Lunes, Octubre 17, 2011 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Hace unas horas, en la
madrugada del sábado 15, presentamos nuestros respetos a la fallecida
fundadora, portavoz, emblema y guía de las valerosas Damas de Blanco,
nuestra querida hermana Laura Pollán Toledo.
Prólogo del fatal desenlace fue el ingreso de la destacada luchadora en
la Sala de Terapia Intensiva del Hospital Calixto García. A problemas
crónicos que presentaba —como la diabetes— se sumaron otras dolencias
cuyo carácter no pudo determinarse de inicio. Después los médicos
hablaron de una cepa del dengue y del virus sincitial respiratorio
Desde el momento en que cada uno conoció del ingreso de Laura en ese
lugar, los disidentes habaneros —e incluso algunos del interior del
país— se convirtieron en visita habitual del antiguo centro asistencial
universitario. Yo, como uno más de ellos, cumplí con mi deber de acudir
cada día a esa cita de honor.
Porque es que nuestra hermana Pollán Toledo, al igual que el poderoso
movimiento de las Damas de Blanco en su conjunto, han tenido siempre la
admirable virtud de concitar la concordia entre todos los cubanos que de
manera abierta expresamos nuestra inconformidad con el sistema
totalitario imperante.
Y lo más destacable es que lo han logrado con su mera presencia en
nuestras iglesias, plazas y calles, derrochando coraje y vergüenza ante
las turbas envilecidas movilizadas por el propio régimen, las que no
sólo han recurrido a la violencia verbal y física, sino incluso a la
lubricidad más vulgar.
Los oficiales de la policía política que asistían complacidos a esos
bochornosos actos de repudio organizados por ellos mismos, pensaron de
seguro que esas señoras honorables, ante la alternativa de tener que
soportar tanto atropello y obscenidad, optarían por deponer su combativa
actitud, pero sufrieron un fiasco monumental.
Las inclaudicables Damas de Blanco se mantuvieron irreductibles, al
extremo de que las prepotentes autoridades consideraron preferible
ceder. Han seguido orquestando actos represivos, pero han tenido que
soportar cada domingo la habitual asistencia a la misa en la Iglesia de
Santa Rita y el tradicional desfile por la Quinta Avenida.
En todos esos actos memorables, tanto en los tolerados como en los
reprimidos salvajemente, Laura ocupó siempre el primer lugar. Lo hizo
sin parar mientes en sus problemas físicos ni en su respetable edad. Por
desgracia, los golpes y la terrible tensión a la que estuvo sometida
durante todos estos años de epopeya hicieron que su salud se resintiera.
Esto contribuyó sin dudas a su deplorable ingreso hospitalario. En qué
medida la atención que recibió fue determinante en el fatal desenlace lo
sabremos un día no lejano, pues desde luego que la versión oficial que
conocemos ahora (la cual, como era de esperar, exonera de toda culpa al
personal gubernamental) no nos inspira confianza.
El régimen hizo todo lo que estaba a su alcance para restarle brillo a
las honras fúnebres. Muchos hermanos de provincias que intentaron viajar
a la capital fueron impedidos de hacerlo. Personalmente me informaron de
sucesos de esa naturaleza en Pinar del Río, Las Villas y Oriente.
Se anunció de inicio que sería velada en la céntrica funeraria Rivero,
pero después se informó que el fluido eléctrico faltaba, aunque el
barrio entero contaba con ese servicio… El efímero velatorio comenzó en
otra casa mortuoria pasada la medianoche, y terminó antes de las tres de
la madrugada, hora a la que los empleados expresaron que debían
llevársela para cremarla…
Por supuesto que ese horario inusitado impidió que las honras fúnebres
alcanzaran el brillo que de otro modo habrían tenido sin duda, pero aun
así fue impresionante la presencia de disidentes a esas altas horas,
haciendo guardias de honor ante el féretro cubierto con nuestra enseña
patria y entonando a viva voz el Himno de Bayamo.
Ante la muerte de esa compatriota tan querida, nos queda el consuelo de
saber que la lucha ejemplar de las Damas de Blanco seguirá adelante
mientras quede un solo preso político en Cuba, y que al frente de ellas
estará otra mujer admirable: Berta Soler, que durante todos estos años
estuvo junto a Laura, codo con codo, y que fue quien, con voz
entrecortada por la emoción, pronunció en la funeraria La Nacional las
hermosas palabras de despedida a la hermana muerta.
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