Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - El cristal de la lupa aumenta
la dimensión de los objetivos. Más allá del lente están las cárceles de
Villepinte y Padua, ubicadas en Francia e Italia. ¿Por qué ese énfasis
del régimen en poner ante la opinión pública un rosario de presuntas
violaciones de los derechos humanos en varios centros penitenciarios
europeos? Al margen de la profusa exposición de detalles publicados
recientemente en la primera página del periódico Granma sobre este
tópico, es necesario abrir las puertas de duda para llegar a
conclusiones más acertadas.
La compilación de hechos brutales que pretenden crear una opinión
desfavorable de la situación dentro de las cárceles de varios países del
viejo continente, a los que se agregan Gran Bretaña, Bélgica y Holanda,
desdibujan los elementos de una contraofensiva mediática de la
dictadura, a partir de las críticas recibidas por instituciones y
personalidades de Europa, después de la muerte del prisionero de
conciencia Orlando Zapata Tamayo. Su deceso fue la consecuencia de una
prolongada huelga de hambre que decidió hacer como protesta por los
tratos, crueles y degradantes recibidos durante sus casi 7 años de
cautiverio.
Con el propósito de lograr las oportunas cuotas de credibilidad, el
trabajo periodístico se nutre de reportes y criterios de organizaciones
y profesionales que se dedican al monitoreo de estas cuestiones, local o
internacionalmente.
No obstante, se sabe que la intención radica es desviar el foco de
atención de un hecho que en Cuba se ha convertido en algo común: el
maltrato y la tortura, tanto física como psicológica en la mayoría de
las 200 prisiones y campos de trabajo que existen en la Isla.
La muerte de Zapata Tamayo es sólo un botón de muestra de la brutalidad
que impera en estos lugares, donde las personas tratan de sobrevivir en
un ambiente caracterizado por las palizas, el hacinamiento, la ausencia
de cuidados médicos y la reiterada entrega de alimentos no aptos para el
consumo. A partir de esas realidades es que se multiplican los intentos
de suicidios, las peleas a muerte y la depravación humana en todas sus
facetas.
El sistema carcelario cubano no reúne los requisitos mínimos exigidos
por los organismos internacionales. Vivir en celdas infestadas de
mosquitos y roedores, beber agua contaminada y realizar las necesidades
fisiológicas en cuclillas sobre un hueco en el piso, es parte del drama
cotidiano de los más de 70 mil prisioneros que integran una de las
mayores poblaciones carcelarias del mundo, de acuerdo al índice de reos
por habitante.
Cortarse la venas, inyectarse excremento, asarse ambas manos con agua
caliente, lanzarse al vacío desde el techo de uno de los edificios de la
prisión, enterrarse en el abdomen una cuchara afilada, destrozarse el
sistema digestivo con ácido sulfúrico, y aunque parezca increíble,
sacarse los ojos o los testículos, son recuerdos esculpidos en mi
memoria. Estuve en esos infiernos el tiempo suficiente para convencerme
de la naturaleza animal de un gobierno que se precia de ser un paladín
del altruismo y el respeto a la vida humana.
Mirar para Europa, con tanto que hay que hacer en el país en ese
terreno, es cuando menos asumir una actitud mezquina.
El titular del artículo de Granma basta para medir el nivel exacto de
los dos parámetros citados en el párrafo anterior: Aumento permanente de
la superpoblación y los suicidios en cárceles europeas. ¡Qué desfachatez!
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