Friday, April 13, 2012

La hija del embajador

La hija del embajador
Viernes, Abril 13, 2012 | Por Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Eran aproximadamente las 4 pm,
del 27 de marzo, día en que el Papa Benedicto XVI viajó de Santiago de
Cuba a La Habana, para oficiar una misa a la mañana siguiente. Dos
inspectoras intentaban ponerle una multa a Humberto González, un joven
vecino, que, junto a su esposa, embarazada, vendía un cerdo troceado en
la esquina de la calzada de Managua y avenida de Las Flores, en el
municipio habanero de Arroyo Naranjo.

Al percatarme del hecho, me acerqué y pregunté a las mujeres si no
tenían un mínimo de justicia, ya que el cerdo había sido criado por la
pareja y las ganancias de la venta eran para comprar la canastilla del
futuro bebé. "Lo siento, yo cumplo con mi deber", dijo una de las
inspectoras, una rubia alta de pelo corto, entrada en los cincuenta
años. Los ánimos se caldearon, y Humberto, renuente a mostrar su
identificación y la licencia de vendedor ambulante, me pidió que lo
ayudara a cargar la mesa y el cerdo troceado hasta su casa.

Antes pregunté a las inspectoras por qué no llevaban el uniforme,
pantalón y chaqueta desmangada, azul oscuro, con la identificación en la
espalda de Inspectores Estatales. La rubia alta replicó que no era
necesario, porque ella gozaba de prestigio en el gremio, y además, era
hija del embajador de Cuba en España.

"Eso no me dice nada, la corrupción no tiene rostro ni cargo, y en 53
años de Revolución, los mayores escándalos se han dado en las esferas
administrativas y del poder político", contesté. Inmediatamente, la
"hija del embajador" sacó un teléfono móvil y dijo que había grabado
toda la conversación.

"Adelante, si van a acusarnos por algo, no esperen más. ¿O será usted
busca dinero y me quiere chantajear? Si es así, yo se lo puedo dar, y no
se me ofenda, señora", fueron mis últimas palabras.

Sin más intercambio de palabras, ayudé a Humberto a cargar el cerdo, la
mesa y la balanza hasta su casa, a unos cincuenta metros de la calzada
de Managua y la avenida de Las Flores. La "hija del embajador" y su
compañera se alejaron. Aunque desde el primer momento se presentaron
como tales, nunca supimos si realmente eran inspectoras.

Unas horas después, Humberto colocó la mesa y el cerdo troceado en el
mismo lugar. Esta vez fue su esposa embarazada quien lo vendió, mientras
él se mantuvo alerta a unos metros para no levantar sospecha.

Y una semana más tarde, supe, por el propio Humberto, que éste no tenía
licencia de vendedor ambulante. No tenía sentido sacar una licencia para
vender un solo cerdo, criado a base de sacrificios y con un solo
propósito: comprar la canastilla de su primogénito.

Estas multas impuestas por debajo de la mesa, chantajes o estafas
autorizadas, da igual el nombre, son cada vez más frecuentes y
generalmente quedan impunes. La "hija del embajador" y su cómplice, que
posiblemente sí eran inspectoras, hacían de las suyas, actuando por su
cuenta, sin el uniforme correspondiente y chantajeando a un inocente con
una supuesta grabación que tal vez nunca hicieron, para sacarle algún
dinero al infeliz.

odelinalfonso@yahoo.com

http://www.cubanet.org/articulos/la-hija-del-embajador/

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