El director de "Soy la otra Cuba" se dejó crecer la barba y se fue a la
Sierra Maestra. Jugó béisbol con jóvenes alegres, tomó fotos a familias
de intrincados parajes montañosos. Comió junto a ellos. Conversó con ex
combatientes.
Ernesto Morales/ Especial para martinoticias.com 26 de septiembre de 2011
Después de retocar su obra en la patria italiana, nuestro hombre en La
Habana aterrizó en Miami. Lo hizo precedido por un gran augurio: la
censura. El mejor antecedente para despertar interés. Un realizador cuya
última obra había sido rechazada por todos y cada uno de los festivales
europeos donde pretendió exponerla.
Probó en pequeños certámenes: no fue admitido. Probó en grandes
certámenes: el Festival de Venecia miró hacia otra parte. "Soy la otra
Cuba" no encontró una grieta para enseñarse al público europeo.
Otra lección más para el quijotesco director Pierantonio Maria
Micciarelli y sus dos productores, Leopoldo Caggiano y Luca Acerno,
después de los siete mil kilómetros que recorrieron en la geografía
cubana: la Isla que ellos mostraban en su obra de 84 minutos, no era la
que demasiados ojos del Viejo Continente querían ver.
Cuba, por dictamen de trasnochadas e influyentes izquierdas, debe saber
a coco glacé, debe sonar a timba, debe verse con caderas cimbreantes, y
debe inspirar felicidad. El panorama desencantado que "Soy la otra Cuba"
les lanzaba al rostro, era un aguafiestas para el concierto general.
Pierantonio Maria Micciarelli, con su extravagante imagen de personaje
surrealista, su mirada al mismo tiempo incisiva y enamorada de un país
soñado, y con un equipo de filmadores kamikazes que quizás no medían el
tamaño de los riesgos que enfrentarían, consiguieron con su documental
algo acertadamente dramático: recordarnos que esa Cuba de sueños rotos,
de utopías traicionadas, es dolorosa por necesidad.
¿Qué quiso filmar este italiano emprendedor, de hombros angulosos y
sonrisa fácil? La Cuba revolucionaria, única en su proyecto social, que
desde joven le sedujo con intensidad maniática. ¿Qué terminó filmando
durante esos 59 días? Una mueca esperpéntica. Un dibujo inexacto, mal
hecho; un boceto incorregible de lo que debería ser un país
revolucionado, y es en verdad un país paralizado. Contextualizando una
terrible frase de otro utópico, el venezolano Don Simón Rodríguez,
Pierantonio quiso filmar un paraíso en aquella tierra, y terminó
encontrando un infierno incluso para sí.
Micciarelli se dejó crecer la barba y se fue a la Sierra Maestra. Jugó
béisbol con jóvenes alegres, tomó fotos a familias de intrincados
parajes montañosos. Comió junto a ellos. Conversó con ex combatientes.
Escuchó sus voces henchidas de orgullo por la epopeya, y comprobó de
pasada sus vidas de abundante miseria. De vuelta a la realidad, alejado
del oasis de idílica ignorancia en que vive la Cuba campesina, aquellos
italianos comandados por el barbudo Micciarelli descubrieron otra verdad.
No solo la que dicen dos Sánchez (Elizardo y Yoani) en sus extensas
entrevistas para el documental. No solo la que cuenta el padre José
Conrado desde su Santiago asfixiado por la temperatura, la pobreza y la
violencia; o la que disidentes excarcelados intentan revivir entre el
dolor. "Soy la otra Cuba" se da de bruces con la desesperanza social,
extendida, donde jóvenes no comprenden por qué están condenados como sus
padres o sus abuelos a la eterna escasez, y sí comprenden la única
salida: la emigración. A como dé lugar.
"Soy la otra Cuba" revela testimonios de desconocidos, gente sin nombres
pero con voces que dicen: "Solo un milagro podría salvar esto".
Testimonios que dicen, con dolor mal disimulado: "Lo que añoro es
verdadera libertad". Mujeres que le preguntarían a Fidel Castro por qué
odia tanto a su pueblo, o que se preguntan si algún día podrán marchar
con un gladiolo en la mano sin temor a las patadas y las piedras.
Pierantonio fue un privilegiado, además: pudo captar escenas singulares.
Por ejemplo, lograr una impúdica entrevista con uno de los seres más
repulsivos de la fauna recién sacada a la luz por la intelligentsia
nacional: Carlos Serpa Maceira, el "agente Emilio" de la Seguridad del
Estado, cuando aún portaba la piel de opositor. Grabar a un hombre que
lo mismo sabe denunciar el artículo 88 del Código Penal cubano como una
violación a los derechos humanos, que proclamar vivas a Fidel y a Raúl
poco después, con su casaca quitada, es un golpe de extraordinaria
suerte para el documental. La Historia Universal de la Infamia le
agradecerá por siempre a Micciarelli su grabación. Quizás Serpa Maceira no.
Como también fue un golpe (estrictamente hablando) con algo de suerte
final, el sospechoso accidente que sufrió todo el equipo de rodaje,
mientras conversaban con Laura Pollán en un auto en marcha. El
testimonio del terror, del todo puede suceder, del mejor aléjate o ven a
Cuba solo por sexos baratos y calientes, fue captado de casualidad, por
un realizador que no duda en afirmarlo: su documental fue obra del amor
y del milagro.
Así lo supo tras los encuentros con la Seguridad del Estado, donde le
mostraron fotos suyas en cada provincia del país, quizás con la sutil
insinuación de "entréganos el material filmado, o no saldrás de este
aeropuerto". Por fortuna, las horas de rodaje estaban a salvo ya, en la
lejana Italia, gracias a amigos con mucha adrenalina dentro. A
Pierantonio solo le quedaba asombrarse de cuán fotogénico lo mostraban
las instantáneas de sus vigilantes.
Pierantonio Maria Micciarelli asegura que esta preciosa obra no es su
regalo a la Cuba que ama: según él, "Soy la otra Cuba" es el obsequio
que esa Patria donde no nació pero que siente como propia, le ha hecho a él.
No me cabe duda: "Soy la otra Cuba" está filmada desde el amor,
encontrará un resquicio para ser exhibida en los Estados Unidos, una
nación sin censuras camufladas; y los cubanos le debemos un afectuoso
respeto a este soñador Micciarelli, nuestro italiano en La Habana, que
durante mucho tiempo no la podrá visitar más.
http://www.martinoticias.com/noticias/cuba/Otra-Cuba-para-Nuestro-Hombre-en-La-Habana-130558423.html
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