[27-02-2012]
Aimée Cabrera
Corresponsal de Misceláneas de Cuba
(www.miscelaneasdecuba.net).- Cada vez se presenta con más frecuencia,
aquella situación por la que los que generan riqueza, los que conducen
la locomotora del mundo, los que lideran los grandes cambios, esos que
impactan en la humanidad toda para siempre y de modo positivo, trayendo
progreso, deben pedir permiso a los que no lo hacen para avanzar con el
único camino genuino conocido y probado para salir de la pobreza, el de
producir.
Las naciones que han logrado salir adelante, son las que producen, las
que multiplican sus recursos. Ninguna sociedad puede hablar siquiera de
redistribución, si previamente no ha hecho los deberes, obteniendo los
medios para ello.
De hecho, las comunidades que se pasan repartiendo lo ajeno, y a veces
lo que ni siquiera existe, terminan invariablemente en la quiebra, y se
empobrecen secuencialmente hasta que sus crisis los destruyen. Aunque
habrá que decir a su favor, que sus ejecutores siempre se las ingenian,
para encontrar un culpable, o muchos, a quienes atribuirles la
responsabilidad del fracaso de sus políticas e ideas.
Nada describe mejor este fenómeno que aquella cita que se le atribuye a
Ayn Rand que dice que "cuando advierta que para producir necesita
obtener autorización de quienes no producen nada, cuando compruebe que
el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores, cuando
perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más
que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino por
el contrario son ellos los que están protegidos contra usted, cuando
repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en
un autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse que la
sociedad está condenada".
Lo paradigmático, es como muchos empresarios, siendo funcionales a esta
dinámica terminan sintiendo cierta culpa por ganar dinero, sin
comprender que ese es su principal fin y que para eso están en el ruedo.
Manuel Ayau decía que "la responsabilidad social de una empresa en una
economía de personas libres es la de obtener beneficios para sus dueños,
para lo cual debe competir con otros en beneficiar con sus productos y
servicios a los demás miembros de la sociedad. Las ganancias
empresariales no empobrecen a nadie, salvo cuando son producto de algún
privilegio otorgado por el gobierno ".
La responsabilidad de las empresas es producir, crear riquezas, generar
ganancias, solo así contribuyen con su sociedad a disponer de empleo
genuino, fuentes reales y dignas de trabajo, oportunidades que mejorarán
las chances de su entorno cercano de modo concreto y directo.
Cierta cultura de autoflagelación los ha llevado a muchos emprendedores,
a adquirir principios solo consecuentes con la filosofía de sus
saqueadores.
Eso explica porque cada vez con más vigor, ciertos empresarios hablan
con convicción y a viva voz, de responsabilidad social empresaria, como
si su tarea fuera distribuir recursos sin nada a cambio, o llevar
adelante acciones altruistas para que la sociedad no los ataque por
ganar dinero.
Es paradójico que la sociedad toda se enoje con las empresas por
percibir beneficios, cuando se ven claramente favorecidas por su
presencia, y cuando en sus vidas personales todos concluyen funcionando
de igual modo, es decir, intentando maximizar utilidades, obteniendo el
óptimo posible de ingresos, por el mínimo aceptable de esfuerzos.
Difícil es comprender esa hipócrita postura de que los demás no pueden
hacer lo que ellos individualmente intentan todos los días. Siempre
consideran que merecen cobrar más de lo que perciben, y les parece que
los demás ganan demasiado, que las cosas que compran cuestan en exceso
para sus magros ingresos. Es decir tratan de pagar lo más barato para
quedarse con la mayor cantidad y calidad a su favor. Ecuación lógica
para ellos de modo personal, pero aparentemente inmoral cuando de los
demás se trata, mucho más aun si de empresarios hablamos.
Esos empresarios, parecen haber inaugurado una nueva modalidad, la de
empezar a pedir permiso, para hacer grandes obras tratando de justificar
sus inversiones, su riesgo y actitud de crecimiento, dando múltiples
explicaciones sociales. No se entiende para que ni porque.
Pareciera que lo ideal fuera pasar desapercibidos, si se pueden hacer
muchas cosas pequeñas mejor, y solo se animan a proyectos importantes, a
emprendimientos magníficos, los más audaces, a veces inclusive los más
inocentes, sin saber que los espera a la vuelta de la esquina, una
andanada de críticas, sospechas y acusaciones para amedrentarlos.
Algunos en este mundo siguen sin entender que las sociedades que tienen
el ingreso per cápita más alto, los salarios promedios más elevados, son
los que acumulan capital, los que no le ponen techo al crecimiento
económico, sociedades donde la envidia no manda.
Nosotros, aun vivimos en sociedades, que están más preocupadas por la
renta del vecino, que por la propia, de acusar a los que ganan dinero,
por haberlo conseguido, y buscarles la explicación a esa utilidad
elevada, hurgando para encontrar donde cometieron algún delito para
lograrlo.
Hay que decirlo. A veces tienen razón, pero no siempre, y las mas de las
veces acusan a todos por lo que hicieron unos pocos. Delincuentes e
inmorales existen en todas partes. No solo algunos pseudo empresarios
obtienen rentas desmedidas por su esfuerzo, recurriendo a ardides o
picardías poco elogiables, también, muchos individuos se ganan el dinero
delinquiendo, o a veces con trabajos en los que cobran por lo que no
hacen ni se esfuerzan, puestos a los que ingresaron sin meritos, por
solo disponer de influencias o parentescos. A no horrorizarse tanto.
Lo preocupante es que ciertos empresarios, esos de los buenos, los que
han hecho el dinero de modo legal, con mucha virtud de por medio,
parecen disculparse cuando dicen daremos empleo en blanco, nos
portaremos bien, pagaremos nuestros impuestos, facturaremos todo lo que
hacemos sin evadir, cumpliremos las leyes, desarrollaremos a nuestros
recursos humanos, no nos llevaremos la plata a otro país, no dañaremos a
nadie, trataremos bien a la gente, en fin, una innumerable lista de
explicaciones que no debieran ser necesarias por su obviedad.
Hay que tener cuidado con aquellos principios incorrectos, que algunos
militantes ideológicamente interesados en difundir esas ideas, recitan y
repitan hasta el cansancio. Después de todo eso es esperable, ahora que
otros lo acepten como premisa verdadera es más grave. Tal vez sea
oportuno recordar aquella frase de Jorge Luis Borges que decía "hay que
tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a
ellos." Por eso, bien vale la pena, actuar de acuerdo a las propias
convicciones, para no favorecer al absurdo de vivir bajo sospecha.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35250
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