Regulaciones aduanales: Botar el sofá
Publicado el Miércoles, 25 Julio 2012 16:27
Por Giselle Morales*
Sería hasta cómico si no fuera tan trágico: la Aduana General de la
República, como la puerta estrecha y abierta en un solo sentido que en
realidad es, dispuso nuevas regulaciones para la entrada de paquetería
al país. Ahora, con las normas al uso a partir de septiembre, quienes
reciban un bulto en Cuba deberán pagar como si hubiesen ido a comprarlo
al mismísimo Corte Inglés de Madrid.
Dice la voz popular -no la Aduana, que se limitó a informar los cambios
pero no el propósito- que se trata de una redada bien urdida para
desmantelar el negocio de las mulas, no el de esos animalitos mansos que
transportan por las serranías el poco café, sino el de los
contrabandistas legales que entran y salen de la isla con el equipaje
atestado de baratijas.
(Ahora que escribo contrabandistas recuerdo las clases de Historia de
Cuba de quinto grado en que la profesora de aquella época -no sé si
también las de ahora- enseñaba que el contrabando era la legítima
respuesta de los criollos al férreo monopolio comercial instaurado por
la vieja España).
Es cierto: las pacas llegadas allende los mares se han robado el show
del candongueo nacional y, lo que es peor para los bolsillos del Estado,
han sumido a las Tiendas Recaudadoras de Divisa -vaya eufemismo- en un
largo bostezo de almacenes estancados e inventarios ociosos.
No se nos ocurre entonces una medida providencial que obligue a las TRD
a bajar los exorbitantes precios que le pone a sus productos -a veces
tan desmedidos que parecen fijados por el imperialismo-; no intentamos
elevar la calidad de lo que se importa para la venta mayorista; ni
siquiera permitimos la compra a plazos o por créditos, una solución que
pudiera aliviar la maltrecha economía familiar -maltrecha para quien
vive del salario, aclaro-. Lo más fácil es, sin dudas, botar el sofá.
Con las nuevas regulaciones, la Aduana no impide únicamente el lucro de
las mulas -que tampoco son tan infelices como para que las andemos
defendiendo-, sino también las remesas en especie que, de Pascuas a San
Juan, reciben con regocijo buena parte de los cubanos y que, de
septiembre en lo adelante, más que regalos de familia pueden convertirse
en una zanahoria imposible de pagar.
La primera vez que leí las normativas, en un rapto de ingenuidad que a
estas alturas resulta poco menos que imperdonable, llegué a pensar que
iban a pagarnos a todos en CUC de un día para otro; de lo contrario no
se justificaría que un ciudadano cubano deba pagar en la Aduana con una
moneda que no es la de su salario.
Luego, mirando las mil y una opiniones que la noticia generó en
Cubadebate, me percaté de que lo terrible no era la pérdida del sofá -un
mueble más, un mueble menos-, sino la impotencia ciega que experimentas
al advertir que se ha pasado olímpicamente por sobre la necesidad popular.
*Periodista del diario Escambray, autora del blog Cuba Profunda, de
donde fue tomado este artículo.
http://cafefuerte.com/cuba/noticias-de-cuba/sociedad/2052-regulaciones-aduanales-botar-el-sofa
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