Lunes, Diciembre 26, 2011 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Desde mucho más de un mes
antes de las navidades, los gerentes impusieron a los empleados de
muchos establecimientos en divisa en La Habana –especialmente en
Miramar- usar unos ridículos gorritos de Santa Clauss. También se
adelantaron en los arbolitos y las guirnaldas, impensables hace poco más
de una década.
Este año no hay mucho entusiasmo navideño y las ventas de las TRD han
decrecido debido a los precios algo más baratos de los cuentapropistas.
Pero los gerentes tratan de estar a tono con la temporada. A fin de
año, a los que tienen y pueden les da por ir de compras (se supone que
Cuba se vaya pareciendo al resto del mundo).
Decía Milán Kundera que en su natal Bohemia, luego de la caída del
comunismo, la necedad comercial sustituyó a la necedad ideológica. En
Cuba, en el capitalismo de estado mercantilista con retórica socialista
de la era raulista, ambas necedades compiten.
En la sociedad cubana que el Máximo Líder pretendió perfecta, ha
triunfado el consumismo pacotillero. Advenedizos, estafadores,
boliteros, macetas, putas y chulos, echan en cara su "éxito" a los
perdedores que cobran salarios en moneda nacional y que se conforman con
mirar las vidrieras de las tiendas.
Luego de décadas de carencias, muchos cubanos idealizan la sociedad de
consumo y aspiran, sin ninguna posibilidad razonable de conseguirlo, a
los niveles de vida del Primer Mundo. En realidad, el culto a la
pacotilla, la ostentación de los celulares y las ropas de marcas
falsificadas, acaparar lo que mañana puede escasear y revender comida y
baratijas en el mercado negro, es un curioso modo de consumismo
Los platos rotos de los ostentosos aspirantes criollos a la sociedad de
consumo los pagan los cubanos en el exterior que envían remesas a sus
familiares en la isla. El dinero ahorrado a duras penas en Miami o
Madrid puede servir lo mismo para reparar la vieja casa familiar,
habilitar una paladar, que para celebrar fastuosas fiestas de 15 en que
las quinceañeras se cambian varias veces de traje alquilado y se
retratan (casi siempre en casas rentadas para la sesión de fotos) en
todas las poses imaginables, incluso abrazadas a Brad Pitt.
Conozco una madre que, como si en ello le fuera la vida, pidió a sus
parientes en Miami, en vez de los zapatos que necesitaba
desesperadamente para su hijo de 9 años, un Sony Play Station que era la
obsesión del niño.
Tengo un vecino que compró un horno micro-wave con los dólares que le
envió su hermano por la Western Union desde New Jersey. Ahora lo
muestra a todos los que visitan su casa, que está a punto de caerse.
Pero él priorizó el horno, que luce fuera de lugar en la cocina
apuntalada. Como la electricidad es cara, sólo lo utiliza para ablandar
el pan viejo, recalentar la comida del día anterior y hornear, en
ocasiones especiales, los 460 gramos de pollo per cápita que le venden
una vez al mes por la libreta de abastecimiento.
Los hijos y los nietos de los que creyeron serían el hombre nuevo que
hablaba Che Guevara, hoy sueñan con la sociedad de consumo. Sólo
piensan en buscarse a como dé lugar los cuc, que le sirvan, al menos,
para ostentar (especular, dicen ellos). De nada vale la matraca
moralizante proletaria y los llamados al sacrificio. El reguetón que
sale de los audífonos les impide escuchar el discurso oficial.
http://www.cubanet.org/articulos/el-consumismo-y-la-necedad/
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