Orlando Freire Santana
Centro Habana (PD) Es muy común que determinados hechos que acontecen en
nuestra sociedad permanezcan en los marcos de la indefinición, que la
paternidad de una decisión se pierda en la nebulosa o que el verdadero
responsable trate de inculpar a otro para lavarse las manos a lo Poncio
Pilatos.
Los gobernantes cubanos son verdaderos artífices a la hora de hallar un
chivo expiatorio con tal de librar de sospechas a la cúpula del poder.
Las muestras que vamos a examinar ejemplifican lo antes expuesto.
El auge del trabajo por cuenta propia ha propiciado que un número
creciente de transacciones económicas se realicen de acuerdo con la ley
de la oferta y la demanda; es decir, que el precio o tarifa se pacte
libremente entre el comprador y el vendedor. En esas condiciones, si la
oferta es pequeña, los precios tienden a subir. Sólo la competencia
entre los productores o prestadores de un servicio posibilita que
aumente la oferta y disminuyan los precios, o impide que un sujeto se
adueñe del mercado e imponga condiciones de monopolio.
En este contexto, destacan las cartas que llegan con frecuencia a los
medios de prensa oficialistas de ciudadanos que se quejan de los altos
precios o tarifas que aplican los cuentapropistas. Específicamente se
refieren a las tarifas que cobran algunos camiones que transportan
pasajeros entre varias localidades del país.
Si el Estado es incapaz de brindar ese servicio, y le ha dejado el
terreno libre a los transportistas privados, es lógico que estos
impongan sus precios. Las autoridades son conscientes de que su ausencia
es la causante de las altas tarifas, pero prefieren callar esa verdad, y
que la culpa caiga sobre los "malvados" cuentapropistas, quienes además
deben afrontar los altos impuestos y el elevado costo del combustible.
Los pasajeros, desesperados, instan a las autoridades para que tomen
medidas contra los transportistas, lo cual no haría más que empeorar la
situación, porque es preferible transporte caro antes que carreteras vacías.
Otro tanto ha sucedido con las acciones represivas contra las Damas de
Blanco. Después de la primera mediación de la Iglesia Católica, las
autoridades se comprometieron a eliminar los mítines de repudio contra
ellas. Sin embargo, algún tiempo después, la represión continuó. Al
indagar los obispos qué había pasado, las autoridades se limitaron a
expresar que no sabían absolutamente nada de ese asunto. Por tanto,
daban a entender que era la acción espontánea del pueblo contra esas
"mercenarias pagadas por el imperio."
Para nadie es un secreto que si una materia prima escasea en este país,
esa es la espontaneidad. Tanto tiempo de sistema totalitario ha hecho
que, lamentablemente, una gran parte de nuestros compatriotas haya
perdido la iniciativa propia, eso que Alexis de Tocqueville llamó
"capital social", y que sin dudas, engrandece a una nación. Aquí todas
las órdenes vienen "de arriba."
Finalmente deseo llamar la atención acerca de la bruma que se tiende en
torno al trovador Pablo Milanés. El propio ministro de Cultura, Abel
Prieto, ha expresado que no existe ninguna orientación para prohibir su
música. No obstante, su voz apenas se escucha en la radio o la
televisión, y cuando otros cantantes interpretan sus canciones, es muy
probable que no se mencione al autor.
Cualquiera que conozca la censura que existe en Cuba, y la imposibilidad
para la mayoría de las personas de acceder a Internet o la prensa
independiente, comprende perfectamente que, de no haber venido la
orientación "de arriba", es difícil atribuir el ostracismo del trovador
a la iniciativa de dirigentes intermedios, máxime si tomamos en cuenta
que la prensa oficialista no publicó ni media palabra de las
declaraciones de Pablo Milanés en su gira por Estados Unidos. Es como si
una paloma mensajera hubiera obrado el milagro de transmitir un mensaje
que indignara simultáneamente a los directores de las emisoras de radio
y televisión del país.
http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/2971-las-ambigueedades-castristas
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