El presidente cubano culpa a quienes apoyan a los presos en huelga de
hambre de lo que les pase - Rechaza "chantajes" de Europa y EE UU sobre
derechos humanos
MAURICIO VICENT - La Habana - 06/04/2010
El Gobierno de Raúl Castro se atrinchera. Como en los viejos tiempos, se
enroca ante lo que considera una "descomunal campaña de descrédito
contra Cuba" con la excusa "hipócrita" de la situación de los derechos
humanos. Frente a la lluvia de condenas internacionales, la receta y la
medicina oficial es tan antigua como la revolución: "parapetarse" y
resistir. El presidente cubano lo dijo el domingo bien alto y sin medias
tintas: ni va a ceder a las peticiones del opositor Guillermo Fariñas,
en huelga de hambre y sed desde hace 40 días para reclamar la libertad
de 26 presos políticos enfermos, ni se "doblegará" a las exigencias de
Estados Unidos y Europa.
"La vacilación es sinónimo de derrota. No cederemos jamás al chantaje de
ningún país o conjunto de naciones por poderosas que sean, pase lo que
pase", aseguró Castro. "Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos
parapetarnos", fue la advertencia, dirigida a los que pretenden
"arrodillar" a la revolución.
La clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunista fue el
escenario elegido por el mandatario para fijar su posición sobre esta
crisis, que se mantiene abierta debido al ayuno de Fariñas y de otros
dos opositores; también sobre otro asunto de emergencia, la economía,
donde se juega "la supervivencia misma de la revolución", admitió el
general-presidente.
Tras casi tres años de espera por las transformaciones "estructurales y
de concepto" que anunciara Raúl en 2007, y con el mar de fondo de la
desastrosa situación económica y las demandas de cambios de gran parte
de la población, el mandatario, de 78 años, entró en el asunto caliente
de los derechos humanos nada más comenzar su discurso: "Celebramos este
Congreso en medio de una de las más feroces y concertadas campañas
mediáticas contra la revolución cubana en sus 50 años de existencia", dijo.
Añadió que la "campaña" está "organizada, dirigida y financiada desde
los centros de poder imperial en Estados Unidos y Europa", y pretende
desprestigiar a la revolución "enarbolando hipócritamente las banderas
de los derechos humanos". Castro reiteró la posición oficial de que
Orlando Zapata -fallecido el 23 de febrero tras 85 días en huelga de
hambre- no era disidente sino un simple "delincuente", procesado "en 14
causas por delitos comunes". Lo mismo dijo de Fariñas, y de ambos
aseguró que se les ha manipulado y alentado en sus ayunos con el
objetivo de convertirlos en centro de una campaña propagandística contra
la isla.
Según lo expresado el domingo por Castro, el caso Fariñas tiene mal
pronóstico: "Se está haciendo lo posible por salvarle la vida, pero si
no modifica su actitud autodestructiva, será responsable, junto a sus
patrocinadores, del desenlace que tampoco deseamos". Fuentes de la
disidencia interpretaron estas palabras como una evidencia de que "el
régimen ha decidido ya que va a dejarlo morir". "Están dispuestos a
asumir las consecuencias, pero no van a ceder", coincidieron varios
activistas. Fariñas, ingresado desde el 11 de marzo en una sala de
terapia intensiva del hospital provincial de Santa Clara, donde recibe
tratamiento médico y alimentación por vía parenteral, ha insistido en
que seguirá con su protesta "hasta las últimas consecuencias" si los
presos enfermos no son liberados.
Raúl Castro no hizo concesiones en ningún momento. "No nos quitan el
sueño las actuales escaramuzas de la ofensiva de reacción
internacional", aseguró, denunciando que la "gran prensa occidental" ha
"estrenado una nueva modalidad de implacable terror mediático contra los
líderes políticos, intelectuales, artistas y otras personalidades" que
en el mundo defienden las posiciones de Cuba.
En todo momento Castro quiso demostrar firmeza. "Este país jamás será
doblegado por una vía u otra; antes prefiere desaparecer como lo
demostramos en 1962 [durante la crisis de los misiles]", enfatizó.
El mensaje esta vez no sólo era para su tradicional enemigo. Ahora a la
hostilidad de Washington se suma el "boicot que entraña la ultrajante
Posición Común, que se mantiene intacta gracias a las presiones de
algunos países y fuerzas reaccionarias de la Unión Europea". Raúl
consideró "injusta, discriminatoria e injerencista" dicha política, que
condiciona las relaciones con Cuba a la mejora de la situación de los
derechos humanos y la evolución democrática en la isla. A su juicio, lo
que en verdad pretende es "un cambio de régimen, o lo que es lo mismo,
la destrucción de la revolución". Todo el mundo a las trincheras, podría
ser la consigna, como en los viejos tiempos.
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