Sunday, February 21, 2010

El rejuego de las verdades

El rejuego de las verdades
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, febrero, (www.cubanet.org) -En tiempos de crisis se
agitan las ideas como los peces en los rápidos y "a río revuelto,
ganancia de pescadores".

El artículo de opinión "Prepotencia anticastrista", publicado en El
Nuevo Herald de Miami, de Alejandro Armengol, llama mi atención en medio
del remolino de opiniones y juicios sobre Cuba. No tanto por la calidad
del texto y el canónico despliegue de sus argumentos, sino por ciertos
"aspectos interesantes" de actualidad, abordados.

Los primeros dos aspectos derivan de su juicio acerca de algo tan
concreto como es "el gran derroche de fondos públicos" gastados durante
años con el fin de "avanzar la libertad en Cuba, fortalecer la sociedad
civil y favorecer el respeto a los derechos humanos". Al exponerlos,
maneja con habilidad algunas verdades innegables, pero sin ir más allá.

Primero, Armengol cuestiona los gastos realizados en distribuir cientos
de miles de folletos sobre la importancia de los derechos humanos entre
la población de la isla. Considera sobrevalorada la función de esa
propaganda, la que, a sus ojos, sólo sirve para satisfacer a círculos de
Miami, porque en definitiva, los cubanos están "hartos de propaganda
política".

En el segundo de los aspectos que desmonta sobre un fundamento de sus
verdades, opone argumentos, que pudieran parecer demoledores a primera
vista, en relación con los fondos destinados al "incremento de la prensa
independiente" en la isla y al real impacto que tienen en la opinión
pública la información que ésta produce.

Los cimientos sobre los que erige su juicio personal acerca de este
aspecto están compuestos de las dos descalificaciones indispensables que
esgrimen los críticos de la "prensa independiente", allá y aquí,
plagada (a vuelo de pájaro) de "artículos de poca calidad y reportajes
mal hechos". Y no deja de ser verdad, aunque a medias, como son el
picadillo de soya y el jamón "Viking", parte incuestionable de nuestra
realidad alimentaria. Enseguida, introduce el autor dos interrogaciones
para mover al lector a comprender la ignorancia de la realidad que
vivimos, "nos –otros mismos", al aludir a la falta de credibilidad de
los hechos reportados, a la ausencia de novedad en la información o, en
términos periodísticos, la falta de foco noticioso en el tratamiento de
la información.

A continuación, pluma en ristre y adarga al brazo, se arroja a
calificar a estas dos vertientes de "hasta cierto punto secundarios", al
compararlas con fondos públicos invertidos en lo que el llama "turismo
político".

De un tirón, Armengol, erigido en defensor del dinero de los
contribuyentes norteamericanos, expresa lo que parece ser el real
objetivo de su artículo: la exhortación a Washington para que elimine la
financiación con fondos públicos de cualquier plan de "una supuesta
transición democrática en la isla" y que la ayuda sea destinada
exclusivamente a un fondo humanitario para los opositores presos.

Según el autor, todo lo anterior podría propiciar la aplicación de
formas más efectivas en la defensa de los derechos humanos en la isla,
sacaría del juego a "burócratas, políticos y vividores" y facilitaría
que la realidad cubana se muestre al mundo con similar impacto al de
Esther Williams saliendo del agua en aquellos musicales inolvidables de
los años 50.

Evidentemente, cincuenta años de "ayudar a la libertad de Cuba" podrían
fatigar al más generoso de los filántropos. Asimismo, medio siglo sin
alcanzar la meta ansiada, podrían hacer desistir al más obstinado de los
perseverantes. Además, mantener la invariabilidad durante tanto tiempo
de una política que aun no arroja los resultados deseados desestimula al
más incansable.

No obstante, si bien la preocupación por la ayuda humanitaria a los
opositores presos es indiscutiblemente una buena causa, igualmente
pudiéramos razonar que los presos nada pueden hacer por cambiar esta
realidad que vivimos por la simple razón de vivir encarcelados. Esa
sería otra buena razón para asegurar el inmovilismo del régimen.

Por otro lado, tendríamos que considerar hasta qué punto quienes
mantienen viva "la prensa independiente", a pesar de admitir la falta de
profesionalismo en el tratamiento de la información en muchísimos casos,
se afanan, para lograr solamente el rechazo de los "profesionales del
sector" y unas "migajas", como apunta el señor Armengol. A pesar de ser
inexpertos a veces, por no gozar de una formación apropiada, por la
falta de asistencia técnica y profesional adecuadas, por la miseria
tecnológica del país, y la de ellos mismos, para facilitar una mejor
comunicación, por la falta de información sistemática y la ausencia de
un servicio de prensa eficaz.

Sin contar con el riesgo real que vivimos en Cuba por ser un
"periodista independiente" – algo que no sé de oídas, sino por
experiencia-, aunque los medios oficiales repitan que ningún periodista
independiente ha de temer por su vida.

La realidad cubana no es una sola. Ni puede caber en una única verdad.
Porque la "verdad de la realidad cubana" está compuesta por las verdades
que millones de cubanos tienen como experiencia vital tras cincuenta
años de desasosiego, traiciones, sobresaltos y mezquindades que aún no
cesan de caernos como un aluvión de mala suerte, aunque tampoco nos
ahorren la mala muerte.

Los cubanos, en mayoría, desconocemos la libertad de elegir el destino
de nuestras vidas y esto, aunque suene a mal guión, es todavía una
desdichada realidad. Los cubanos no saben de leyes porque "en la vida
real" casi que respirar es ilegal. Ignoran cuales son los derechos
humanos porque nunca han vivido en el respeto a ellos. Y para nos-otros,
los cubanos de a pie, durante generaciones no han significado más que
letra impresa y un sueño difícil y duro de lograr.

Sueño difícil, duro y áspero de lograr por todo lo que hay que
sacrificar, si queremos vivir aquí sin engañarnos: familia, posible
bienestar, amistades, reconocimiento social, aceptación, una simple
vivienda y, sin exagerar, en ocasiones, hasta el agua potable. Es el
precio a pagar por no creer en lo que la propaganda oficial dice y
pregona, por vivir de cierta manera, aparte y a pesar del Estado
socialista y ante todo, por decirlo.

El mundo cree más a los vencedores y poderosos que a los sojuzgados que
no logran romper con lo que los ata. Pero, esta vida no nos da más
oportunidades que la de vivir sobre el filo de esta navaja, otra faceta
verídica de la realidad que vivo.

Noticias/Cuba El rejuego de las verdades (21 February 2010)
http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/19_C_1.html

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