Monday, May 23, 2011 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Los ruidos innecesarios y
molestos son parte de la indisciplina social en que vivimos. Los
ruidosos pueden ser los vecinos de los altos, de los bajos, de al lado o
de enfrente. Para celebrar, no puede faltar una botella de ron, y la
música a todo lo que dé el aparato. Lo más preocupante es que cuando se
les llama la atención, replican con frases como: "Hoy es sábado, mañana
no se trabaja", o "La acera es de todos, y la calle también". Incluso
hay hasta quien cree tener derecho a molestar, y dice: "Estoy en mi casa
y puedo hacer lo que quiera".
El pasado lunes, dos vecinos se disponían a ver su programa de
televisión favorito: Inés, la novela brasileña. Rodolfo, en los altos,
encendió la tele para ver la pelota en compañía de unos amigos. Cuando
comenzó el juego, entre gritos, discusiones y brincos, a Inés le pareció
que su techo se venía abajo. Pensando aplacar el alboroto de su vecino,
que no le permitía disfrutar de la novela, se decidió a subir las
escaleras y, si bien Rodolfo la recibió amablemente (contento porque su
equipo acababa de anotar dos carreras), al final ella tuvo que ponerse
algodones en los oídos y conformarse con ver la novela, sin escucharla.
Al otro día, cuando Inés comentó lo sucedido, Adrián, el sobrino, le
contó la desagradable experiencia que tuvo cuando invitó a una amiga a
la playita de 16. Además de bañarse, querían quitarse el cansancio de la
semana y conversar apaciblemente. Todo iba bien hasta que llegó un grupo
de muchachones con grabadora al hombro y botellas de ron. Antes de cinco
minutos, el reggaetón se escuchaba en toda la playa y sus alrededores.
Adrián y su amiga hicieron lo único que podían: irse y dejarle la playa
a los escandalosos.
Los que no se han montado en la carroza de la escandalera, se preguntan
qué ha pasado con la educación de los cubanos. Suponen que la
explicación, en parte, puede estar en las convocatorias del gobierno, a
través de las escuelas y centros laborales, durante muchos años, a
participar en actos de repudio y marchas del pueblo combatiente;
escándalos y chusmerías contra los que no estén de acuerdo con el
gobierno, consideradas oficialmente loables tareas revolucionarias.
Las nuevas generaciones han crecido acostumbradas, e instadas, a no
respetar los derechos de los otros, a gritar consignas e insultos y a
agredir física y verbalmente a todo aquel que piense diferente. Y así,
durante cincuenta años, se ha ido perdiendo el respeto y ha ido
creciendo la indisciplina social, ahora vemos los resultados.
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