19:42 | 15 de febrero, 2010 Ana Dávila
ÉPOCA analiza la figura del ministro de Comunicación de Cuba Ramiro Valdés.
Últimamente en Cuba, esa gran isla de las Antillas Mayores con una
extensión de unos 110.000 kilómetros cuadrados, algo se mueve
discretamente. Hace mucho que no vemos a Fidel Castro pasear
gimnásticamente por los pasillos de su residencia con su chándal rojo
revolución. Menos todavía a Raúl, que llegó a la presidencia del país
precedido por su fama de hombre dialogante y repartiendo esperanzas de
iniciar un proceso de apertura del hasta entonces enconado régimen. Pero
nada de eso. En Cuba todos saben que el que manda es Ramiro.
Ramiro Valdés, de 77 años, camarada de los Castro desde su época de
guerrillero libertador, ha sido, durante los últimos 50 años, el hombre
fuerte de la represión en Cuba. El puño de hierro de Fidel. Ramiro
Valdés es una figura omnipresente entre los cubanos, el único miembro
del Gobierno que ha multiplicado su presencia pública para vigilar todo:
observa y mira por el rabillo del ojo, siempre alerta. Es ministro de
Comunicación desde 2006, cargo desde el que controla a todo aquel que
dice una palabra más alta que otra y -sobre todo- fiscaliza los flujos
de información en Internet. Es vicepresidente del Consejo de Estado,
vicepresidente del Consejo de Ministros, miembro del Partido Comunista y
del politburó, Comandante de la Revolución y "Héroe de la República".
Fidel le ha pagado en especie los favores prestados a la causa y, hoy
por hoy, es el mejor colocado para suceder a Raúl en la presidencia del
Gobierno cuando su hígado, parece que muy maltratado por las bebidas
destiladas a las que es aficionado, ya no le responda.
Ramiro, discreto hasta la obsesión, dirigió, desde el Ministerio del
Interior, la policía política en las horas más duras del régimen, entre
1965 y 1969 y de 1978 a 1985, cuando su obsesión fue perseguir a los
opositores, a la iglesia, después a los homosexuales y a cualquiera que
respirara fuera del ritmo marcado, incluso a los propios miembros del
partido. La simple mención de su nombre hace temblar a los cubanos.
Ramirito es el único superviviente en el Gobierno cubano actual de todos
los episodios de la epopeya castrista: el exilio en México, el
desembarco del Granma en las costas cubanas en 1956, la guerrilla en
Sierra Maestra (donde era el segundo del Che justo antes de convertirse
él también en Comandante) y por fin el triunfo de la Revolución en 1959.
Ya en el poder desempeñó puestos para los que hacía falta un carácter
como el suyo, suspicaz e implacable: dirigió la cárcel de La Cabaña,
donde se fusilaba y torturaba sin fin. De aquella época guarda Valdés
ese nombre que produce escalofríos entre sus compatriotas y, ya para
siempre, fue el asesino de la Cabaña o el verdugo. Más tarde fundó y
dirigió el Departamento de Investigación del Ejército Rebelde (DIER),
que se convirtió después en la Seguridad del Estado, una despiadada
policía política. Su contribución fue definitiva para crear un ambiente
temeroso en torno al Gobierno; generó el miedo necesario en la población
para el asentamiento del poder totalitario.
Su policía peinaba La Habana en busca de todo aquel que pudiera
considerarse asocial: jóvenes de pelo largo, seguidores de The Beatles,
intelectuales, homosexuales, curas y poco entusiastas de la Revolución.
Para llevar a cabo las detenciones, los matones de Valdés medían a las
víctimas por un rasero bastante cuestionable, el "índice de peligrosidad
social". A su ingenio se debe también la creación de las UMAP (Unidades
Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajos forzados donde,
entre 1965 y 1968, más de 30.000 presos tuvieron que superar unos
cursillos intensivos de reeducación ideológica.
Han dicho de él que es amargo, distante, sádico, vengativo, y hasta vago
y corrupto. Sin embargo, todos los trabajos que le han sido asignados,
incluso el de jefe de Copextel en los años ochenta, donde fue enviado
casi castigado por empeño de Raúl Castro, con quien mantiene una dura
enemistad desde los tiempos de la guerrilla -dicen que el valor de
Valdés le costó la envidia del pequeño de los Castro-, los ha sacado
adelante con éxito. Copextel fue la compañía encargada de desarrollar
las telecomunicaciones e Internet en la isla; para conseguirlo, Valdés
buscó la colaboración de empresas chinas que lo llevaron a convertirse
en el artífice del acercamiento chino-cubano de aquellos años.
Ahora Ramiro vuelve y, con él, la línea dura. Parece que Fidel no quiere
dar tanta correa a los cubanos y pretende reconducir la situación. Para
empezar, el año pasado firmó nada menos que 111 editoriales que se
publicaron en la prensa oficial, se ha endurecido la represión contra
los disidentes y se ha puesto fin a la esperanza de algunos de ver un
acercamiento entre Washington y La Habana mientras Fidel llama "cínico"
y "Bush afroamericano" a Obama. Si lo que quiere es que los cubanos no
se le desmadren, Ramiro es su hombre.
Qué hay de Cuba | Intereconomía (17 February 2010)
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/internacional/que-hay-cuba
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