Publicado el viernes, 08.10.12
¿Reconciliación entre cubanos?
PEDRO ROIG
Hablar de reconciliación en la Cuba presente, si no se trata de una
burla, parece un desafío a la dura realidad. La gerontocracia militar
está aferrada al poder. Esa es la premisa existencial de nuestra
terrible realidad y hace recordar el proverbio que señala, "si entiendes
las cosas, son así. Si no las entiendes, son así". Enfrentar las cosas
como son es el más difícil reto de la isla trágica.
El debate sobre la reconciliación, alentada recientemente por el
Cardenal Ortega, en pleno despliegue de la brutal represión desatada por
la dictadura militar cubana, equivale a exigir el vuelo a un ave sin
alas. Porque la reconciliación implica como mínimo, la intensión de
combinar el arrepentimiento con el perdón.
El término es la unión del prefijo "re" con el verbo "conciliar" que
tiene sus raíces en el latín conciliatus. En sus orígenes,
reconciliación tenía un sentido religioso y se refería al culto de los
creyentes que buscaban en el arrepentimiento de sus delitos o pecados,
el perdón y el regreso a la gracia de Dios.
En el salmo Miserere se recoge el sentido trascendente del acto de
arrepentimiento, esencial en el proceso de reconciliación que en
síntesis dice: "mi delito yo lo reconozco…lávame a fondo mi culpa…por tu
inmensa ternura borra mi delito". En el código de Derecho Canónico la
Iglesia Católica señala el estricto proceso que exige la reconciliación.
Pero en términos políticos no se ha podido definir con claridad el
concepto de reconciliación. Para algunos expertos en solución de
conflictos, es imprescindible que los reunidos en el conciliatus tengan
derecho a discutir los agravios con absoluta libertad, sin que les hagan
actos de repudio.
Esto implica varias interrogantes: ¿Es posible la reconciliación cuando
el criminal pretende ignorar la culpa y no aceptar la necesidad del
arrepentimiento? ¿Están los militares dispuestos a reconocer sus
crímenes? La respuesta ha sido dada en más de cincuenta años de brutal
dictadura.
Esa es la realidad que enfrentan los cubanos. La corrupta cúpula militar
no se ha mostrado nunca dispuesta a aceptar los elementos esenciales de
la reconciliación que enlaza tres etapas. Reconocer el delito, admitir
la culpa, y pedir perdón. En este caso la victima es el pueblo de Cuba,
cuyas libertades ciudadanas y derechos humanos son sistemáticamente
violados por los corruptos militares y el partido comunista.
"Las cosas son así" en esa Cuba de la doble moral, el miedo y la
mentira. La realidad es inmutable. Raúl Castro insiste que el dogma
"científico" del socialismo es infalible y no es negociable". Así con
toda claridad queda establecido que la intransigencia ideológica no
admite la reconciliación con las victimas.
En el caso de los exiliados políticos, debemos evitar confundir la
nostalgia con la Cuba del recuerdo que no existe. La destruyeron y no
queda nada. Ni las cenizas. Además la reconciliación con los asesinos,
que no admiten el crimen, sería como el peligroso viaje de quien camina
satisfecho sin saber donde y cuando lo van a ejecutar.
La revolución cubana, más que un fracaso, es un enfermo que se pudre
antes de morir pero que le queda aliento para matar. Este engendro
monstruoso de prepotencia y maldad tuvo la fuerza de la mitología que
falsificó una esperanza antes de deshonrarse por sus crímenes.
Lo que Cuba necesita es vida nueva, limpia, cargada de ideales de la
libertad, jóvenes capaces de reinventar una patria que no practique
dogmas excluyentes, que cultive el espíritu de justicia, donde todos los
ciudadanos tengan el derecho a disentir públicamente sin temor a
represalias. El camino de la reconciliación pasa por las nuevas
generaciones, que no tienen que admitir crímenes, ni pedir perdón. Así
de difíciles están las cosas en la isla trágica.
Historiador, abogado, y asesor principal del Instituto de Estudios
Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami.
http://www.elnuevoherald.com/2012/08/09/1275162/pedro-roig-reconciliacion-entre.html
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