Los negocios del Cardenal
Iván García
La Habana 03-04-2012 - 10:18 am.
La Iglesia Católica de Cuba controla un fondo inmobiliario amasado a
partir de sus asilos de ancianos.
El asilo de ancianos de la Iglesia de Paula, en la barriada habanera del
Mónaco, no tiene nada que envidiarle a un hostal para turistas. Ahora
mismo, los ancianos toman el sol o leen un libro mientras recuerdan el
pasado. La atención que reciben por parte de las monjas y el personal
médico es de primera. La ropa de cama la cambian diariamente. Desayunan,
almuerzan y comen y pueden tomar jugo o leche, de merienda o antes de
dormir. Y los fines de semana, las esforzadas monjitas los llevan a
pasear en un monovolumen de la entidad religiosa.
Todo a cambio de ceder sus casas y sus pensiones a la iglesia.
Los hospicios para mujeres y hombres de la tercera edad administrados
por la Iglesia Católica, dirigida por el cardenal Jaime Ortega, marcan
una diferencia brutal con respecto a sus similares estatales.
No muy lejos del Mónaco, en el antiguo Hogar del Veterano, en San Miguel
y Agustina, hay un asilo estatal que da grima. Los viejos, sucios y
legañosos, se la pasan pidiendo dinero y cigarrillos sueltos. La comida
es un sancocho repugnante. Y muchos de los ancianos, con sus achaques a
cuestas, mal vestidos y peor calzados, salen a la calle a intentar
buscarse un puñado de pesos, recogiendo latas vacías, vendiendo
periódicos o cucuruchos de maní.
Estos ancianos no están en ese destartalado asilo porque lo desean. El
problema, y es la gran diferencia, es que ellos no tienen propiedades
para ofrecerle a la Iglesia a cambio de esperar la muerte con dignidad.
Las teorías del catolicismo conmueven a cualquier ser humano. Ayudar al
prójimo, a los necesitados y a quienes sufren. No está mal. Pero en la
práctica, al menos en Cuba, la realidad dista a ratos de esos valores
cristianos.
Hace dos décadas, Teresa, beata incorregible, después del fallecimiento
de su hermana, al sentirse sola y triste, decidió esperar sus últimos
días en un asilo de la Iglesia Católica. Eran los años duros del
"período especial" y, antes de pasar hambre y penurias, Teresa prefirió
donar al Arzobispado su pensión de jubilada y su apartamento de tres
habitaciones, dos baños y amplia terraza, en la calle Carmen, a un
costado del Paradero de la Víbora (en el actual mercado inmobiliario, el
precio de ese apartamento es de unos 25 mil dólares).
Una decisión personal que merece respeto. Cada cual decide a quién o
quiénes cede sus bienes. El punto es lo que después pueda hacer con esos
bienes la Iglesia Católica.
A los pocos días de dejar Teresa su apartamento, una brigada de obreros
de la construcción del Arzobispado comenzó a repararlo, con materiales
de calidad. Según los vecinos, que como en todo barrio están al tanto de
lo más mínimo, el apartamento le fue otorgado a una "sobrina" recién
casada del cardenal Jaime Ortega, una muchacha que en realidad era la
hija de un primo, pues Ortega no tuvo hermanos.
Buen regalo de bodas. Luego ella y su esposo se marcharon del país,
igual que muchos de los "hijos de papá" que gobiernan en la Isla, y el
piso le fue transferido al hermano del esposo de la "sobrina" del cardenal.
Recuerden que en Cuba el 60% de las viviendas están en mal estado
técnico. Y que un 80% de las jóvenes parejas suelen vivir con cuatro
generaciones diferentes bajo el mismo techo.
Pero Jaime, el pastor de Dios en la Isla, puede darse tales lujos. No es
un caso aislado. La Iglesia tiene un fondo habitacional que suele usarlo
a su conveniencia, sin que nadie se lo cuestione.
Rebeca, licenciada en enfermería laboró cinco años en un asilo
gestionado por la Iglesia. "Fue una jugada calculada. La hice para
obtener una casa. Yo dormía en una colchoneta en el suelo de una
vivienda pequeña y desbaratada donde residíamos nueve personas. Una
monja amiga mía me consiguió un trabajo en un asilo. Y con el tiempo,
habló con el párroco a ver si podían cederme un apartamento vacío que
tenía la Iglesia".
Cuando usted le pregunta a Rebeca si conoce de alguna donación del
Arzobispado a familias cubanas que hayan perdido sus techos debido al
paso de ciclones, sonríe: "No, no conozco ningún caso. Las casas casi
siempre son repartidas entre el personal civil que trabaja en las
instituciones eclesiásticas".
Aunque quizás, para estar a tono con el diálogo fluído que la iglesia
mantiene con el general Raúl Castro, el templo del Mónaco cedió un
terreno al Estado y en estos momentos una microbrigada levanta allí un
edificio de apartamentos.
Por supuesto, esos negocios con el fondo de viviendas a su disposición
no son prácticas exclusivas de la Iglesia Católica. El Estado lo viene
fomentando desde hace 53 años.
El régimen dispone de innumerables casas, apartamentos, mansiones, de
personas que decidieron emigrar, y reparte ese fondo entre generales,
ministros, tecnócratas y asesores, entre otros. Muy pocas de esas
viviendas van a parar a los verdaderos necesitados.
Mientras en voz baja la Iglesia y el Estado trafican con inmuebles en
beneficio de familiares, amigos o fieles, en público pronuncian
discursos a favor de los desposeídos.
Durante los últimos diez años, varios huracanes azotaron con fuerza la
Isla. Todavía muchas familias viven en sórdidos albergues que nada
tienen que envidiarles a las duras prisiones.
No hay nada más parecido a una autocracia que el Vaticano. La edad de
retiro de cardenales, arzobispos y monseñores es a los 75 años, pero
suelen estar activos hasta la muerte o hasta que una enfermedad los
incapacite. Como en las autocracias, existe corrupción, falta de
transparencia e intrigas. El Vaticano ha sufrido diversos escándalos
debido a casos de pederastia de algunos obispos en Estados Unidos,
Alemania, Irlanda...
Ante esto, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han preferido callar.
En su visita reciente a México, el papa alemán no se reunió con las
víctimas de abusos sexuales cometidos desde los años 40 por el fundador
de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. A pesar de las numerosas
evidencias, gracias al silencio del Vaticano, Maciel falleció en 2008
sin ser procesado judicialmente.
La Iglesia Católica mundial necesita urgentes reformas acorde con los
nuevos tiempos. La de Cuba no se queda atrás. Está por ver si esa
institución milenaria desea cambiar.
http://www.diariodecuba.com/cuba/10432-los-negocios-del-cardenal
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