laura_pollan
Por los mismos días en que Laura Pollán agonizaba en terapia intensiva,
en la televisión retransmitían un esquemático serial donde se injuriaba
a la líder de las Damas de Blanco. Entre los signos más notables de la
falta de grandeza del gobierno cubano está su incapacidad para respetar
al adversario político, incluso cuando éste se está muriendo. Un sistema
que se regodea tanto en el ritual funerario de los suyos, se comporta
desconsiderado a la hora de tratar los difuntos de los otros. Esa
ausencia de compasión lo llevó a desplegar anoche un burdo operativo
policial dentro y fuera del hospital Calixto García, a cambiar el cuerpo
de Laura varias veces de ambulancia para que no supiéramos hacia qué
morgue lo llevaban y finalmente a no sacar, siquiera, una breve nota
necrológica en la prensa nacional. Si honrar honra, en este caso
denigrar denigra. Han perdido una última oportunidad de aparentar –al
menos– que son piadosos.
¿Cómo se sienten ahora todas esas mujeres llevadas a gritar y a insultar
frente a la puerta de Neptuno 963? ¿Qué estarán pensando en este mismo
momento los miembros de la tropa de choque que zarandeó y golpeó a Laura
el 24 de septiembre pasado? ¿Algún remordimiento entre los oficiales de
la Seguridad del Estado que dirigieron tantos mítines de repudio contra
una señora pacífica que pasaba de los sesenta? ¿Cuál de ellos va a tener
al menos la humildad de musitar una condolencia, de aventurar un pésame?
Lamentablemente, para todas esas preguntas la respuesta sigue siendo el
infinito rencor ideológico del que no sabe rendir tributo al
contrincante. Laura se les fue –se nos fue– y perdieron la oportunidad
de reparar tantas infamias. Creyeron que por colgarle epítetos
degradantes, impedirle salir de su casa, acusarla de "apátrida", iban a
evitar que la gente se acercara y la quisiera. Pero en la madrugada
pasada, una funeraria repleta de amigos y conocidos negaba el efecto de
tal satanización.
Laura se fue y ahora todos los actos de odio que hicieron contra ella
resuenan más grotescos. Laura se fue y nos dejó un país desperezándose
de un totalitarismo vetusto que no sabe decir siquiera "lo siento".
Laura se fue, para tristeza de su familia, de sus Damas de Blanco y de
cada gladiolo que ha crecido y crecerá sobre esta Isla larga y estrecha.
Laura se fue, Laura no está y no hay un solo uniforme verdeolivo que
parezca limpio frente al blanco resplandor de su indumentaria.
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