Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En octubre pasado comenté
en las páginas de CubaNet que mi vecino Israel no quiere levantar de
nuevo su kiosco, donde vendía hortalizas y frutas, por temor a que le
prohíban, por tercera vez, el negocio particular que tenía con dos
intermediarios.
Hace unos días, el 8 de noviembre, pasé de nuevo por su casa. El y su
mujer veían en la televisión a Hugo Chávez, que hablaba en el acto
conmemorativo del Décimo Aniversario del Convenio Integral de
Cooperación Cuba-Venezuela, en el Palacio de las Convenciones, el 8 de
noviembre pasado.
Me invitaron a entrar y les pregunté qué les parecía el presidente
venezolano.
Israel me miró fijamente, con sus ojillos astutos y sonrió con
picardía. Pero su mujer, franca e impulsiva como siempre, se levantó de
su sillón y de pie, frente a mí, me dijo:
-Si un día me lo encuentro en la calle, lo primero que voy a peguntarle
es por mis sardinas.
-¿Tus sardinas? –pregunté intrigada.
-¿Usted no recuerda que hace cuatro años Chávez ofreció enviarnos latas
de sardinas, y hasta dijeron en el periódico que se vendería una lata al
mes a cada familia, por la libreta de racionamiento? Las sardinas
vinieron, pero sólo una vez. Luego, si te he visto ni me acuerdo. Yo no
sé nada de política, pero un presidente que ofrece latas de sardinas y
no cumple con su palabra, es un mentiroso.
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