Thursday, June 23, 2011 | Por Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Cuando fui a comprar un DVD con
películas, para entretenerme el fin de semana, el vendedor me explicó
que no los tenía en exhibición porque les habían prohibido vender
películas, series y telenovelas, que incluso tuvo que firmar un
documento de compromiso.
Después de la ampliación del trabajo por cuenta propia, los vendedores
han resurgido por todas partes, y entre los más populares y abundantes
están los de discos de música y video.
Entre las razones por las cuales hay tanta gente dedicada a la venta de
discos, está la gran demanda por el producto. Muchas personas cuentan ya
con los equipos para utilizarlos, pues, aunque los precios son altos,
las computadoras y los aparatos lectores de DVD y memorias flash se
venden en las tiendas desde hace unos tres años.
Aunque cuestan como mínimo más de 100 dólares, el equivalente al salario
de tres meses de la mayoría, o sea, un precio muy elevado para los
cubanos, los lectores de DVD con puerto USB permiten ver también
audiovisuales grabados en memorias flash, que abundan y son muy
populares entre los jóvenes.
A pesar de que el costo de los equipos es alto para nuestros bolsillos,
el entretenimiento que posibilitan los convierte en una buena inversión
para la mayoría. Quedarse en casa para ver una película siempre acaba
siendo más barato para una familia, que salir a divertirse a la calle.
Por otra parte, está la posibilidad de elegir lo que uno quiere ver, en
vez de depender de lo que elijan los funcionarios del instituto estatal
de la televisión, que obedecen siempre a la política de teledifusión
gubernamental.
La fuerte competencia entre los vendedores de discos ha hecho que los
precios hayan bajado. La mayoría de los vendedores ofrecen los DVD a 25
ó 30 pesos, o sea, poco más de un dólar, y en cada DVD hay grabadas
cuatro o cinco películas compactadas.
Es cierto que estos discos son pirateados, un fenómeno que no es
exclusivo de nuestra Isla, y ya algunos realizadores nacionales se han
quejado por el flagrante irrespeto a sus derechos de autor. Sin embargo,
esos realizadores no exigen al gobierno la comercialización de sus obras
a precios sensatos, asequibles al pueblo, aunque saben que en los
establecimientos estatales se venden las películas originales a un
precio mínimo de 375 pesos (cerca de 20 dólares), algo inalcanzable para
la inmensa mayoría del público.
Conociendo a nuestros gobernantes, es fácil pensar que la prohibición de
venta de material pirateado, que ahora entorpece en algo el flujo de
series televisivas, telenovelas y películas sin control estatal, no está
motivada sólo por el respeto a la propiedad intelectual; es más bien una
manera de censurar, de impedir el acceso a la información.
No obstante, para los cubanos, sobre todo para los jóvenes, el trasiego
de este tipo de material es ya algo muy común y arraigado, que será
difícil impedir. Mediante reproductores de mp3, celulares y otros
soportes se pasan clips de musicales, canciones, fotos e información.
Sin ninguna duda, el pueblo continuará aprovechando esta nueva brecha
tecnológica para entretenerse e informarse y, de paso, para escapar de
la agobiante propaganda oficial que nos persigue desde la escuela hasta
la pantalla de nuestros televisores en casa.
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