2010-02-07.
Elías Amor, Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- Carlos Alberto Montaner ha dicho en unas
jornadas en Panamá que el régimen castrista ya está en fase terminal.
Tiene razón. No puede mantenerse mucho tiempo una organización política
basada en la represión, en la delación, en la promoción de la
ineficiencia y en la convicción en una superioridad moral que es
inexistente.
El régimen castrista no sólo ha convertido a la boyante economía cubana
de la década de los años 50 en un país sin recursos ni un lugar definido
en la economía mundial, sino que ha expulsado a más de 2 millones de
cubanos que se han visto obligados a abandonar el país para no
integrarse en una ideología política destructiva.
Han acabado con todo. Con la economía, con la familia, con la sociedad
civil, con los valores, con la inventiva y la capacidad para innovar,
con el estímulo al trabajo, con el ahorro, con la recompensa de la
espera. Han puesto fin a una gran nación que vivió los primeros 50 años
de su existencia con la firme convicción de que podía llegar muy lejos,
y produjo grandes avances en las artes, las letras, la ciencia y la
economía.
El castrismo se muere. En fase terminal, morirá matando, salvo que se le
imponga un marco de respeto a los derechos humanos desde el exterior. Ya
no se trata de embargo o presión. Simplemente de defender los intereses
de los débiles, de los que sufren persecución de cargo de unos matones
violentos que se apoyan en la fuerza del un régimen caduco.
En proteger a los blogeros, a los artistas, a los periodistas
independientes, a los religiosos, a quienes creen que el monopartido, el
monosindicato, el monodirigente ya ha llegado a su fin, y que se hace
necesario adoptar una actitud cívica hacia los retos de la sociedad.
Siempre he dicho que en esta última etapa del castrismo, los disidentes,
los opositores, los que luchan cada día por abrir espacios de libertad y
de respeto a los derechos humanos en Cuba merecen todo nuestro apoyo.
Nunca podremos agradecer lo suficiente a estas personas valientes,
comprometidas y éticas por arriesgar sus vidas en la defensa de unos
ideales que compartimos con ellos. Desde la distancia, su actividad
cotidiana da una idea bastante exacta del compromiso y de que están
creando un nuevo país, una nueva sociedad más justa, más libre y capaz
de integrar a todos, sin distinciones ideológicas o de partido.
Algún día, tal vez no muy lejano, en el que recordemos esta etapa oscura
de nuestra historia como un punto aislado en el tiempo, la labor de
estos grupos de oposición alcanzará todo el reconocimiento merecido.
Entonces se podrá comprobar cómo su esfuerzo, su tenacidad y compromiso,
han servido para que el régimen caiga hecho pedazos por su propia
miseria interna e incompetencia.
El latido de estas personas que creen, como nosotros, en la libertad, en
que el papel del Estado debe ser el de servir a los ciudadanos y no
servirse de ellos, en el compromiso con el trabajo bien hecho, en la
búsqueda de éxitos y triunfos, en la promoción continua de la
investigación y la ciencia, en el fomento de la cultura de
emprendedores, en la actitud positiva hacia el otro, en la verdadera
colaboración, se convertirá en la mejor herencia de la democracia
cubana, de una nueva nación moderna, de progreso, eficiente en la
gestión de sus asuntos económicos y capaz de dar cobijo a todos sus hijos.
Entonces, y solo entonces, veremos el castrismo a lo lejos como una gran
pesadilla histórica de la que, por desgracia, tardamos mucho en despertar.
EN TORNO A LA FASE TERMINAL DEL RÉGIMEN CASTRISTA - Misceláneas de Cuba
(7 February 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=25550
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