03-06-2011.
Aimée Cabrera
Corresponsal de Misceláneas de Cuba
(www.miscelaneasdecuba.net).- Desde mucho antes del primero de junio,
Día internacional de la Infancia, los medios oficiales destacaron la
prioridad del Estado cubano por garantizar la salud y la educación de
los niños, así como alabar cómo vela por su integridad.
Si bien en Cuba los niños permanecen en sus escuelas durante el horario
escolar que dura hasta la tarde, y se vela porque no sean obligados a
trabajar, a ejercer la prostitución o a delinquir, no todos pueden hacer
realidad sus ilusiones.
En primer lugar son miles los niños cuyos padres no tienen posibilidades
de comprarles al menos un juguete en el año. Los varones, sobre todo,
juegan mal vestidos en las calles al fútbol o a la pelota, algunos lo
hacen sin zapatos, porque hay que dejarlos para ir a la escuela.
Las niñas tampoco tienen muñecas. Sus entretenimientos se limitan a
compartir sus pocos juguetes, o jugar "a ser grandes", mientras las
madres no se den cuenta de que se han posesionado de sus zapatos de
tacón o de las alhajas.
Los niños cubanos son manipulados en las escuelas donde tienen que
repetir de forma mecánica todo tipo de arenga política, alejada del
pensamiento infantil, inocente por naturaleza.
La escuela no es siempre el templo de conocimientos ya que se observa la
falta de maestros y hasta la pobre preparación docente de éstos. Los
alumnos no saben cómo aplicar los conocimientos considerados objetivos
del curso, y pasan de grado con muy mala base.
En las aulas de primaria de la Cuba socialista se observan grandes
diferencias de clases entre los estudiantes. Unos tienen mucho y otros
no tienen nada. Los educadores adulan a los poderosos y marginan a los
más pobres.
Otra situación a la que no pueden dar explicación es el perder a sus
colegas de aula de manera abrupta. La salida definitiva de las familias
cubanas es una constante desde que se nacionalizaron las escuelas a
principios de la década del 60. Es bien difícil que un aula comience y
termine con la misma matrícula. SIempre hay infantes que desparecen, al
partir a otros países con sus padres.
Otros se quedan en Cuba al no tener familiares directos en el
exterior. Tal es el caso de Carla. Ella tiene once años y estudia para
culminar el sexto grado
No se siente motivada a comenzar el nivel secundario porque sus retos y
exigencias son mayores. Ella vive sola con su madre divorciada y sabe
cuán difícil le será asumir algunos de los códigos propios de los
adolescentes.
"Mi mamá es muy buena conmigo pero no puede hacer más. No voy a poder
estrenar una buena mochila, ni tenis de marca, como otros niños de mi
aula, además vamos a estar con niños que vienen de otras escuelas, no
quiero pensar en eso"- dice Carla acostada en su humilde camita frente
al televisor.
Otros se preocupan menos por estos detalles en apariencia, porque su
comportamiento agresivo denota frustración por las carencias. Dayron y
Yuniel están en quinto grado y tienen 10 años. Ellos juegan con otros
vecinos de su edad pero son violentos y se imponen al resto.
Viven con familiares agresivos y utilizan sus mismas frases vulgares y
palabras soeces. Si alguien los regaña, lo miran fijo y continúan, como
si no fuera con ellos.
"Esa vieja es una pesá"- opina Dayron y tira piedras a un perro que
corre y ladra en un balcón aledaño. "Si le dices algo a la madre, se lo
come a golpes"-admite una vecina que cuestiona a qué hora estudian los
pequeños desarrapados.
El primero de junio es un día más, como lo puede ser el 20 de abril o el
14 de diciembre; aunque no es menos cierto que muchos de los miles de
niños y niñas que malviven en la Cuba actual, no pierden la esperanza de
hacer sus sueños realidad, quizás cuando tengan un poco más de edad, y
den un nuevo rumbo a sus vidas.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=32497
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