abril 2, 2012
Yusimí Rodríguez
HAVANA TIMES, 2 abr — Me surgió esta pregunta hace poco, cuando leía en
el periódico Granma que un grupo de trabajadores por cuenta propia
reafirmaba su compromiso con la Revolución.
No sé cuantas veces he escuchado y leído la palabra Revolución, a lo
largo de mi vida. No sé cuantas consignas con la palabra Revolución,
coreé en la escuela. Nunca, hasta ahora, me había preguntado qué
exactamente era la Revolución.
Sólo espero que nadie intente aclarar mi duda sometiéndome a escuchar o
leer, una vez más, el concepto de Revolución dado a conocer por el
Eterno Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. No me sorprendería
encontrar ese concepto en alguna enciclopedia o diccionario, tras
haberlo escuchado incluso en la Terminal de la Coubre, a través del
mismo micrófono que anuncia la salida de los ómnibus y trenes.
Pero antes de que nuestro líder, haciendo gala de su habitual genialidad
(recuérdese la siembra del Café Carturra y la Zafra de los Diez
Millones), anunciara el concepto, ya se hablaba de Revolución, así con
mayúscula, para referirse al proceso que tuvo, ha tenido, supuestamente
tiene y ¿tendrá? lugar en Cuba. Me asombra la tranquilidad con que la
gente dice la palabra Revolución, al parecer con pleno conocimiento de
lo que están hablando.
Recuerdo los años del Período Especial en tiempo de paz, cuando la
consigna era "Salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo." La
Revolución que debíamos salvar era aquella que había triunfado en 1959,
y durante la cual se intervinieron hasta los más pequeños negocios
privados (bodegas, cafeterías, timbiriches, venticas ambulantes) como
últimos vestigios de la burguesía.
Dentro de la misma Revolución, sin que hubiese un cambio de gobierno,
fue necesario entregar licencias para abrir pequeños negocios, en los
años noventa. Veinte años más tarde, el gobierno ha tenido que entregar
nuevas licencias para salvar la misma Patria, la Revolución, nuestro
llamado socialismo.
Fue dentro de esta Revolución que se crearon las UMAP (Unidades
Militares de Ayuda a la Producción), o sea suerte de campos de trabajo
para homosexuales, hippies, roqueros, religiosos, delincuentes, y todo
aquel que cupiera en el saco por mostrar una conducta impropia.
Una prima adventista no pudo acceder a la universidad por expresar su
filiación religiosa, perdió varios empleos por el mismo motivo. Su
familia fue invitada varias veces a emigrar.
La Revolución nos trajo un estado ateo. Los practicantes de cualquier
religión no podían ser miembros del Partido Comunista de Cuba.
Luego, sin que se hablara de otra revolución, se permitió la entrada de
los religiosos al Partido, empezamos a recibir a los solidarios Pastores
por la Paz, y hasta tuvimos la visita del Papa Juan Pablo II en 1998.
¿Y quién lo recibió en persona? El excomulgado Comandante en Jefe Fidel
Castro, el mismo que declaró el estado ateo. ¿Y dónde dio su misa el
Papa? En la Plaza de la Revolución. Y allí estaban, cumpliendo la
orientación de recibir al Papa con cariño y respeto, los militantes
(católicos o no) del Partido.
Ahora, no solo engalanamos la ciudad para recibir a un segundo Papa,
sino que se transmiten misas y mensajes religiosos por la televisión.
Ahora tenemos también la Jornada contra la Homofobia, aunque la
homofobia siga en las mentes de policías y dirigentes. Se toca el tema
de la homosexualidad en la radio y la televisión y se habla de tolerancia.
Aquellos a quienes, dentro de la misma Revolución, se les había
inculcado la idea de que la homosexualidad era una aberración, una
inmoralidad, incompatible con la concepción del hombre nuevo, solo
pueden mirar boquiabiertos.
Todo esto ha sucedido sin que el gobierno sintiera la necesidad de
disculparse por todos los atropellos cometidos contra homosexuales,
religiosos, contra todo el que fuera diferente y se atreviera a
manifestar su diferencia.
Sería, al menos un poco, coherente el gobierno, si de paso se dispusiera
a respetar todas las diferencias, no solo las de orientación sexual o
creencias religiosas, sino además las políticas.
En algún momento de esta misma Revolución, el gobierno decidió que era
ilegal tener dólares, muchas personas fueron a la cárcel por ese delito.
Durante el Período Especial, el gobierno despenalizó la moneda del
consumismo y el imperialismo, como una de las medidas para salvar la
Patria, la Revolución, el Socialismo.
Pero los que estaban en chirona, en el momento que se tomó la patriótica
medida, en chirona se quedaron.
En 1994, conocí a un hombre que había caído preso por tenencia de
dólares, solo semanas antes de la despenalización. Lo conocí, cuando
acababa de cumplir su sentencia de dos años.
Nunca supe si la Patria, la Revolución y el Socialismo se salvaron. Los
que sí se salvaron fueron aquellos afortunados que tenían en los Estados
Unidos a algún familiar, otrora traidor a la patria, y ahora traedor de
dólares, ropas, zapatos, comida.
Los patriotas que se quedaron, trabajadores abnegados, fieles al
gobierno y a los escuálidos salarios estatales en moneda nacional (entre
ellos, mis padres), vieron como el futuro mejor que creían estar
construyendo se esfumaba. Ahora saben que para siempre.
Y todas estas contradicciones pertenecen a la misma película, que ya
dura cincuenta y tres años, filmada en su totalidad bajo el sello del
socialismo. Socialismo que, dicho sea de paso, según el propio Eterno
Líder, nadie (por lo visto, ni siquiera él) sabe cómo se construye.
El ha dicho esto, sin sonrojarse, tras más de cincuenta años de
experimentos con la vida del pueblo cubano.
Sé que alguien podría responderme que todo ha sido coherente con el
concepto de Revolución anunciado por el Eterno Líder: "Revolución es
cambiar todo lo que debe ser cambiado."
Es la frase que más me gusta del concepto. Lo que no dice es quién
decide qué cambios se deben llevar a cabo, quién decide el momento de
llevarlos a cabo.
Hasta ahora, en Cuba, los cambios y el momento de realizarlos, los ha
decidido una élite desesperada por mantener el poder.
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