Monday, June 06, 2011

Raúl es diferente

Política

Raúl es diferente
Carlos Alberto Montaner
Madrid 03-06-2011 - 11:06 pm.

Su actitud ante la corrupción, la ineficacia, el nepotismo y la
oposición política es muy distinta a la de Fidel Castro.

Raúl Castro en la clausura del VI Congreso del PCC. (REUTERS, La Habana,
abril de 2011)

Raúl Castro ya cumplió ochenta años, pero no ha aprendido demasiado.
Cuando tenía treinta, vivía deslumbrado por el modelo soviético de
organizar la convivencia. No tardó en comprobar que los resultados eran
desastrosos. Finalmente, la URSS implosionó y Marx fue a parar al
basurero de la historia.

Ahora Raúl se decanta por una variante raquítica de la experiencia
chino-vietnamita. Intenta legarles a los cubanos un sistema de
producción micro-capitalista, sin mercado y sin acumulación de
beneficios, deliberadamente castrado con la cuchilla fiscal para que las
empresas no crezcan, controlado por un gobierno comunista de partido
único que no ofrece subsidios, vigila implacablemente y cobra altos
impuestos, pero, no se sabe por qué, espera a cambio lealtad y
eficiencia de parte de los trabajadores.

Ya se puede hacer cierto balance del raulismo. Han pasado cinco años
desde que Raúl asumió el mando. Hasta ese momento, solo era el hermano
menor de Fidel, un apéndice emocional y vitalmente subordinado a los
caprichos de un Máximo Líder que le había hecho la biografía tirándole
de la oreja.

Fidel lo había arrastrado al ataque al Moncada, a la cárcel, a la Sierra
Maestra. Luego lo llevó de la mano al poder y lo hizo Ministro de
Defensa a los 28 años, y allí lo designó heredero y lo dejó instalado,
vigilando el polvorín, como segundo de a bordo, para que continuara la
labor revolucionaria en caso de que él desapareciera.

Pero las cosas sucedieron de otro modo. Fidel no desapareció del todo.
Se quedó medio muerto, o medio vivo, como un holograma, y deambula por
internet y por la tele, de vez en cuando, pergeñando unos textos
delirantes. Mientras tanto, Raúl no se dedica a prolongar la obra de su
hermano, sino a tratar de enmendar el inmenso desastre que le ha tocado
como herencia.

En esencia, el país que recibió por vía dinástica está quebrado. Desde
hace muchos años produce mucho menos de lo que necesita, está endeudado
hasta las cejas y, como no paga sus deudas, no tiene acceso al crédito.
Los cubanos deben importar el ochenta por ciento de los alimentos que
consumen, mientras la mitad de la tierra cultivable está ociosa, y la
infraestructura vive de remiendos precarios.

Por la cabeza de Raúl no pasan la apertura política, aumentar el ámbito
de las libertades individuales o permitir el pluripartidismo. Todo eso
es tabú. Su idea de la reforma consiste en echar las bases de un Estado
fuerte y eficiente, liberándolo de los asalariados innecesarios (un
tercio de la fuerza laboral) y mantener férreamente controlado el poder
político.

Ha cambiado, eso sí, la estrategia represiva. En lugar de condenar a
largas penas a los demócratas que se atreven a disentir públicamente, ha
dado órdenes de acosarlos constantemente, apalearlos y detenerlos por
períodos cortos. Supone, y tal vez tenga razón, que con esas medidas
basta para mantener la disciplina en el manicomio.

Algunos diplomáticos y políticos extranjeros que han conversado con él
le encuentran, sin embargo, grandes diferencias con su hermano Fidel. La
primera, es que escucha al interlocutor. Es capaz de oír en silencio las
críticas que se le hacen al sistema sin fabricar sofismas para
defenderlo y sin apoderarse de la palabra durante horas para explicar
que donde peor funcionan las cosas es en el mundo capitalista.

Ese realismo lo lleva de la mano a una actitud más humilde: Raúl está
más avergonzado de los fracasos de la revolución que orgulloso de sus
logros. En privado admite, melancólicamente, que el país que le dejó su
hermano se está cayendo a pedazos. En eso, al menos, es más sensato.

Pero la más intrigante de las diferencias es en el terreno de la
corrupción y la ineficacia. Raúl es una especie de Robespierre cruzado
con el Donald Trump de "you are fired". Fidel podía convivir con
funcionarios corruptos o incompetentes durante décadas, siempre que le
fueran perrunamente leales, mientras que Raúl mantiene "cero tolerancia"
con ambas actitudes y vigila, persigue y castiga a sus colaboradores
venales o torpes. Sin embargo, contradictoriamente, es mucho más dado al
nepotismo familiar y a gobernar con un grupo de generales afines y
obedientes.

En todo caso, lo que Raúl no ha conseguido, hasta ahora, es organizar la
línea sucesoria y crear un mecanismo respetable para transmitir la
autoridad. El Partido Comunista sigue siendo una olla de grillos
desmoralizados. Si le da por morirse puede ocurrir cualquier cosa
porque, francamente, allí casi no quedan "revolucionarios". La
experiencia los ha curado de espanto.

http://www.ddcuba.com/cuba/5108-raul-es-diferente

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