No me dejan hablar
Miércoles, 22 de Agosto de 2012 00:24
Escrito por Ramón Díaz Marzo
Cuba actualidad, Habana Vieja, La Habana, (PD) Entre mis "amigos" he
tenido que cambiar de personaje. Antes no tenía nada que decir. Ahora,
cuando quizá tengo el tanque lleno, nadie me escucha y guardan para mí
el papel de oreja.
Mis amigos creen que una persona como yo debe permanecer con la boca
cerrada. Y esta creencia recorre la escala de aquellos mediocres que
sólo producen cáscara, los incapaces de reflexionar por sí mismos, y los
que realmente tienen algo que decir.
Todos quieren exponer, contar sus historias, mientras que yo sólo puedo
aspirar al papel de Tamina (personaje de la novela de Milán Kundera "La
insoportable levedad del ser").
De manera que yo tengo que, insoportablemente callar, y cuando lo logro
todos quedan satisfechos de tener un amigo tan elocuente con quien vale
la pena conversar.
La tesis que Milán Kundera maneja en "La insoportable levedad..." se
cumple como si el escritor checo fuera un profeta igual al grande de la
literatura rusa, Dostoievski, quien en el siglo XIX vaticinó que la
literatura del siglo XX sería confesional, testimonial, que sólo serían
buenos los libros que se basaran en vivencias personales.
La "sordera universal" profetizada por Kundera me aporta la conclusión
de que el ser humano moderno está rodeado por una espantosa soledad; o
que ya, como quiera que se cuenten las historias, todo es sabido. Las
principales vivencias universales conocidas, incluyendo lo que todavía
no ha ocurrido, también es agua pasada.
Por eso el gusto por las películas de terror, de guerra, de violencia
injustificada, de súper héroes. Ocupan el interés de un público cada vez
más numeroso que no quiere saber de la realidad, sino de la fantasía.
Se podrá objetar que la guerra en las películas no es fantasía, a
diferencia de los vampiros. Pero la guerra que nos presentan los filmes
dista mucho de parecerse a un escenario real de combate donde las leyes
de la poética de Aristóteles están alteradas o no existen.
En una película de guerra hay exposición, nudo, y desenlace. Todo
matemáticamente calculado por los realizadores para mantener nuestra
atención.
"Yo estuve en la guerra, y todo es tan aburrido, repetitivo –me confesó
un amigo- que intentar recrearlo en un libro de testimonio casi siempre
es un fracaso".
Pienso que escritores como Milán Kundera son accidentes de la
naturaleza, una suerte de Mozart de la literatura.
Todos queremos contarles a los amigos o personas más cercanas los más
mínimos detalles de nuestras vidas porque "es el único modo de
exorcizar... ciertos demonios", como un día me confesó una amiga. Por
supuesto que mi amiga nació con la belleza de escribir los pequeños
detalles de su vida con una gracia que despierta curiosidad en quien la
lea. Y también es una virtuosa de la comunicación.
En cambio, yo tengo problemas con la oralidad. Cuando les narro a los
demás detalles de mi vida, aunque sean desaforados, no robo la
curiosidad de las orejas. Y con razón no me dejan hablar. Por eso escribo.
Para Cuba actualidad: ramon597@correodecuba.cu
http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/4989-no-me-dejan-hablar.html
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