorar su estado de ánimo, la vecina de los bajos comenzó a
gritarle improperios cuando su techo igualmente comenzó a filtrarse.

En un impasse del aguacero, Rebollar miró el firmamento con la esperanza
de que los nubarrones desaparecieran, pero el chaparrón se acrecentó e
iracundo comenzó a dar patadas al piso y a exclamar obscenidades para
desahogarse.

Tormentos similares sufrieron Manuela, Olimpia y Barbarita —vecinas de
Rebollar—, que tras el desplome de una pared contigua a su apartamento,
fueron conducidas por la policía hacia un albergue en el municipio
Boyeros, en donde aún permanecen evacuadas.

Por desdicha, Fidel Vega y Pastora Góngora, residentes en la calle
Campanario número 619 en el municipio Centro Habana, murieron aplastados
al colapsar súbitamente su morada.

Un sinnúmero de damnificados y más de 2.000 evacuados provocaron las
intensas lluvias tras el estacionamiento del cuarto frente frío de la
actual temporada.

Durante 72 horas las precipitaciones sobrepasaron acumulados de 300
milímetros en los municipios norteños de la capital, arrojando un saldo
catastrófico de 227 derrumbes, de ellos 201 parciales y 26 totales
—según despachos oficiales.

"Tenemos los techos minados", advirtieron algunos capitalinos ante la
posibilidad de que sus techumbres reventaran por los aguaceros.

"La Habana es como un viejo con achaques", la comparaban otros,
refiriéndose a que la ciudad no sale de un desplome para meterse en otro.

El Doctor Eusebio Leal, en el prólogo de la más reciente edición del
ensayo La Ciudad de las columnas, de Alejo Carpentier, la retrata como:
"La ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de los asimétrico, de lo
abandonado".

En un trabajo realizado por la colega María del Carmen Ramón, titulado:
La Habana cuesta, pero vale, publicada en la revista digital Cuba Ahora,
el arquitecto Mario Coyula, director de arquitectura y urbanismo de la
ciudad, expuso una imagen más realista y espeluznante del futuro capitalino:

"La Habana podría terminar en una visión dantesca, como un gran anillo
de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna
vez tuvo una ciudad".

La solución es el problema

Según expone Coyula, si echamos un vistazo a la maqueta de La Habana,
notaremos que predomina el color amarillo, correspondiente —según
simbología— a la urbanización de los primeros sesenta años del siglo pasado.

Así podríamos deducir que desde entonces el desarrollo socio económico
de la capital en el rublo de la construcción de viviendas ha sido pobre.

A posteriori, solo se le añadieron las comunidades de Alamar, San
Agustín y algunas zonas de desarrollo de microbrigadas. Pero la densidad
demográfica aumentó y con ella el hacinamiento poblacional, sobre todo
en Centro Habana, que tiene cerca de 1.000 habitantes por hectárea, a lo
que se suma el inconveniente de la baja altura, que implica que las
personas prácticamente vivan unas sobre otras, como en latas de sardinas.

Afirma Coyula que La Habana aún conserva la misma infraestructura de
principios del siglo XX, y ejemplifica el caso del acueducto, que ya
tiene cien años y se encuentra colapsado: sus canalizaciones estaban
destinadas a ofrecer servicio a 300.000 habitantes, aunque fue
proyectado para el doble de esa capacidad.

Hoy en la ciudad residen más de dos millones de personas y se impone una
gruesa inversión, si pretenden restañar los derrames albañales que
corren por las calles.

Coyula rememoró que hace muchos años, en una reunión muy interesante con
un grupo de desarrollo de la capital, un especialista del Ministerio de
la Construcción aseveró: "La Habana cuesta 3.000 millones arreglarla".

"Pero el costo es mucho mayor —aclara Coyula—. La Habana cuesta pero
vale, y la única manera para solucionar su restauración es ponerla a
generar dinero para ella misma, como hizo Eusebio Leal con el proyecto
del Centro histórico".

Desde hace 50 años el mantenimiento constructivo del fondo habitacional
fue soslayado por el Ministerio de Construcción (MICONS) y aunque el
Instituto Nacional de la Vivienda (INV) creó empresas para tales
propósitos, se quedaron por debajo de las necesidades y comenzaron a
apuntalar viviendas en mal estado como salida a las dificultades. Dicha
solución, sin embargo, fue insuficiente, corroborándose que el enfoque
dado al problema fue equivocado.

Las actuales construcciones de viviendas solo están destinadas a reponer
los derrumbes —apuntó Coyula—, pero el Gobierno no puede ser el único
responsable de resolver los problemas de la gente, que espera con
pasividad que el Estado paternalista venga a arreglarle su casa o
construirle una nueva.

"Del mismo modo la nueva ley que permite la compraventa de viviendas,
podría tener un efecto positivo, porque la gente va a cuidar su
propiedad, no solo por el techo, sino porque es una mercancía que un
momento dado puede significar dinero", estimó.

La reflexión de Coyula encuentra detractores como Fermín Álvarez, un
economista de 52 años, quien cuestiona la posibilidad de producir más de
3.000 millones de dólares para arreglar la ciudad, con un modelo
económico inoperante como el actual y la circulación de dos monedas
desvalorizadas que inhiben el interés de los inversores extranjeros.

Igualmente, Álvarez asegura que el régimen parece más preocupado en
estrangular al sector cuentapropista que solo representa un
insignificante 2% del Producto Interno Bruto (PBI) —según estimados
oficiales— que en fomentar la capacidad individual y el desarrollo de la
variante no estatal, que pudiera aportar considerables ingresos
destinados a beneficios sociales.

Un ex directivo del otrora Ministerio de la Industria de Materiales de
Construcción (MIMC) que solicitó el anonimato, califica la ley
compraventa de viviendas, como un subterfugio del régimen para liberarse
de responsabilidades.

"Durante más de 50 años, el Gobierno fue el verdadero dueño de todas las
casas, prohibiéndole a 'los usuarios que las habitaban' venderlas a
otros particulares, excepto al propio Estado que descaradamente se
atribuía la facultad de tasar su valor", aseveró.

"Tal condición, causó el deterioro de muchos inmuebles —apunta—, sobre
todo en los edificios multifamiliares, puesto que si el Estado era el
dueño, también era el responsable de su reparación".

Los déficits y altos precios de materiales de construcción en Cuba, son
una consecuencia de la decisión gubernamental de destinar el grueso de
estas producciones a la exportación y la ayuda a los bloques regionales,
mientras la demanda nacional representa el renglón menos priorizado".

Una bolsa de cemento de 42 kilogramos cuesta 6.6O CUC (dólares), lo que
constituye cerca de la mitad del ingreso medio cubano, equivalente a 15
CUC. ¿Cuántas personas que dependen de un salario, pueden hacer está
inversión sin dejar de comer?

Igualmente se suma la compra de áridos y otros materiales. Pero lo más
costoso es la mano de obra calificada para acometer las reparaciones.
"Sería de ilusos creer que con el flaco crédito que le ofrecen a las
personas más vulnerables se cubrirían los gastos de reconstrucciones,
después de más de 50 años de errores y estúpidas prohibiciones del
Gobierno", concluye el ex directivo del MIMC.

Fuera de base

El 90% de los afectados por el evento meteorológico ocurrido los pasados
días 28, 29 y 30 de noviembre, afirman que fueron sorprendidos por las
lluvias.

Señalan que el instituto de Meteorología expuso un pronóstico sutil, y
para nada alertó a la población sobre la posibilidad de intensas
lluvias, con acumulados superiores a los 300 milímetros en los
municipios norteños, algo que sería como un "bombardeo", ya que estas
regiones presentan los mayores problemas constructivos en la capital.
Tampoco se emitieron partes especiales para mantener informada a la
población.

Tampoco los órganos de la Defensa Civil —amén de su probada
verticalidad— alertaron, ni emitieron fases informativas o alarmas para
orientar a los damnificados. Asimismo, el 95% de los consultados alega
que hubo indolencias que causaron riesgos innecesarios y pérdidas de vidas.

Diré 'good bye'

Agustín Rebollar comenta que en esta ocasión los aguaceros no le dieron
tregua para subir a la azotea y barrer las charcas, como suele hacer en
estos casos. Cuenta que para impermeabilizar el techo aplicó varios
derretidos de cemento con agua para taponar las filtraciones, pero no
sabe si lo hizo bien o mal.

"Si al menos en la televisión pusieran un programa didáctico para
enseñarnos cómo se hace —opina—, yo mismo le metería el pecho, a pesar
de mis 71 años, porque con 270 pesos (11 CUC) que me pagan de retiro, no
puedo pagarle a un albañil".

Dentro de su casa, Rebollar muestra un techo de vigas y losas, arqueado
y cubierto de mazamorras por la humedad, que no se ha venido abajo
gracias a un apuntalamiento hecho con troncos de madera.

"La próxima vez, si es que hay próxima —resuelve Rebollar—, estaré
obligado a hacer lo que recomendó el difunto Álvarez Guedes: Me daré un
beso en el fondillo y diré good bye".

Source: "Techos minados | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1387142369_6356.html

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