¿Hacia dónde va Cuba?
ARIEL HIDALGO
Tras el derrumbe de la Unión Soviética, un grupo de cubanos exiliados
tuvimos ocasión de visitar la redacción del diario Izvestia en Moscú.
Mis compatriotas se interesaban más en los problemas de los conflictos
nacionales, pero yo tenía una inquietud que resumí en dos preguntas muy
simples al subdirector del periódico: ¿A quién pertenece Izvestia?
¿Quién elige a la administración de Izvestia?
La respuesta fue que el diario teóricamente pertenecía aún al Estado y
de inmediato pasó a criticar a algunos elementos del Parlamento que
pretendían que Izvestia pasara a manos de los "soviets". Yo sabía que se
referían al sentido original de la palabra, juntas de trabajadores en
control de los medios de producción, contrario a lo que fue luego de la
Revolución de Octubre, grupos de burócratas controlados por el
Estado-Partido. El consejo de uno de mis acompañantes, recibido por la
dirección de Izvestia con mucha simpatía, fue significativo, no caer "en
esa tontería de entregar el periódico a los trabajadores". Desde ese
instante, por tanto, no me quedó duda alguna de cuál iba a ser el
destino, no sólo de Izvestia, sino de la inmensa mayoría de las empresas
rusas, y seis años después, con ese destino ya consumado, publiqué en El
Nuevo Herald el artículo Rusia: la apertura que no debemos hacer, donde
concluía: "Los burócratas de la nomenclatura permanecieron en sus
puestos, esta vez reciclados como empresarios capitalistas".
He recordado nuevamente esta experiencia ante el panorama al que nos
enfrentamos actualmente los cubanos tras el VI Congreso del Partido. Tal
parece que nos hallamos en aquellos momentos del año 92 en Rusia:
desmontar un modelo de monopolio estatista en vistas a un proyecto que
cada vez se asemeja más a lo que sería una mezcla ruso-china: En la
cúpula, una dictadura de partido; en las bases, trabajadores con
salarios de hambre; y en el intermedio, mafias empresariales.
Aunque muchos se sienten optimistas ante las concesiones otorgadas a los
cuentapropistas y la apertura hacia los capitales extranjeros, las
decisiones finales del presente proyecto llevan a los siguientes resultados:
Un mayor poder para la burocracia estatal con la concesión de la
autonomía empresarial, la misma burocracia a la que se atribuye la
corrupción que ha minado la economía. La ausencia de la participación de
los trabajadores en la supervisión de las empresas estatales, sector
económico de mayor peso y donde se concentra la mayoría de los
trabajadores del país, y como corolario, mayor indefensión de esos
trabajadores ante una burocracia con poderes autónomos. Medidas
demasiado tardías para limitarse sólo a la liberación del comercio
minorista y la microeconomía mientras se confía en la inversión
extranjera para una rápida capitalización, proceso que sería más largo
que el que tuvo que atravesar China, por la existencia de las
restricciones económicas impuestas por Estados Unidos y debido a la
ausencia de suficiente garantía legal para los inversionistas, demasiado
tiempo para poder contrarrestar el derrumbe económico y los peligros de
explosiones sociales.
Transitar de un modelo centralizado hacia otro donde numerosos grupos
empresariales dominan la economía, podrá parecer ventajoso por los
resquicios de libertad e incluso de prosperidad a que lleva la libre
competencia, pero estos cambios significan que la mayoría de los
trabajadores quedará excluida de las ventajas de las reformas y que la
corrupción que ha llevado al país al borde del precipicio, ahora tendrá
mil cabezas, porque la burocracia tendrá mayor libertad para ejercer la
autoridad sobre recursos que continuarán siendo, teóricamente,
propiedades estatales. Se creará el caldo de cultivo para la generación
de mafias que aguardarán la oportunidad de dar el salto final sobre las
empresas y convertirse en empresarios capitalistas con poderes absolutos
sobre una población sin derechos laborales, sin sindicatos y ni siquiera
una legislación que les garantice los derechos humanos fundamentales.
Si lo que existe hoy es sólo un socialismo formal y esa formalidad
implicaba una estructura que facilitaba la conversión del trabajador de
proletario en propietario –puesto que no había ya que expropiar a
cientos de propietarios capitalistas, sino a uno solo, al Estado–, sólo
habría que invertir el mecanismo de selección de las administraciones:
en vez de nominaciones desde altas instancias, se realizarían desde
abajo, desde las bases. Pero con la aplicación de las nuevas medidas
veremos surgir un nuevo señorío empresarial con poderes omnímodos, y se
perdería lo único que el pueblo cubano había atesorado en todos estos
años: la esperanza.
Infoburo@AOL.com
http://www.elnuevoherald.com/2011/06/24/v-fullstory/966891/ariel-hidalgo-hacia-donde-va-cuba.html
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